3/21/2006

30 AÑOS: LA MORAL DE MORALES CUANDO UN ESCRIBA DE LOS MILITARES GENOCIDAS NOS HABLA DE ÉTICA

A treinta años del golpe militar de 1976,resulta útil y oportuno recordar a quienes desde los medios masivos construyeron la legitimidad del genocidio. Este es un caso paradigmático: Joaquín Morales Solá y su interesante polémica con el periodista Hernán López Echague. No olvidemos, no perdonemos, no nos reconciliemos. 1-Joaquín Morales Solá, o el arte de la hipocresía Por Hernán López Echagüe Quizá convenga traer a la memoria un hecho que, al parecer, Morales Solá ha olvidado, y que yo he referido en mi primer libro, "El enigma del general" (Editorial Sudamericana, diciembre de 1991, págs. 191, 192). Cuento allí el pantagruélico asado que, en marzo de 1976, compartieron Leo Gleizer, Renée Salas, Marcos Taire y Morales Solá, entre otros periodistas, con el general genocida Antonio Domingo Bussi. El almuerzo se llevó a cabo en los salones del Regimiento de Infantería 19, en San Miguel de Tucumán, a contados metros de un Centro Clandestino de Detención. Al cabo del ágape, el general obsequió a cada uno de los periodistas presentes un pergamino en el que agradecía "su colaboración en la lucha contra la subversión". Relato en mi libro: "Sin ocultar el contento, Morales Solá tomó el suyo y acto continuo buscó el abrazo del general. Gleizer y Salas lo imitaron". A mediados de 1992, recuerdo que en pleno campeonato mundial de fútbol, recibí un llamado telefónico de Morales Solá. Estaba dolido, angustiado. Me dijo: "Mirá, eso que contás en el libro fue así, pero se trató de un pecado de juventud. Si hay una reedición, ¿no podrías suprimir ese párrafo?". Además, y de manera casi policíaca, esgrimió argumentos de toda naturaleza para que le revelara mis fuentes". 2- DEBATE POSTERIOR A LA NOTA DE LÓPEZ ECHAGÜE Réplicas, respuestas y contrarréplicas El artículo de Hernán López Echagüe difundido y publicado recientemente en el montevideano semanario Brecha, en la revista Veintitrés, en distintas agencias informativas alternativas (como SERPAL y Argenpress.info), y a través de ellas en la edición digital de Pionero, suscitó una respuesta de Joaquín Morales Solá, publicada en la revista Veintitrés (2/1/2003), desmitiendo algunos de los hechos relatados en la nota "Joaquín Morales Solá, o el arte de la hipocresía". A la réplica del columnista de La Nación siguió una respuesta de Marcos Taire en Argenpress.info; y finalmente una nueva réplica por parte del autor original, Hernán López Echagüe. Habiendo participado de la difusión de la nota original, PioneroWeb trascribe ahora la saga de réplicas y contrarréplicas producidas posteriormente, que constituyen un interesante debate sobre el rol del periodismo durante de dictadura. 2-a Respuesta de Joaquín Morales Solá: "Nunca hablé con Bussi" Una semana antes de que se publicara en Veintitrés una carta con datos absolutamente falsos sobre mi persona, le envíe al autor de esas líneas, el periodista Hernán López Echagüe, un mensaje por e-mail desmintiendo categóricamente, y por segunda vez en diez años, lo que allí se afirma. La carta que se publicó en su revista circuló previamente por Internet y la distribuyeron quienes están interesados en destruir la honra y el prestigio de los periodistas que ejercemos la profesión con claros principios éticos. Lamento que López Echagüe se haya prestado voluntaria o involuntariamente, a esa maniobra. Le ruego que publique el mensaje que le envié a López Echagüe con fecha 20 de diciembre de 2002, y que dice así: "Hernán, "Me llegó tu artículo sobre mi nota y sobre mi persona. Desde ya, no tengo nada que objetar sobre las disidencias en materia de posiciones. Tu visión y la mía no coinciden; sucede simplemente eso. "Pero lo que no puedo aceptar es el dato deliberadamente falso. Cuando se publicó tu libro sobre Bussi, te llamé no para hablar de pecados de juventud, sino para desmentir categóricamente que yo haya estado en un asado con Bussi en Tucumán. Te dije más aún: en 1976 yo estaba en Buenos Aires y no en Tucumán. Y nunca hablé con Bussi, bajo ninguna circunstancia, cuando estaba en Tucumán. Te pedí que hicieras esa aclaración en la segunda edición, no que sacaras el párrafo. Me extraña que tu memoria sea tan sesgada para el recuerdo de los hechos. "Te pedí el nombre de la fuente porque ambos, vos y yo, coincidimos en que debió haber un problema personal en el medio. Me diste el nombre del Negro Taire y su teléfono. Le dejé tres mensajes en un contestador y nunca me contestó ninguno. "Me extraña que ahora reflotes ese suceso que nunca existió y que a mi desmentido lo conviertas en una confirmación, sin siquiera chequear lo que recordabas de la conversación. "Te repito: no estoy objetando tu punto de vista sobre mi artículo. Es tu opinión y tenés el derecho a difundirla. Lo que no podemos hacer es deformar los hechos y atribuir actitudes que no existieron. Atentamente, Joaquín Morales Solá 2-b Respuesta de Marcos Taire: "Morales Solá estuvo en la siniestra conferencia de prensa" A quien le interese: El 22 de marzo de 1976 asistí a una siniestra conferencia de prensa convocada por el Comando de la Quinta Brigada de Infantería, en el Regimiento 19, en San Miguel de Tucumán. Lo hice en mi calidad de redactor del diario Noticias, de esa ciudad. En esa oportunidad, el general Bussi presentó a una supuesta guerrillera capturada y arrepentida, que respondió a preguntas previamente confeccionadas por oficiales de inteligencia y acción psicológica, encabezados por el teniente coronel Zimerman. La nota tuvo amplia difusión, ya que asistieron periodistas de Buenos Aires, que fueron llevados en un vuelo charter. Entre los que estaba Renée Salas, quien en un reportaje posterior, tuvo un altercado con Bussi. Morales Solá estuvo en su condición de redactor de La Gaceta de Tucumán y corresponsal de Clarín en mi provincia. Es verdad lo que dice López Echagüe con respecto a que luego los militares ofrecieron un almuerzo y entregaron un pergamino a cada uno de los periodistas presentes. Tan presente tengo ese episodio, que recuerdo haber comentado con Morales Solá un jueguito que hacía Zimerman con un llavero que sacaba e introducía en el bolsillo que, a la altura de la rodilla, tiene el uniforme de combate del Ejército. Las llaves estaban contenidas por una enorme esvástica. Zimerman fue después jefe de Policía de Tucumán. Lo de los abrazos a Bussi por parte de algunos de los periodistas, se lo habrá contado otra fuente a López Echagüe. Yo no vi eso. Quiero decir también que Morales Solá miente cuando dice en su carta que dejó grabados tres mensajes que no contesté. Nunca usé el servicio de contestador telefónico automático. Recién en estos días a raíz de una mudanza acabo de activarlo. Probablemente le falle la memoria también cuando para desmentir a López Echagüe dice que en 1976 estaba en Buenos Aires y no en Tucumán. Cualquiera que consulte La Gaceta del 23 de abril de ese año podrá ver que una nota de tapa, con su firma, saluda la designación del general Bussi como gobernador porque "el general conoce el ámbito local y no ignora las necesidades y las urgencias de la provincia", y tras reseñar "el pensamiento" del genocida, termina diciendo que "tales palabras y posiciones reflejan sin duda la perspectiva de un clima indispensable para aplicar una acción política eficaz". Hacía más de un año que los tucumanos eran secuestrados, torturados y asesinados en los campos de concentración, primero por Acdel Vilas y después por Bussi. Y los crímenes cometidos al amparo del Operativo Independencia los conocíamos todos los tucumanos. El que diga lo contrario miente o se hace el zonzo. Respecto de la "eficacia" de Bussi, corre por cuenta de Morales Solá y mejor ni hablar. Otro sí: sólo me gusta y acepto que me digan Negro los amigos que quiero y me quieren (Horacio Finoli, Ariel Delgado, Oscar Serrat, Mario Monteverde, Stella Calloni, Norberto Villar y muchos otros) porque sé que los otros, como Morales Solá, lo dicen por prejuicio y discriminación. Marcos Taire 2-c Contrarreplica de Hernán Lopez Echagüe: "Un escriba de los militares genocidas no puede hablar de ética" He leído con suma atención la respuesta de Joaquín Morales Solá a mi nota-carta que Veintitrés publicó el jueves 26 de diciembre, en la cual refiero, entre otros hechos, la conferencia de prensa que en marzo de 1976 organizó el general genocida Antonio Domingo Bussi, en San Miguel de Tucumán, y a la que, más allá de Morales Solá, asistieron los periodistas Marcos Taire, Renée Salas y Leo Gleizer. Bussi, en esa oportunidad, entregó a Morales Solá un pergamino en el que agradecía "su colaboración en la lucha contra la subversión". No me anima el propósito de entablar una polémica exclusiva y personal con Morales Solá. Todo lo contrario. Sería en extremo útil e interesante que este diálogo epistolar cobrara la forma de debate abierto y franco acerca del papel que ha tenido el periodismo, los periodistas, en los últimos 25 años. Sus relaciones con el poder, sea este dictatorial o democrático; sus responsabilidades, sus omisiones; los principios éticos, la independencia, la libertad de expresión y la libertad de empresa; los monopolios, etc., etc. Mucho se ha discutido sobre las responsabilidades de la Iglesia, de las Fuerzas Armadas, de la dirigencia política y sindical en el lamentable estado de cosas que padece el país. Y el periodismo, ¿qué? Morales Solá ha puesto el dedo en la llaga. Aclarado esto, digo que la respuesta de Morales Solá por su vaguedad, mueve al asombro. Cita el periodista de La Nación el mail que, efectivamente, me envió el 20 de diciembre, un mensaje escueto donde, entre otras cosas, dice: "Lo que no puedo aceptar es el dato deliberadamente falso. Cuando se publicó tu libro sobre Bussi, te llamé no para hablar de pecados de juventud, sino para desmentir categóricamente que yo haya estado en un asado con Bussi en Tucumán en Tucumán. Te dije más aún: en 1976 yo estaba en Buenos Aires y no en Tucumán. Y nunca hablé con Bussi, bajo ninguna circunstancia, cuando estuve en Tucumán. Te pedí que hicieras esa aclaración en la segunda edición, no que sacaras el párrafo. Me extrañaba que tu memoria sea tan sesgada para el recuerdo de los hechos". Sesgada, frágil y antojadiza parece la memoria de Morales Solá. Primero, en su llamado telefónico, repito, habló de "pecados de juventud" y me pidió que, en caso de una reedición, suprimiera de mi libro el párrafo en que narro el encuentro con Bussi; recuerdo, incluso, haber comentado el episodio a los directores de Editorial Sudamericana. Segundo, el propio Morales Solá, en una nota publicada en el diario El País, de Madrid, escribió: "En la triste y absorta madrugada del 24 de marzo de 1976 me tocó cubrir como periodista el ungimiento del prepotente general Antonio Domingo Bussi como gobernador de Tucumán...". Presumo que si cubrió "el ungimiento" de Bussi no tuvo más remedio que verlo, compartir con él un espacio físico en común, y muy probablemente, pues para eso lo habían enviado, formularle alguna pregunta. No conozco casos de periodistas que realicen coberturas desde una azotea, o metidos en una escafandra. En su carta a Veintitrés, dice Morales Solá: "La carta que se publicó en su revista circuló previamente por Internet y la distribuyeron quienes están interesados en destruir la honra y el prestigio de los periodistas que ejercemos la profesión con claros principios éticos. Lamento que López Echagüe se haya prestado, voluntaria o involuntariamente, a esa maniobra". Un párrafo, en fin, que exhala estrambótica paranoia. En principio se trata de un artículo que tardíamente publicó el semanario Brecha, de Montevideo. Luego, ¿a qué maniobra se refiere Morales Solá? ¿No cabe en su cráneo la posibilidad de que alguien, ajeno por completo a intereses políticos o económicos, desprovisto del sostén que siempre otorga la pertenencia a un medio de comunicación, redacte un artículo teniendo por todo apoyo sus ideas, informaciones y convicciones? ¿Cada una de las palabras que formula una persona, responde, invariablemente, a una campaña, a una maniobra? Apostaba un poco más a su capacidad de discernimiento. La existencia de una maniobra o campaña presupone la existencia de alguien que la dirija, que la haya elucubrado. A mí no me dirige nadie; cada uno de los libros y artículos que he escrito a lo largo de mi vida responde a una serie de convicciones, ideales y principios humanos y éticos que nunca jamás hice a un lado, conducta , en suma, que me ha llevado a perder el empleo en más de una oportunidad. Conducta, digamos, que a Morales Solá debe resultarle extravagante. Tuve la buena fortuna de comenzar a dar mis primeros pasos en el periodismo de la mano de Tomás Eloy Martínez, escritor y periodista que respeto y admiro. Solía decirme él: "Lo que escribo es lo que soy, y si no soy fiel a mí mismo no puedo ser fiel a quienes me lean". Mis lectores, pues, saben muy bien quién soy. Hagamos a un lado, por un momento el término prestigio, pues en este país, sabemos, el prestigio de buena parte de los periodistas prestigiosos se ha construido a partir no ya del talento y del compromiso con la verdad, sino merced al sutil encadenamiento de influencias, provechosos silencios y, a menudo, relaciones inconfesables. No se puede ser periodista ocho, diez horas al día y, luego, contertulio del poder. ¿Con qué autoridad puede hablar sobre ética periodística un hombre que ofició de escriba de los militares genocidas... Si ejercer el oficio de columnista político durante la dictadura, sometiéndose sin rodeo alguno a censuras, engañando, ocultando información, ya comporta una conducta digna de reproche, más llamativo resulta que el crecimiento de Morales Solá como periodista hubiera ocurrido, precisamente, al amparo de los dictadores. En fin, el melancólico propósito de Morales Solá de presentarse hoy como paradigma del periodismo independiente y albacea de los principios éticos, suena a insulto, a burda ocurrencia. La cuestión, estimado Morales Solá, es muy sencilla. El que quiere honra, ha escrito García Lorca, que se porte bien. La honradez es una virtud que solamente adquiere vuelo e identidad con el correr del tiempo, y nunca jamás a partir de su mera enunciación. El hombre que desde el llano solemnemente se declara honrado, incurre en un atrevimiento, pues su honradez no puede ni debe ser declarada, sí, en cambio, advertida, admirada y celebrada, pero no por él sino por el otro, por el vecino, y, en el caso que nos compete, por los lectores. Todo es cuestión de tiempo. Morales Solá necesitó un buen puñado de años para caer en la cuenta de que la madrugada del 24 de marzo de 1976 fue "triste"; lapso similar precisó para cobrar coraje y anteponer el amable adjetivo "prepotente" al infausto apellido Bussi. Los periodistas, me atrevo a colegir, no somos historiadores; debemos llamar a las cosas por su nombre, no años después, sino en el momento en que los acontecimientos ocurren. Si un régimen nos lo prohíbe, o si nos asalta el miedo, entonces más sensato, y, por sobre todas las cosas, más digno y plausible, es procurar suerte en otro oficio. Atentamente, Hernán López Echagüe

1 comentario:

Anónimo dijo...

joaquinmoralessola.blogspot.com