Democracias débiles en un mundo en intenso cambio
Por Daniel García Delgado*
Director del Área Estado y Políticas Públicas de la FLACSO Argentina
Introducción
El análisis del rumbo y orientación estratégica del país hoy por hoy no puede estar disociado de integrar una visión global, la disputa por el formato del poder mundial, sea por la ratificación de la hegemonía y la unilateralidad, o por el surgimiento de una multipolaridad más cooperativa, vinculada al ascenso de China, las BRICS y el sur global, y qué oportunidades y riesgos trae ello para nuestro país y región.
Pero también tiene que ver con interrogarse sobre ¿dónde estamos parados?, ¿hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir? En todo caso, sobre cuánto puede salirse de cierto voluntarismo sobre el rumbo al que deberíamos ir efectivamente, pero que no parece ser así. Porque las decisiones políticas del gobierno han tomado derivas que, junto con la pandemia, una polarización política, judicialización, generan situaciones de desconfianza, debilidad de las democracias. En realidad, estamos yendo hacia otro lado del que pensábamos debíamos ir, de modelo de democracia y desarrollo sustentable e inclusivo. Lo cierto es que el sistema decisional del Ejecutivo democrático del Frente de Todos y el poder fáctico han llevado de una u otra forma a tomar otro rumbo del que parecía debía ser, de la promesa electoral[1]. Necesitamos entonces interrogarnos sobre si ¿es posible realizar un equilibrio, entre el realismo de lo que efectivamente está pasando y, a la vez, mantener esperanzas de proyectos democráticos inclusivos y sustentables?
Director del Área Estado y Políticas Públicas de la FLACSO Argentina
Introducción
El análisis del rumbo y orientación estratégica del país hoy por hoy no puede estar disociado de integrar una visión global, la disputa por el formato del poder mundial, sea por la ratificación de la hegemonía y la unilateralidad, o por el surgimiento de una multipolaridad más cooperativa, vinculada al ascenso de China, las BRICS y el sur global, y qué oportunidades y riesgos trae ello para nuestro país y región.
Pero también tiene que ver con interrogarse sobre ¿dónde estamos parados?, ¿hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir? En todo caso, sobre cuánto puede salirse de cierto voluntarismo sobre el rumbo al que deberíamos ir efectivamente, pero que no parece ser así. Porque las decisiones políticas del gobierno han tomado derivas que, junto con la pandemia, una polarización política, judicialización, generan situaciones de desconfianza, debilidad de las democracias. En realidad, estamos yendo hacia otro lado del que pensábamos debíamos ir, de modelo de democracia y desarrollo sustentable e inclusivo. Lo cierto es que el sistema decisional del Ejecutivo democrático del Frente de Todos y el poder fáctico han llevado de una u otra forma a tomar otro rumbo del que parecía debía ser, de la promesa electoral[1]. Necesitamos entonces interrogarnos sobre si ¿es posible realizar un equilibrio, entre el realismo de lo que efectivamente está pasando y, a la vez, mantener esperanzas de proyectos democráticos inclusivos y sustentables?
Democracias débiles y amenazadas
Ahora bien, ¿por qué lo de democracias débiles o amenazadas? Si bien estamos en una época especial, de aceleración del tiempo, del tiempo corto y de lo efímero en que vive la mayor parte de la gente y que la pandemia acentuó junto a una mayor desigualdad; y si bien ya se habían ensayado conceptualizaciones sobre la democracia que no coincidían con las expectativas mayoritaritas, creemos que nos debemos una caracterización más actual luego de las democracias “de baja intensidad” de G. O´Donnell[2], que hacían referencia más a la orientación al consumo de la libertad de los modernos que a la esfera pública.[3] Proponemos así el concepto de democracias débiles y amenazadas en otro sentido, menos institucional y procedimental y más orientado a un sentido sustantivo.
Esta debilidad ya comenzó en los setenta, con el ascenso del neoliberalismo autoritario, el comienzo del capitalismo especulativo de financierización y concentración; luego continuado por las privatizaciones y desindustrialización del Consenso de Washington, donde se despojó al Estado de numerosos instrumentos de regulación por el menemismo; y luego, por la inflación, aumento de la pobreza, pérdida de calidad de vida y del endeudamiento del neoliberalismo tardío de Macri. Ahora, en esta segunda década del siglo XXI, se acentúa por diversas razones y en casi todos los países de la nueva ola progresista, ya sea por esta fuerte asimetría entre poder fáctico y el institucional democrático, o sea por anteriores desguaces de capacidades, por un capitalismo de concentración, especulación y fuga capaz de condicionar las orientaciones más distributivas, por una ‘rebelión de las élites’ con bajo compromiso con sus sociedades; y todo eso acentuado por la globalización. También por un Poder Judicial que incorpora una nueva doctrina del derecho, el lawfare[4], y actúa como partido de la derecha o, directamente, como gobierno de los jueces por encima de la política.
En esta segunda ola progresista de la región, luego del neoliberalismo tardío, estas democracias no hacen mucho de lo prometido en sus políticas públicas y, al mismo tiempo, están sujetas a su carácter cíclico/pendular. Son débiles en su capacidad de acumulación de poder, de transformación económica-social o de modificaciones progresivas en términos de reducción de la pobreza o mejorar la distribución del ingreso. Un ejemplo reciente puede servir, el de Boric en Chile, de un líder de una coalición que había empezado con mucha fuerza y es debilitado por la derrota del referéndum sobre la misma Constitución que lo había promovido. También débiles e inciertas en su posibilidades de reelección de los diferentes gobiernos progresistas a diferencia de la primera ola, así como de mantener el apoyo de la coalición social inicial durante un ciclo más largo.
Un primer punto explicativo de la conceptualización adoptada es la asimetría de poder que se observa entre el poder fáctico altamente concentrado judicial, comunicacional y articulado en una estrategia de no admitir regulaciones, de libre mercado y reducir el Estado, con el poder institucional y democrático. Estas democracias débiles se deben, en parte, a la configuración de liderazgos seducidos por un estilo político consensualista, de gestionar y tomar decisiones, como canto de sirena que les dice que les irá mejor con la moderación, el diálogo y el consenso con los grandes empresarios e intereses, sin considerar en algunos casos el conflicto inherente a la política en relaciones de poder, derechos, o simplemente en favor del bien común.
Debilidad porque las recetas heterodoxas -el logos que guiaba las coaliciones progresistas o nacional populares- decaen en su incidencia y poder de apelación en la medida que el modelo de desarrollo que se va gestando no es ya de mercado interno y consumo creciente -que era el 70% del PBI en etapas anteriores-. Es un nuevo modelo de exportación de commodities e industria, de economía del conocimiento y recursos naturales estratégicos con bajos salarios y que tiende al bajo crecimiento y a la reducción del consumo para evitar mayores importaciones. Esa debilidad y fragilidad de la democracia está relacionada también a su carácter de ser sociedades dependientes y endeudadas.
Los ganadores de este proceso democrático son la soja y los bancos. ¿Qué se hizo del saldo comercial de los primeros años exponenciales de las exportaciones agropecuarias y las reservas existentes?, se pregunta Horacio Rovelli. La principal explicación es un informe que circula en los despachos oficiales que le pone cifras a un dato que es admitido en el Banco Central: un grupo de empresas, de las más importantes de la Argentina, accedieron a dólares baratos para cancelar la deuda que habían contraído en los años del macrismo y para sus importaciones. Energéticas, bancos, constructoras, alimenticias y firmas del sector de la comunicación accedieron a nada menos que 23.710 millones de dólares. En segundo lugar, el impacto monetario no es menor, dado que se absorben los pesos emitidos para pagar $200 por el dólar soja a una tasa del 75% anual nominal y que, efectiva, ronda el 100%. A esa tasa aumentan las inmovilizaciones (encajes remunerados del BCRA), que solamente comparando con el mes anterior, son de casi 1,2 billones de pesos. El sistema financiero expande en un mes (30 días) casi 1,2 billones de pesos las inmovilizaciones que los bancos cobran sin correr ningún riesgo, sólo por tener la autorización para captar depósitos del público. Se dan vuelta y se lo prestan al BCRA a una tasa mayor y ganan la diferencia.[5]
También incide la avidez empresaria que aumenta los alimentos generando una inflación por oferta más que por demanda. La falta de solidaridad ante situaciones afligentes y concepción de propiedad absoluta de sus bienes, divisas o grandes producciones acentúa esta democracia con libertades e individualismo crecientes, pero sin igualdad. Y si bien varias voces han advertido sobre la responsabilidad empresaria en los aumentos donde hay márgenes de ganancias excesivas, gran parte de los aumentos de precios provienen de la puja distributiva, una puja que no está impulsada por los salarios, sino por la avidez de ganancia empresaria y por falta de autoridad del Estado para poner un límite a la misma. La puja se produce porque las empresas, especialmente las más grandes que se mueven en mercados altamente concentrados, aumentan sus precios para captar el mayor poder de compra de los salarios ante cada recomposición o para reducir el margen de sus proveedores, en especial las pymes, y la suba de los subsidios.
Por último, nos dejan estas democracias débiles y amenazadas, tanto por el lawfare como por el intento deliberado de proscribir la posible candidatura de la vicepresidente -como ya se realizara con anterioridad con Lula en Brasil-, como con la posibilidad de una incitación a la violencia para la resolución de los conflictos. Más aún, el intento de magnicidio, la falta de colaboración del sistema judicial con la investigación, y hasta la falta de diálogo político de la oposición para establecer estándares donde se sujete la competencia política en el 2023 dentro de ciertos parámetros de convivencia pacífica, son también elementos amenazantes. Y si el poder económico ha alcanzado un nivel de ejercicio que neutraliza la vocación del Estado para establecer un régimen de distribución del ingreso (tipo 50 y 50), “la democracia afronta debilidad porque el mercado, al que deberían establecérsele reglas y definiciones de la ciudadanía, se ha vuelto un ámbito que la determina en lugar de ser determinado por ella”.[6]Democracias con situaciones sociales y culturales crecientemente complicadas
El modelo en que hemos entrado sale del imaginario heterodoxo, neodesarrollista, kirchnerista, para entrar en otro, ortodoxo. No de mercado interno sino externo. Entrando en la situación social que sigue la tendencia de un modelo de crecimiento con precarización, de salarios bajos de línea de pobreza, con el crecimiento del PBI, de las tasas elevadas de ganancia de las empresas de sectores específicos: la economía del conocimiento, el sector industrial automotriz, el modelo agroexportador, del de maquinaria agrícola, pero junto a un mercado interno que va para atrás, que va a ser perjudicado por las proyecciones presupuestarias a la baja del gasto público, de la inversión y salarios y del PBI.
Al respecto, el CEPA (Centro de Economía Política Argentina) elaboró un informe que llega a la concluyente verificación de que las principales firmas industriales y de servicios, en el período 2015-2022, “tuvieron una rentabilidad extraordinaria al tiempo que se reducían sus costos laborales. Es decir, ganaron más y pagaron menos salarios”, mientras CIFRA-CTA muestra una caída de salarios en promedio superior al 20% en términos reales desde enero de 2017 a junio de 2022. Este Centro calculó que la participación de los trabajadores en el ingreso cayó entre el primer trimestre de 2016 al primero de 2022 del 54.2% del ingreso al 46,9% del mismo, mientras que los apropiadores del excedente avanzaron desde el 42,2% al 47,8%. Así, la evidencia que se puede leer muestra que la participación en el excedente de las mayores empresas avanzó mucho más, significando transferencias de excedente también desde sectores menos concentrados del empresariado a otros más poderosos.[7] Si a eso le sumamos los datos del INDEC con un índice de pobreza de 36,5 % se trata de unos 17 millones de personas en todo el país cuyos ingresos no alcanzan para satisfacer sus necesidades básicas. Asimismo, diversos informes coinciden en que los recortes para reducir el déficit en 2023 afectarán servicios sociales y prestaciones previsionales.[8]
El incremento de la conflictividad social que se observa en los sectores populares y trabajadores va en lógico crecimiento y forma parte de este dilema democrático. Se expresa en varias dimensiones: el impacto de la inflación la principal demanda popular, nunca resuelta; sobre los ingresos de los trabajadores informales y de la economía popular. Se asocia a los reclamos, acampes y cortes de ruta de los movimientos sociales de izquierda (Polo Obrero, CCC) y de la economía popular; por el aumento del Salario Complementario y ampliar el cupo de Potenciar Trabajo del Ministerio de Desarrollo Social, el conflicto de los neumáticos, de camioneros y el aumento de la pobreza e indigencia (Informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA), y en el deterioro de las condiciones de vida y un riesgo cada vez mayor de implosión social en el inicio del verano, aumento de la violencia en los barrios, en las familias y, finalmente, el riesgo de la anomia y la expansión del narcotráfico.
A esto se suma lo directamente provocado por la derecha. En CABA, Larreta se salió de la modalidad ‘paloma’, y pasó a la categoría de halcón, y puede disputarle a Macri la pole position de la próxima campaña. Esto le fue muy útil en el conflicto escolar, en que no ofrece canales de diálogo y justifica la judicialización del conflicto. Vuelve a utilizar la educación como eje articulador de su discurso y grieta con respecto al Gobierno y al Frente de Todos. En la última toma de escuelas por problemas de viandas, pasantías de baja calidad y ausencia de inversión en infraestructura, le sirve para aumentar la tensión entre la visión de poner ‘mano dura’ ante el presunto caos estudiantil, que asocia a todas las formas de protesta social existentes. Es decir, el jefe de gobierno de CABA se ofrece como garante del orden y del fiel cumplimiento del logos de AEA, que puede sintetizarse en la no intervención del Estado en los mercados, propiedad privada absoluta y una posición de dureza sobre cualquier conflicto social que pueda cuestionar el orden de cosas establecido.
Esto pone de manifiesto dos elementos culturales que interactúan en simultáneo: los discursos del odio, y la tendencia a la desilusión política. Porque junto con esta declinación social los medios hegemónicos incrementan una cultura del odio por operadores especializados que facilitan la introducción de clivajes divisores, fragmentarios y hasta de violencia en la sociedad. No es fácil gobernar en estas situaciones. Esto es una continuidad de la batalla cultural iniciada por el macrismo en su anterior período gubernamental, de cambiar el ethos más igualitario y pro Estado configurado en el contrato social del Estado de Bienestar y la creencia en la justicia social y no en la meritocracia, pero con aumentos crecientes de la intensidad de los cuestionamientos antiinstitucionales que llevan a manifestaciones neofascistas, antidemocráticas, como de las que hemos sido testigo estos meses y cuya eclosión fue el intento de magnicidio. A su vez, estos grupos son alimentados por sus consignas y análisis, que les da identidad, orientación y propósito a vidas inciertas.
En segundo lugar, se revela una escisión creciente entre elites políticas de la coalición de gobierno y organizaciones populares a la hora de definir leyes. Un problema de crisis de representación; de la decepción que invade los ánimos y que alimenta la desconfianza en la democracia[10]. De esta disociación sobre que en gobiernos populares sus funcionarios deberían hacer otra cosa, que los gobiernos cumplan con sus programas o incorporen demandas, o se pueda influir en las decisiones y leyes; mientras las elites políticas se autonomizan –como, por ejemplo, en las luchas por el espacio público ante convocatorias que no son vinculantes[11]-. En realidad, el malestar social se canaliza más que hacia las empresas y grupos concentrados, hacia las autoridades públicas y a los referentes políticos a los que perciben como responsables de la situación de falta de respuesta. Ya se experimentó este síndrome en las PASO del 2020 y esta percepción sigue profundizándose, con lo que se genera una creciente bronca hacia la clase política que se expresa en algunos casos con apartamiento, escepticismo, con derivas de voto extremo o apatía. La disolución del demos que, además, se acentúa cuando se observa el sistema político como un juego de egos que buscan posicionarse para los próximos escenarios, que les permitan mantener sus posiciones de poder. Así, el diagnóstico de un proyecto integrador nacional de destino común tiende a desaparecer tras el proyecto individual.
Al mismo tiempo, para resolver los problemas de ingreso en los empleos, de las condiciones de vida de los sectores populares, los gobiernos no parecen tener respuesta en el escenario que se ha constituido tras la brusca salida del Ministerio de Economía de M. Guzmán dejando al país al borde de un abismo, como por las condiciones internacionales adversas. Asimismo, los condicionamientos macroeconómicos del FMI, en sus políticas y revisiones, presionan hacia una lógica de ajuste de ir a un bajo crecimiento del PBI para el año próximo, de suponer que la emisión genera inflación y, por tanto, de no emisión y búsqueda de reducción del déficit.
Esta orientación ha estado apoyada políticamente por el gobierno de AF, el Ministro de Economía actual, el de Massa, que no es un neoliberal clásico, pero es una resultante del abismo creado por la orientación de M. Guzmán y su intempestiva renuncia. También sabe, por conveniencia o creencia, de las necesidades para estabilizar un país, de salir del abismo sin vender su racionalidad a la avidez de los cazadores de dólares que operan en los intersticios de los mecanismos de control. Pero lo cierto es que las orientaciones progresistas, tanto políticas de un sindicalismo más combativo, o movimientos sociales como el de derechos humanos y de la economía popular, y pymes, aparecen como piezas sueltas de una fuerza sin articulación propia, o tratando de rectificar un bloque que va en otra dirección. No habría un proyecto estratégico articulador entre estas partes y eso forma parte del país real y de la democracia débil.El liderazgo moderado y el debilitamiento del Frente de Todos.
El presidente A.F. probablemente sea un buen armador, articulador y componedor de conflictos, pero carece de dimensión estratégica y de visión agonística de la política. Más allá del buen desempeño que el gobierno nacional tuvo en la pandemia con el Estado presente, decisiones tomadas con relación al FMI, el caso Vicentín, la derrota autoinfligida en las PASO con ajuste; la legitimación del endeudamiento fraudulento sin un intento de negociación más fuerte, fueron aumentando la desilusión con la conducción. Como señala R. Aronskind, “La debilidad y la falta de convicción que el gobierno mostró frente a diversas dificultades, desde las políticas de protección económica en la pandemia hasta Vicentin, el dragado del Paraná, la defensa de las reservas del Banco Central, la admisión pasiva del insólito crédito del FMI, el control de la inflación especialmente en alimentos, la continuidad de la fuga de capitales por diversos medios, no hizo sino profundizar su debilidad en relación a los factores de poder privados”. [12]
Asimismo, y en esta misma dirección, un colectivo de artistas e intelectuales del kirchnerismo señalan un momento significativo que atravesamos. Uno en que “La política gubernamental ha llegado a su punto más trágico, la preparación de escenarios donde no se realizan anuncios. Es la práctica fallida de anticipar políticas que no se concretan: el mismo Gobierno genera las expectativas y la defraudación de las expectativas. Es el instante cruel donde la moderación se transforma en impotencia. Donde deciden bajarle la intensidad a la política y, como efecto no deseado, suprimen la política. Proponen ir despacio, pero terminan inmóviles. Pretenden hablar suave pero se vuelven inaudibles. Todo lo que se presenta moderado termina siendo débil y sin capacidad transformadora”.[13] Pero el riesgo de esta orientación de culto candoroso al consenso como forma ideal de gobierno es alto. La derecha, en cambio, cree fervientemente en la lucha de clases, defiende sin tapujos sus intereses y, a la hora de gobernar, lo va hacer sin preocuparse por construir un imposible consenso.
También, luego del alegato espectacularizado del fiscal Luciani contra CFK en la causa de Vialidad que se lleva a cabo contra la vicepresidenta y que busca proscribirla, y mucho más luego del intento de magnicidio, parecía que no existía otro referente político electoral más potente que CFK. Nadie del Frente de Todos podía concitar la audiencia que dio en su defensa y la expectativa que generan sus palabras. Sin embargo, la tregua en el Frente de Todos tras la llegada de Sergio Massa y el atentado a Cristina Kirchner terminó, y Alberto Fernández comenzó a mostrar poder de daño para abrir una negociación. El presidente y su entorno acumularon una serie de movimientos que dan cuenta del fin de la supuesta armonía a la que había llegado el oficialismo en varias decisiones.
La silenciosa intención oficialista de suspender las PASO se choca con las palabras del presidente Fernández que dijo que quería primarias en todas las candidaturas en el momento que desde el kirchnerismo consideraban innecesario que se hablara de ese tema cuando estaban analizando la posibilidad de hacer todo lo contrario. Se trató de un misil de la Rosada a la estrategia electoral de vastos sectores del peronismo que podrían darle chances de retener el poder el año que viene. Luego, empujó a la CGT a rechazar la idea de la propia Cristina en alianza con los sectores más combativos de la CGT, pidiendo una suma fija para levantar los salarios que están en la base de la pirámide. Así “los gordos de la CGT” se opusieron porque argumentaron que si el Estado intervenía ellos se quedaban sin su rol y hasta llegaron a decir que se ponía en riesgo la paritaria, tradicional herramienta de lucha obrera, exigiendo en cambio la reapertura de las paritarias.[14] Y, finalmente, queda en la ingravidez hasta ahora las características y representatividad que tendrá el acto del 17 de octubre, después de haber considerado una presentación protagónica suya en Tucumán.
Lo cierto es que la orientación moderada del presidente “dialoguista” de evitar todo conflicto no tendió a generar sinergia, a fortalecer la coalición como un todo, a generar unidad, sino favorecer lo contrario, una cesura interna con dos líneas enfrentadas dentro del Frente, empoderar al poder fáctico y tomar distancia de su base social. Y es parte de un error estratégico del presidente pensar que es él el líder del Frente y del peronismo o, en todo caso, aceptar la seducción del establishment y su obsesión de que el kirchnerismo es parte del problema y no de la solución para gobernar el país.
En el oficialismo creen que las maniobras del presidente desnudan su intento de negociar las listas para el año que viene y para que sepan que todavía puede hacer daño. Entonces la pregunta que surge es: ¿Cómo pararse frente a esta posición anti CFK de Alberto, siendo que CFK puede ser la candidata con más posibilidades de triunfar en la contienda electoral del 2023? Así, en la democracia débil, es todo un dilema el que se afronta para evitar la derrota del 2023, el que no se apoye a la candidata más competitiva. Pero la deriva del pensamiento de AF es salir impoluto del gobierno como de un presidente que aprendió bien las reglas del neo-institucionalismo de no conflictuar con el establishment y quedar guarecido de que lo imputen por cualquier cosa, salir incólume en todo caso de su retiro del gobierno. El dilema debilita la democracia y no queda claro cómo se lo resuelve.¿Lo regional como esperanza?
Tal vez el triunfo de Lula en el ballotage pueda modificar en algo expectativas para la izquierda y lo nacional popular en lo regional, de un reforzamiento de una alianza que en el pasado generó mucha sinergia. Pero lo cierto es que los resultados de la primera vuelta no obedecieron ni a las predicciones de las encuestas de opinión que lo daban ganador en primera vuelta, ni a las expectativas de sus partidarios -el 48,36% de Lula frente al 43,25% de Bolsonaro-. El jefe petista no pudo asegurar su victoria y el ultraderechista dio la sorpresa superando la intención de voto que se le atribuía. La polarización funcionó a pleno y mostró un Brasil dividido casi por mitades. El ballotaje del domingo 30 de octubre se presenta abierto con una leve ventaja para Lula. Si los sondeos y encuestas indicaban una ventaja de entre siete y diez puntos, esa ha sido la primera victoria de Bolsonaro. Pero la segunda y más contundente victoria se dio tanto en la formación de lo que será a partir de 2023 el Congreso como en los gobiernos provinciales.
La verdad es que el abyecto y desequilibrado Bolsonaro sorprendió por cómo obtuvo resultados especialmente positivos en todo el país. A excepción del nordeste pobre, de donde Lula salió para seducir y conquistar todo el país, Bolsonaro ganó en todas las demás regiones, exceptuando a Minas Gerais en el sudeste[15]. Observamos que parte de los síntomas de las democracias débiles de los que considerábamos que Brasil se preservaría, ya están presentes allí también. La derecha y la extrema derecha han avanzado social y culturalmente estos años. La democracia se ha fragilizado tanto que la apoliticidad de la sociedad lleva a aceptar como indiferente cosas que antes eran inaceptables, sea porque había más conciencia de clase, más proyecto comunitario o idea de bien común. El neoliberalismo en sus tres diversas olas ha terminado generando una sociedad fragmentada, polarizada y sin ethos común.
No obstante, también es probable que Lula pueda ganar en el ballotage dentro de un mes y dentro de su espacio de poder y proyecto apueste por la integración regional para que esta pueda reconstituirse de forma de configurar un polo que les de identidad, defensa de sus intereses e impulso para una multipolaridad más cooperativa y no de imposición. Porque un Brasil con Lula a la cabeza probablemente propiciará una alianza continental que iría desde el México de Andrés López Obrador hasta la Argentina de Alberto Fernández, articulando con los gobiernos de Luis Arce Catacora en Bolivia, Gabriel Boric de Chile o el más reciente de Gustavo Petro de Colombia. Incluso sumaría a la Venezuela de Nicolás Maduro y mismo a la Cuba de Miguel Díaz Canel. Este realineamiento podría potenciar a Brasil y a los países de la región en el escenario internacional, tanto en vínculos con otras potencias mundiales como China y Rusia, así como el posicionamiento en organismos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, marcando una línea que propone el desarrollo frente al mero ajuste fiscal como respuesta económica. [16]
Pero lo cierto es que Argentina si bien estuvo presente en las elecciones de este fin de semana en Brasil, no lo hizo en el papel que creía, de acompañar el nuevo empuje progresista del país más importante de la región. Es que la perspectiva de Lula es que el acuerdo que cerró Alberto con el FMI es malo, y que probablemente el peronismo pierda las elecciones en el 2023 en manos de Larreta. La lectura de Lula sobre el acuerdo con el FMI no es sólo una retórica electoral que dice puertas afuera, sino que es parte de un debate interno: “El acuerdo fue malo, es claro. No pudieron poner en marcha un plan económico de estabilización ni controlar el aumento de la pobreza. Es una tragedia”.[17]
Ahora bien, ¿por qué lo de democracias débiles o amenazadas? Si bien estamos en una época especial, de aceleración del tiempo, del tiempo corto y de lo efímero en que vive la mayor parte de la gente y que la pandemia acentuó junto a una mayor desigualdad; y si bien ya se habían ensayado conceptualizaciones sobre la democracia que no coincidían con las expectativas mayoritaritas, creemos que nos debemos una caracterización más actual luego de las democracias “de baja intensidad” de G. O´Donnell[2], que hacían referencia más a la orientación al consumo de la libertad de los modernos que a la esfera pública.[3] Proponemos así el concepto de democracias débiles y amenazadas en otro sentido, menos institucional y procedimental y más orientado a un sentido sustantivo.
Esta debilidad ya comenzó en los setenta, con el ascenso del neoliberalismo autoritario, el comienzo del capitalismo especulativo de financierización y concentración; luego continuado por las privatizaciones y desindustrialización del Consenso de Washington, donde se despojó al Estado de numerosos instrumentos de regulación por el menemismo; y luego, por la inflación, aumento de la pobreza, pérdida de calidad de vida y del endeudamiento del neoliberalismo tardío de Macri. Ahora, en esta segunda década del siglo XXI, se acentúa por diversas razones y en casi todos los países de la nueva ola progresista, ya sea por esta fuerte asimetría entre poder fáctico y el institucional democrático, o sea por anteriores desguaces de capacidades, por un capitalismo de concentración, especulación y fuga capaz de condicionar las orientaciones más distributivas, por una ‘rebelión de las élites’ con bajo compromiso con sus sociedades; y todo eso acentuado por la globalización. También por un Poder Judicial que incorpora una nueva doctrina del derecho, el lawfare[4], y actúa como partido de la derecha o, directamente, como gobierno de los jueces por encima de la política.
En esta segunda ola progresista de la región, luego del neoliberalismo tardío, estas democracias no hacen mucho de lo prometido en sus políticas públicas y, al mismo tiempo, están sujetas a su carácter cíclico/pendular. Son débiles en su capacidad de acumulación de poder, de transformación económica-social o de modificaciones progresivas en términos de reducción de la pobreza o mejorar la distribución del ingreso. Un ejemplo reciente puede servir, el de Boric en Chile, de un líder de una coalición que había empezado con mucha fuerza y es debilitado por la derrota del referéndum sobre la misma Constitución que lo había promovido. También débiles e inciertas en su posibilidades de reelección de los diferentes gobiernos progresistas a diferencia de la primera ola, así como de mantener el apoyo de la coalición social inicial durante un ciclo más largo.
Un primer punto explicativo de la conceptualización adoptada es la asimetría de poder que se observa entre el poder fáctico altamente concentrado judicial, comunicacional y articulado en una estrategia de no admitir regulaciones, de libre mercado y reducir el Estado, con el poder institucional y democrático. Estas democracias débiles se deben, en parte, a la configuración de liderazgos seducidos por un estilo político consensualista, de gestionar y tomar decisiones, como canto de sirena que les dice que les irá mejor con la moderación, el diálogo y el consenso con los grandes empresarios e intereses, sin considerar en algunos casos el conflicto inherente a la política en relaciones de poder, derechos, o simplemente en favor del bien común.
Debilidad porque las recetas heterodoxas -el logos que guiaba las coaliciones progresistas o nacional populares- decaen en su incidencia y poder de apelación en la medida que el modelo de desarrollo que se va gestando no es ya de mercado interno y consumo creciente -que era el 70% del PBI en etapas anteriores-. Es un nuevo modelo de exportación de commodities e industria, de economía del conocimiento y recursos naturales estratégicos con bajos salarios y que tiende al bajo crecimiento y a la reducción del consumo para evitar mayores importaciones. Esa debilidad y fragilidad de la democracia está relacionada también a su carácter de ser sociedades dependientes y endeudadas.
Los ganadores de este proceso democrático son la soja y los bancos. ¿Qué se hizo del saldo comercial de los primeros años exponenciales de las exportaciones agropecuarias y las reservas existentes?, se pregunta Horacio Rovelli. La principal explicación es un informe que circula en los despachos oficiales que le pone cifras a un dato que es admitido en el Banco Central: un grupo de empresas, de las más importantes de la Argentina, accedieron a dólares baratos para cancelar la deuda que habían contraído en los años del macrismo y para sus importaciones. Energéticas, bancos, constructoras, alimenticias y firmas del sector de la comunicación accedieron a nada menos que 23.710 millones de dólares. En segundo lugar, el impacto monetario no es menor, dado que se absorben los pesos emitidos para pagar $200 por el dólar soja a una tasa del 75% anual nominal y que, efectiva, ronda el 100%. A esa tasa aumentan las inmovilizaciones (encajes remunerados del BCRA), que solamente comparando con el mes anterior, son de casi 1,2 billones de pesos. El sistema financiero expande en un mes (30 días) casi 1,2 billones de pesos las inmovilizaciones que los bancos cobran sin correr ningún riesgo, sólo por tener la autorización para captar depósitos del público. Se dan vuelta y se lo prestan al BCRA a una tasa mayor y ganan la diferencia.[5]
También incide la avidez empresaria que aumenta los alimentos generando una inflación por oferta más que por demanda. La falta de solidaridad ante situaciones afligentes y concepción de propiedad absoluta de sus bienes, divisas o grandes producciones acentúa esta democracia con libertades e individualismo crecientes, pero sin igualdad. Y si bien varias voces han advertido sobre la responsabilidad empresaria en los aumentos donde hay márgenes de ganancias excesivas, gran parte de los aumentos de precios provienen de la puja distributiva, una puja que no está impulsada por los salarios, sino por la avidez de ganancia empresaria y por falta de autoridad del Estado para poner un límite a la misma. La puja se produce porque las empresas, especialmente las más grandes que se mueven en mercados altamente concentrados, aumentan sus precios para captar el mayor poder de compra de los salarios ante cada recomposición o para reducir el margen de sus proveedores, en especial las pymes, y la suba de los subsidios.
Por último, nos dejan estas democracias débiles y amenazadas, tanto por el lawfare como por el intento deliberado de proscribir la posible candidatura de la vicepresidente -como ya se realizara con anterioridad con Lula en Brasil-, como con la posibilidad de una incitación a la violencia para la resolución de los conflictos. Más aún, el intento de magnicidio, la falta de colaboración del sistema judicial con la investigación, y hasta la falta de diálogo político de la oposición para establecer estándares donde se sujete la competencia política en el 2023 dentro de ciertos parámetros de convivencia pacífica, son también elementos amenazantes. Y si el poder económico ha alcanzado un nivel de ejercicio que neutraliza la vocación del Estado para establecer un régimen de distribución del ingreso (tipo 50 y 50), “la democracia afronta debilidad porque el mercado, al que deberían establecérsele reglas y definiciones de la ciudadanía, se ha vuelto un ámbito que la determina en lugar de ser determinado por ella”.[6]Democracias con situaciones sociales y culturales crecientemente complicadas
El modelo en que hemos entrado sale del imaginario heterodoxo, neodesarrollista, kirchnerista, para entrar en otro, ortodoxo. No de mercado interno sino externo. Entrando en la situación social que sigue la tendencia de un modelo de crecimiento con precarización, de salarios bajos de línea de pobreza, con el crecimiento del PBI, de las tasas elevadas de ganancia de las empresas de sectores específicos: la economía del conocimiento, el sector industrial automotriz, el modelo agroexportador, del de maquinaria agrícola, pero junto a un mercado interno que va para atrás, que va a ser perjudicado por las proyecciones presupuestarias a la baja del gasto público, de la inversión y salarios y del PBI.
Al respecto, el CEPA (Centro de Economía Política Argentina) elaboró un informe que llega a la concluyente verificación de que las principales firmas industriales y de servicios, en el período 2015-2022, “tuvieron una rentabilidad extraordinaria al tiempo que se reducían sus costos laborales. Es decir, ganaron más y pagaron menos salarios”, mientras CIFRA-CTA muestra una caída de salarios en promedio superior al 20% en términos reales desde enero de 2017 a junio de 2022. Este Centro calculó que la participación de los trabajadores en el ingreso cayó entre el primer trimestre de 2016 al primero de 2022 del 54.2% del ingreso al 46,9% del mismo, mientras que los apropiadores del excedente avanzaron desde el 42,2% al 47,8%. Así, la evidencia que se puede leer muestra que la participación en el excedente de las mayores empresas avanzó mucho más, significando transferencias de excedente también desde sectores menos concentrados del empresariado a otros más poderosos.[7] Si a eso le sumamos los datos del INDEC con un índice de pobreza de 36,5 % se trata de unos 17 millones de personas en todo el país cuyos ingresos no alcanzan para satisfacer sus necesidades básicas. Asimismo, diversos informes coinciden en que los recortes para reducir el déficit en 2023 afectarán servicios sociales y prestaciones previsionales.[8]
El incremento de la conflictividad social que se observa en los sectores populares y trabajadores va en lógico crecimiento y forma parte de este dilema democrático. Se expresa en varias dimensiones: el impacto de la inflación la principal demanda popular, nunca resuelta; sobre los ingresos de los trabajadores informales y de la economía popular. Se asocia a los reclamos, acampes y cortes de ruta de los movimientos sociales de izquierda (Polo Obrero, CCC) y de la economía popular; por el aumento del Salario Complementario y ampliar el cupo de Potenciar Trabajo del Ministerio de Desarrollo Social, el conflicto de los neumáticos, de camioneros y el aumento de la pobreza e indigencia (Informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA), y en el deterioro de las condiciones de vida y un riesgo cada vez mayor de implosión social en el inicio del verano, aumento de la violencia en los barrios, en las familias y, finalmente, el riesgo de la anomia y la expansión del narcotráfico.
A esto se suma lo directamente provocado por la derecha. En CABA, Larreta se salió de la modalidad ‘paloma’, y pasó a la categoría de halcón, y puede disputarle a Macri la pole position de la próxima campaña. Esto le fue muy útil en el conflicto escolar, en que no ofrece canales de diálogo y justifica la judicialización del conflicto. Vuelve a utilizar la educación como eje articulador de su discurso y grieta con respecto al Gobierno y al Frente de Todos. En la última toma de escuelas por problemas de viandas, pasantías de baja calidad y ausencia de inversión en infraestructura, le sirve para aumentar la tensión entre la visión de poner ‘mano dura’ ante el presunto caos estudiantil, que asocia a todas las formas de protesta social existentes. Es decir, el jefe de gobierno de CABA se ofrece como garante del orden y del fiel cumplimiento del logos de AEA, que puede sintetizarse en la no intervención del Estado en los mercados, propiedad privada absoluta y una posición de dureza sobre cualquier conflicto social que pueda cuestionar el orden de cosas establecido.
Esto pone de manifiesto dos elementos culturales que interactúan en simultáneo: los discursos del odio, y la tendencia a la desilusión política. Porque junto con esta declinación social los medios hegemónicos incrementan una cultura del odio por operadores especializados que facilitan la introducción de clivajes divisores, fragmentarios y hasta de violencia en la sociedad. No es fácil gobernar en estas situaciones. Esto es una continuidad de la batalla cultural iniciada por el macrismo en su anterior período gubernamental, de cambiar el ethos más igualitario y pro Estado configurado en el contrato social del Estado de Bienestar y la creencia en la justicia social y no en la meritocracia, pero con aumentos crecientes de la intensidad de los cuestionamientos antiinstitucionales que llevan a manifestaciones neofascistas, antidemocráticas, como de las que hemos sido testigo estos meses y cuya eclosión fue el intento de magnicidio. A su vez, estos grupos son alimentados por sus consignas y análisis, que les da identidad, orientación y propósito a vidas inciertas.
En segundo lugar, se revela una escisión creciente entre elites políticas de la coalición de gobierno y organizaciones populares a la hora de definir leyes. Un problema de crisis de representación; de la decepción que invade los ánimos y que alimenta la desconfianza en la democracia[10]. De esta disociación sobre que en gobiernos populares sus funcionarios deberían hacer otra cosa, que los gobiernos cumplan con sus programas o incorporen demandas, o se pueda influir en las decisiones y leyes; mientras las elites políticas se autonomizan –como, por ejemplo, en las luchas por el espacio público ante convocatorias que no son vinculantes[11]-. En realidad, el malestar social se canaliza más que hacia las empresas y grupos concentrados, hacia las autoridades públicas y a los referentes políticos a los que perciben como responsables de la situación de falta de respuesta. Ya se experimentó este síndrome en las PASO del 2020 y esta percepción sigue profundizándose, con lo que se genera una creciente bronca hacia la clase política que se expresa en algunos casos con apartamiento, escepticismo, con derivas de voto extremo o apatía. La disolución del demos que, además, se acentúa cuando se observa el sistema político como un juego de egos que buscan posicionarse para los próximos escenarios, que les permitan mantener sus posiciones de poder. Así, el diagnóstico de un proyecto integrador nacional de destino común tiende a desaparecer tras el proyecto individual.
Al mismo tiempo, para resolver los problemas de ingreso en los empleos, de las condiciones de vida de los sectores populares, los gobiernos no parecen tener respuesta en el escenario que se ha constituido tras la brusca salida del Ministerio de Economía de M. Guzmán dejando al país al borde de un abismo, como por las condiciones internacionales adversas. Asimismo, los condicionamientos macroeconómicos del FMI, en sus políticas y revisiones, presionan hacia una lógica de ajuste de ir a un bajo crecimiento del PBI para el año próximo, de suponer que la emisión genera inflación y, por tanto, de no emisión y búsqueda de reducción del déficit.
Esta orientación ha estado apoyada políticamente por el gobierno de AF, el Ministro de Economía actual, el de Massa, que no es un neoliberal clásico, pero es una resultante del abismo creado por la orientación de M. Guzmán y su intempestiva renuncia. También sabe, por conveniencia o creencia, de las necesidades para estabilizar un país, de salir del abismo sin vender su racionalidad a la avidez de los cazadores de dólares que operan en los intersticios de los mecanismos de control. Pero lo cierto es que las orientaciones progresistas, tanto políticas de un sindicalismo más combativo, o movimientos sociales como el de derechos humanos y de la economía popular, y pymes, aparecen como piezas sueltas de una fuerza sin articulación propia, o tratando de rectificar un bloque que va en otra dirección. No habría un proyecto estratégico articulador entre estas partes y eso forma parte del país real y de la democracia débil.El liderazgo moderado y el debilitamiento del Frente de Todos.
El presidente A.F. probablemente sea un buen armador, articulador y componedor de conflictos, pero carece de dimensión estratégica y de visión agonística de la política. Más allá del buen desempeño que el gobierno nacional tuvo en la pandemia con el Estado presente, decisiones tomadas con relación al FMI, el caso Vicentín, la derrota autoinfligida en las PASO con ajuste; la legitimación del endeudamiento fraudulento sin un intento de negociación más fuerte, fueron aumentando la desilusión con la conducción. Como señala R. Aronskind, “La debilidad y la falta de convicción que el gobierno mostró frente a diversas dificultades, desde las políticas de protección económica en la pandemia hasta Vicentin, el dragado del Paraná, la defensa de las reservas del Banco Central, la admisión pasiva del insólito crédito del FMI, el control de la inflación especialmente en alimentos, la continuidad de la fuga de capitales por diversos medios, no hizo sino profundizar su debilidad en relación a los factores de poder privados”. [12]
Asimismo, y en esta misma dirección, un colectivo de artistas e intelectuales del kirchnerismo señalan un momento significativo que atravesamos. Uno en que “La política gubernamental ha llegado a su punto más trágico, la preparación de escenarios donde no se realizan anuncios. Es la práctica fallida de anticipar políticas que no se concretan: el mismo Gobierno genera las expectativas y la defraudación de las expectativas. Es el instante cruel donde la moderación se transforma en impotencia. Donde deciden bajarle la intensidad a la política y, como efecto no deseado, suprimen la política. Proponen ir despacio, pero terminan inmóviles. Pretenden hablar suave pero se vuelven inaudibles. Todo lo que se presenta moderado termina siendo débil y sin capacidad transformadora”.[13] Pero el riesgo de esta orientación de culto candoroso al consenso como forma ideal de gobierno es alto. La derecha, en cambio, cree fervientemente en la lucha de clases, defiende sin tapujos sus intereses y, a la hora de gobernar, lo va hacer sin preocuparse por construir un imposible consenso.
También, luego del alegato espectacularizado del fiscal Luciani contra CFK en la causa de Vialidad que se lleva a cabo contra la vicepresidenta y que busca proscribirla, y mucho más luego del intento de magnicidio, parecía que no existía otro referente político electoral más potente que CFK. Nadie del Frente de Todos podía concitar la audiencia que dio en su defensa y la expectativa que generan sus palabras. Sin embargo, la tregua en el Frente de Todos tras la llegada de Sergio Massa y el atentado a Cristina Kirchner terminó, y Alberto Fernández comenzó a mostrar poder de daño para abrir una negociación. El presidente y su entorno acumularon una serie de movimientos que dan cuenta del fin de la supuesta armonía a la que había llegado el oficialismo en varias decisiones.
La silenciosa intención oficialista de suspender las PASO se choca con las palabras del presidente Fernández que dijo que quería primarias en todas las candidaturas en el momento que desde el kirchnerismo consideraban innecesario que se hablara de ese tema cuando estaban analizando la posibilidad de hacer todo lo contrario. Se trató de un misil de la Rosada a la estrategia electoral de vastos sectores del peronismo que podrían darle chances de retener el poder el año que viene. Luego, empujó a la CGT a rechazar la idea de la propia Cristina en alianza con los sectores más combativos de la CGT, pidiendo una suma fija para levantar los salarios que están en la base de la pirámide. Así “los gordos de la CGT” se opusieron porque argumentaron que si el Estado intervenía ellos se quedaban sin su rol y hasta llegaron a decir que se ponía en riesgo la paritaria, tradicional herramienta de lucha obrera, exigiendo en cambio la reapertura de las paritarias.[14] Y, finalmente, queda en la ingravidez hasta ahora las características y representatividad que tendrá el acto del 17 de octubre, después de haber considerado una presentación protagónica suya en Tucumán.
Lo cierto es que la orientación moderada del presidente “dialoguista” de evitar todo conflicto no tendió a generar sinergia, a fortalecer la coalición como un todo, a generar unidad, sino favorecer lo contrario, una cesura interna con dos líneas enfrentadas dentro del Frente, empoderar al poder fáctico y tomar distancia de su base social. Y es parte de un error estratégico del presidente pensar que es él el líder del Frente y del peronismo o, en todo caso, aceptar la seducción del establishment y su obsesión de que el kirchnerismo es parte del problema y no de la solución para gobernar el país.
En el oficialismo creen que las maniobras del presidente desnudan su intento de negociar las listas para el año que viene y para que sepan que todavía puede hacer daño. Entonces la pregunta que surge es: ¿Cómo pararse frente a esta posición anti CFK de Alberto, siendo que CFK puede ser la candidata con más posibilidades de triunfar en la contienda electoral del 2023? Así, en la democracia débil, es todo un dilema el que se afronta para evitar la derrota del 2023, el que no se apoye a la candidata más competitiva. Pero la deriva del pensamiento de AF es salir impoluto del gobierno como de un presidente que aprendió bien las reglas del neo-institucionalismo de no conflictuar con el establishment y quedar guarecido de que lo imputen por cualquier cosa, salir incólume en todo caso de su retiro del gobierno. El dilema debilita la democracia y no queda claro cómo se lo resuelve.¿Lo regional como esperanza?
Tal vez el triunfo de Lula en el ballotage pueda modificar en algo expectativas para la izquierda y lo nacional popular en lo regional, de un reforzamiento de una alianza que en el pasado generó mucha sinergia. Pero lo cierto es que los resultados de la primera vuelta no obedecieron ni a las predicciones de las encuestas de opinión que lo daban ganador en primera vuelta, ni a las expectativas de sus partidarios -el 48,36% de Lula frente al 43,25% de Bolsonaro-. El jefe petista no pudo asegurar su victoria y el ultraderechista dio la sorpresa superando la intención de voto que se le atribuía. La polarización funcionó a pleno y mostró un Brasil dividido casi por mitades. El ballotaje del domingo 30 de octubre se presenta abierto con una leve ventaja para Lula. Si los sondeos y encuestas indicaban una ventaja de entre siete y diez puntos, esa ha sido la primera victoria de Bolsonaro. Pero la segunda y más contundente victoria se dio tanto en la formación de lo que será a partir de 2023 el Congreso como en los gobiernos provinciales.
La verdad es que el abyecto y desequilibrado Bolsonaro sorprendió por cómo obtuvo resultados especialmente positivos en todo el país. A excepción del nordeste pobre, de donde Lula salió para seducir y conquistar todo el país, Bolsonaro ganó en todas las demás regiones, exceptuando a Minas Gerais en el sudeste[15]. Observamos que parte de los síntomas de las democracias débiles de los que considerábamos que Brasil se preservaría, ya están presentes allí también. La derecha y la extrema derecha han avanzado social y culturalmente estos años. La democracia se ha fragilizado tanto que la apoliticidad de la sociedad lleva a aceptar como indiferente cosas que antes eran inaceptables, sea porque había más conciencia de clase, más proyecto comunitario o idea de bien común. El neoliberalismo en sus tres diversas olas ha terminado generando una sociedad fragmentada, polarizada y sin ethos común.
No obstante, también es probable que Lula pueda ganar en el ballotage dentro de un mes y dentro de su espacio de poder y proyecto apueste por la integración regional para que esta pueda reconstituirse de forma de configurar un polo que les de identidad, defensa de sus intereses e impulso para una multipolaridad más cooperativa y no de imposición. Porque un Brasil con Lula a la cabeza probablemente propiciará una alianza continental que iría desde el México de Andrés López Obrador hasta la Argentina de Alberto Fernández, articulando con los gobiernos de Luis Arce Catacora en Bolivia, Gabriel Boric de Chile o el más reciente de Gustavo Petro de Colombia. Incluso sumaría a la Venezuela de Nicolás Maduro y mismo a la Cuba de Miguel Díaz Canel. Este realineamiento podría potenciar a Brasil y a los países de la región en el escenario internacional, tanto en vínculos con otras potencias mundiales como China y Rusia, así como el posicionamiento en organismos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, marcando una línea que propone el desarrollo frente al mero ajuste fiscal como respuesta económica. [16]
Pero lo cierto es que Argentina si bien estuvo presente en las elecciones de este fin de semana en Brasil, no lo hizo en el papel que creía, de acompañar el nuevo empuje progresista del país más importante de la región. Es que la perspectiva de Lula es que el acuerdo que cerró Alberto con el FMI es malo, y que probablemente el peronismo pierda las elecciones en el 2023 en manos de Larreta. La lectura de Lula sobre el acuerdo con el FMI no es sólo una retórica electoral que dice puertas afuera, sino que es parte de un debate interno: “El acuerdo fue malo, es claro. No pudieron poner en marcha un plan económico de estabilización ni controlar el aumento de la pobreza. Es una tragedia”.[17]
La guerra híbrida y la transformación global
A la vez, estamos en un continente en disputa entre EEUU y China, en un mundo en disputa, entre Occidente y BICS, y Sur Global; y esta nos complica económica y políticamente. En primer lugar, la guerra disparó los precios de la energía, que obligaron a gastar cerca de 4700 millones de dólares más al Estado en importación solo este año. Recién con la terminación del oleoducto Néstor Kirchner, dentro de un año, el autoabastecimiento estará listo. También elevó los precios de los alimentos, “la renta inesperada” está aún sin cobrar y, siendo un país productor de estos, no se pudo superar el chantaje de este sector para vender “dólar soja”. “El tipo de inflación actual tiene así su raíz en esta lógica de recomponer lo perdido durante el kirchnerismo y, en segundo lugar, en las condiciones internacionales de suba general de precios de los commodities, por la pandemia primero y, principalmente, por la guerra ruso-ucraniana después. La tercera causa a tener en cuenta es la escasez de dólares provocada por el endeudamiento intencional que el gobierno de la plutocracia del poder concentrado provocó. Esa carencia de divisas presiona sobre los mercados de los dólares financieros y el del dólar ilegal, ampliando la brecha con el dólar oficial, situación que genera expectativas devaluatorias que incentivan los aumentos de precios de insumos importados y algunos otros precios”.[18]
La suba de las tasas de interés en EEUU también problematizan a una sociedad endeudada con el FMI, en lo interno con las Leliq, hacen difícil que vengan capitales a invertir y que no se pueda salir de este cerco financiero que la estanca. Podemos activar recursos naturales estratégicos como el litio y el gas y los alimentos, pero ello necesita de empresas públicas nacionales que le den coherencia y orientación, y que no queden esas riquezas a merced de las multinacionales y el extractivismo, para que esas riquezas no sean fugadas o eludan impuestos. El problema es doble para Argentina, porque esas empresas como Techint, en el caso del gas, y aún peor en el litio, tienen un sistema de elusión fiscal y fuga de divisas. Porque esas empresas que generan recursos en el país los llevan a Uruguay y no pagan impuestos, pero además fugan capitales, desfinanciando al sector externo y siempre necesitado de dólares[19]. Además, sin industrialización de estos recursos, sin soberanía sobre la Hidrovía y nuestras exportaciones principales, una historia de chantaje por las divisas y de primarización vuelve a repetirse.
No obstante, el mundo en esta confrontación entre Occidente y China y su vinculación con Rusia y el Sur global ha entrado en una etapa de cambios sin precedentes que pueden modificar el esquema de poder geopolítico, económico y financiero que ha dominado las últimas décadas el mundo; y por qué no decirlo, siglos. Es, por lo tanto, la posibilidad de aumentar nuestras oportunidades para un desarrollo sustentable inclusivo con aumento de la soberanía. Particularmente, si se apoya en los recursos naturales estratégicos y en la formación de un bloque regional para la multipolaridad[20].
Es una época de transformaciones sin precedentes en las cuales los países de América Latina tienen que encontrar un lugar que potencie sus posibilidades y les permita generar un polo en la multipolaridad. Como señaló Xi Jimping en el cierre del encuentro de Sarmarcanda: “El mundo está experimentado cambios acelerados no vistos en una centuria, y ha entrado en un nuevo período de incertidumbres y transformaciones. La sociedad humana se encuentra en una encrucijada y afronta desafíos sin precedentes. Bajo las nuevas circunstancias, la OCS debe encarar con valentía las vicisitudes internacionales, captar la tendencia de los tiempos, reforzar la solidaridad y la cooperación y promover la construcción de una comunidad de futuro compartido.”[21] Algo de esta visión hermenéutica, de articulación y cooperación deberíamos aprehender en América Latina.
A la vez, estamos en un continente en disputa entre EEUU y China, en un mundo en disputa, entre Occidente y BICS, y Sur Global; y esta nos complica económica y políticamente. En primer lugar, la guerra disparó los precios de la energía, que obligaron a gastar cerca de 4700 millones de dólares más al Estado en importación solo este año. Recién con la terminación del oleoducto Néstor Kirchner, dentro de un año, el autoabastecimiento estará listo. También elevó los precios de los alimentos, “la renta inesperada” está aún sin cobrar y, siendo un país productor de estos, no se pudo superar el chantaje de este sector para vender “dólar soja”. “El tipo de inflación actual tiene así su raíz en esta lógica de recomponer lo perdido durante el kirchnerismo y, en segundo lugar, en las condiciones internacionales de suba general de precios de los commodities, por la pandemia primero y, principalmente, por la guerra ruso-ucraniana después. La tercera causa a tener en cuenta es la escasez de dólares provocada por el endeudamiento intencional que el gobierno de la plutocracia del poder concentrado provocó. Esa carencia de divisas presiona sobre los mercados de los dólares financieros y el del dólar ilegal, ampliando la brecha con el dólar oficial, situación que genera expectativas devaluatorias que incentivan los aumentos de precios de insumos importados y algunos otros precios”.[18]
La suba de las tasas de interés en EEUU también problematizan a una sociedad endeudada con el FMI, en lo interno con las Leliq, hacen difícil que vengan capitales a invertir y que no se pueda salir de este cerco financiero que la estanca. Podemos activar recursos naturales estratégicos como el litio y el gas y los alimentos, pero ello necesita de empresas públicas nacionales que le den coherencia y orientación, y que no queden esas riquezas a merced de las multinacionales y el extractivismo, para que esas riquezas no sean fugadas o eludan impuestos. El problema es doble para Argentina, porque esas empresas como Techint, en el caso del gas, y aún peor en el litio, tienen un sistema de elusión fiscal y fuga de divisas. Porque esas empresas que generan recursos en el país los llevan a Uruguay y no pagan impuestos, pero además fugan capitales, desfinanciando al sector externo y siempre necesitado de dólares[19]. Además, sin industrialización de estos recursos, sin soberanía sobre la Hidrovía y nuestras exportaciones principales, una historia de chantaje por las divisas y de primarización vuelve a repetirse.
No obstante, el mundo en esta confrontación entre Occidente y China y su vinculación con Rusia y el Sur global ha entrado en una etapa de cambios sin precedentes que pueden modificar el esquema de poder geopolítico, económico y financiero que ha dominado las últimas décadas el mundo; y por qué no decirlo, siglos. Es, por lo tanto, la posibilidad de aumentar nuestras oportunidades para un desarrollo sustentable inclusivo con aumento de la soberanía. Particularmente, si se apoya en los recursos naturales estratégicos y en la formación de un bloque regional para la multipolaridad[20].
Es una época de transformaciones sin precedentes en las cuales los países de América Latina tienen que encontrar un lugar que potencie sus posibilidades y les permita generar un polo en la multipolaridad. Como señaló Xi Jimping en el cierre del encuentro de Sarmarcanda: “El mundo está experimentado cambios acelerados no vistos en una centuria, y ha entrado en un nuevo período de incertidumbres y transformaciones. La sociedad humana se encuentra en una encrucijada y afronta desafíos sin precedentes. Bajo las nuevas circunstancias, la OCS debe encarar con valentía las vicisitudes internacionales, captar la tendencia de los tiempos, reforzar la solidaridad y la cooperación y promover la construcción de una comunidad de futuro compartido.”[21] Algo de esta visión hermenéutica, de articulación y cooperación deberíamos aprehender en América Latina.
Reflexiones finales
Hemos intentado mostrar el mundo real de la Argentina casi a fines de 2022; el de la democracia débil que en parte también es característica de los países que configuran la segunda ola progresista de América Latina, pero que en nuestro caso tiene particularidades propias. Y hemos tratado de salir de la habitual tensión entre voluntarismo y posibilismo pragmático, entre esperanza y decepción, sin dejar de plantear un dilema que se presenta a este formato democrático.
No obstante, nada está cerrado y también existe capacidad de la política, de movilización popular para zafar del dilema en que se ha estancado la democracia débil, para buscar la fórmula de salida hacia un fortalecimiento de una democracia más sustantiva y no solo procedimental. Podemos verla en tres perspectivas interconectadas. En el espacio regional, la mencionada posibilidad del triunfo en el ballotage de Lula y la concreción de un bloque regional de nuevas condiciones, más concretas y menos ideológicas, y con moneda única que es clave. En perspectiva de las tendencias actuales a una mayor regionalización, estados de nivel continental, “en el mundo por razones no solo económico-comerciales sino también de seguridad, la unidad continental parecerá ser el único camino de viabilidad real de nuestra región”. [22]
Segunda, en el global, se trata de tener una lectura de los signos de los tiempos de una transformación geopolítica y económica que se está produciendo y en la que ha quedado cuestionada la hegemonía de occidente. Y la transformación resultante de ello no puede menos que suscitar, por un lado, riesgos, pero también posibilidades, sobre todo para nuestros países en parte sometidos a esa hegemonía, unipolaridad y subordinación. Es un proceso, no es de un día para otro, es una articulación de lo nacional con lo regional y lo global.
Y, en lo nacional, porque fundamentalmente queda claro para la resolución del enigma que planteamos que ninguna medida liberadora de retenciones segmentadas, de actuar sobre los formadores de precios para tomar políticas drásticas que frenen la desposesión la inflación y recompongan los sueldos, o cualquier modificación redistributiva, no será tomada actualmente en cuenta por AF. Que el dilema en que nos encontramos solo será posible de modificar con cambios en las relaciones de fuerza en el mundo real, tanto dentro del Estado, como en la relación del Estado con el mercado. Básicamente con pasar en el Frente de Todos para la competencia del 2023 del liderazgo formal al real; de cambiar los gestos protocolares y el discurso moderado por la voluntad política transformadora articulada a la organización popular. Y esta resolución es importante no solo para nuestra sociedad y en términos electoralistas, sino para nuestro deseo de justicia, de trabajo digno y de felicidad, y también para la región y su proyecto emancipador.
Notas
[1] Véase: García Delgado, D y Ruiz del Ferrier, C. (Comps.). (2019). En torno al rumbo. Pensamiento estratégico en un tiempo de oportunidad. Buenos Aires: FLACSO Argentina.
[2] Recordamos las denominaciones de Guillermo O´Donnell sobre democracias ‘de baja intensidad’ en el marco del neoliberalismo de los ‘90, donde parecía la ciudadanía delegar en las elites la decisión y esta dedicarse al consumismo. También O ´Donnell (1994) consideró que la reducción de la democracia a las elecciones era una patología latinoamericana, la “democracia delegativa”. También observamos preocupación en las sociedades centrales respecto de la posibilidad de llegar al poder populismos de derecha, o con proclividades autoritarias. Adam Przeworski, en ¿Qué esperar de la democracia? Límites y posibilidades del autogobierno, Siglo XXI, 2022
[3] Amplia bibliográfica de autores contemporáneos clásicos ofrece reflexiones sobre la calidad de la democracia: “Los desafíos de la democracia” de J. Portantiero; “La democracia y los ricos” de José Nun o “¿Polis ilusoria, democracia irrelevante?” de M. Garretón, Carlos Vilas, entre otros.
[4] Véase García Delgado, D. Notas de coyuntura: Sección Papeles de Coyuntura | ANTE UNA COYUNTURA DECISIVA. Reflexiones en torno al rol del Poder Judicial y del movimiento social. 09 de septiembre de 2022. Buenos Aires: Área Estado y Políticas Públicas de FLACSO Argentina. Disponible en: http://politicaspublicas.flacso.org.ar/analisis-de-coyuntura/
[5] Ver Horacio Rovelli, “Como por arte de magia”. Unos 38.000 millones de dólares de reservas desaparecen mientras el Estado Nacional garantiza la renta a sojeros y bancos y reduce el gasto y la obra pública en el Presupuesto. En, El cohete a la Luna, 03-10.22
[6] Guillermo Wierzba, ¿Qué gobierna el Gobierno? Resulta indispensable reabrir un rumbo instituyente que permita recobrar y ganar nuevos instrumentos de intervención en la economía. El cohete a la Luna, Sept. 2022
[7] CIFRA, Informe Septiembre 2022.
[8] Según el estudio realizado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), el cálculo de gastos y recursos del año que viene se basa en creer que el gasto público del ejercicio todavía en curso se reducirá fuertemente en relación al del año anterior.
[9] Jesica Gentile, coordinadora del Colectivo Socioambiental Red Eco Socialista, señaló que. “Sigue existiendo la misma orientación de hace 10 años de seguir ralentizando por la clase política alqo que democráticamente han decidido las comunidades con un proyecto de ley consensuado por más de 300 organizaciones, donde están universidades públicas, científicas, asambleas y asociaciones medio-ambientales. Es crucial proteger nuestros principales aliados para enfrentar la crisis climática como son los humedales”
[10] Véase de P. Rosanvallon (2006). La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial.
[11] Ver María Caferratta, “No quieren que haya ley”. En Pág. 12, 30-09. También, véase: L. Paramio (Comp.). (2015). Desafección política de gobernabilidad: reto político. Madrid: Instituto Universitario investigación en estudios latinoamericanos. Universidad de Alcalá CAF- Banco desarrollo de América Latina.
[12] Ricardo Aronskind, “Deconstruir el Frente para la Derrota”, La Tecla @Ñ
[13] Carta de los artistas e intelectuales K contra la inacción de Alberto Fernández: “La política ha llegado a su punto más trágico”. Facebook: Roberto Tito López, Edu (Cides); Yo marcho por Cristina (Somos 202.000); Grupo VLV. Viralizando la verdad.
[14] La vicepresidenta apuntó contra las empresas alimenticias que, según afirmó, “han aumentado muy fuerte sus márgenes de rentabilidad”; cerca del ministro afirmaron que están en sintonía, La Nación, 29 de septiembre de 202201:44, Mariano Spezzapria
[15] Eric Nepomuceno, “Victoria de Bolsonaro y de la ultraderecha”, Opinión, Pág. 12, 3-10-22
[16] Ricardo Romero, “Cara o ceca que pone en alerta a la región”, en Tiempo Argentino, 3-09-22, pág. 23
[17] Elecciones en Brasil, LPO, 29-09-22. “Lula cuestionó el acuerdo de Alberto con el FMI y cree que el peronismo va a perder las elecciones”.
[18] Cf Wierzba, op. cit.
[19]. Ver de Alejandro Gaggero y Gustavo García Zanotti, “Gasducto al paraíso: la estructura off shore del Grupo Techint en Uruguay”. Conicet-Fundación Friederich Ebert.
[20] Véase García Delgado. D. Papeles de coyuntura: “Guerra híbrida y geopolítica del sur” de 02 de septiembre de 2022. Buenos Aires: Área Estado y Políticas Públicas de FLACSO Argentina. Disponible en: http://politicaspublicas.flacso.org.ar/analisis-de-coyuntura/
[21] Jorge Elbaum, “Expreso de Oriente. La respuesta de Rusia y China a la OTAN”, en el Cohete a la Luna, Sept. 2022
[22] Mariana Vázquez, “Lula: condición necesaria pero no suficiente para reactivar el Mercosur”, Cenital.com. 03-10-22
No hay comentarios.:
Publicar un comentario