Escribe Graciela Guilis
¿Cómo evitar el efecto siniestro, de extrañeza y desamparo, provocado por la pandemia? ¿Qué hacer ante la idea y la realidad del aislamiento y la ruptura de los tejidos sociales? Algunas pistas válidas para seguir, incluyendo el himno de la resistencia partisana.
“Un helado día de invierno, los miembros de la
sociedad de puercoespines se apretujaron para
prestarse calor y no morir de frío. Pero pronto
sintieron las púas de los otros, y debieron tomar
distancia. Cuando la necesidad de calentarse
los hizo volver a arrimarse, se repitió aquel segundo
mal, y así se vieron llevados y traídos entre ambas
desgracias, hasta que hallaron un distanciamiento
moderado que los permitía pasarlo lo mejor posible”. (1)
Algo inesperado sorprendió y conmovió nuestra existencia cotidiana como también muchas de nuestras certezas, supuestos saberes y cosmovisiones. Surgió de pronto un “ajeno/otro” que nos interroga de un modo extraño. Sin embargo, se trata de un “ajeno conocido” ya que, ¿quién no sabe qué es un virus, una gripe, un síntoma respiratorio? Freud nos enseñó respecto a ese ajeno conocido, nombrándolo Unheimlich, que se traduce como lo siniestro. Se trata de algo inquietante, íntimo y ajeno a la vez, lo familiar que se transforma en algo infamiliar. Introduciendo, de este modo, en cada uno de nosotros nuevas preguntas que quizá nunca antes nos habíamos planteado y frente a las cuales no tenemos respuestas. Por su naturaleza ajena nos confronta con sentimientos muy primarios de desamparo y vulnerabilidad. Resulta difícil alojar una pregunta que nadie sabe –aún- cómo responder.
El carácter planetario que ha adquirido esto y que la OMS nombró como Pandemia, se va introduciendo en la casa y la vida cotidiana de cada uno de nosotros produciendo un efecto apocalíptico. Al nombrarlo pandemia la cotidianidad deviene algo oscuro, enigmático, con efecto siniestro y, por lo tanto, in familiar.
Ante este nuevo escenario, los Estados debieron responder con medidas que tienden a evitar el aumento exponencial de la propagación del virus. Las únicas medidas capaces de contener su expansión son diversas formas de control social, sanciones, penalidades, pero fundamentalmente aislamiento. Giorgio Agamben al respecto escribió recientemente un artículo donde asimilaba este escenario a un Estado de Excepción, con las consecuentes pérdidas de derechos individuales y colectivos.
“¿Qué efectos produce en la subjetividad lo expuesto más arriba, es decir la ruptura de los lazos sociales? Es en este aspecto en el que quiero detenerme, aunque sé que tiene otras múltiples aristas no menos importantes. El aislamiento, como causa de dicha ruptura, deja a cada sujeto en un estado de soledad, de hostilidad, y como señalé anteriormente, de desamparo y fragilidad. De tal modo que el otro, el semejante, el próximo, puede llegar a convertirse en ajeno y hostil. Freud, señala “Lo que sucede es que la angustia pánica supone el aflojamiento de la estructura libidinosa de la masa… los vínculos libidinosos de la masa se extinguen por la angustia frente al peligro).” (2)
La experiencia en Italia que se “viralizó” en estos días por las redes, que seguramente se replica en otros lugares del mundo, es un ejemplo del modo espontáneo de intento de la comunidad de recuperación de los vínculos libidinosos, del lazo social amenazado. Los vecinos recluidos, aislados e impotentes, salen al encuentro con otros, al único lugar posible hoy en ciudades de Italia; a sus balcones, sus ventanas. Cantan juntos bella ciau … e ho trovato l’invasor… El himno de la resistencia partisana.
La forma de recuperación de su capacidad de pensamiento y afectividad, sólo es posible a través del lazo social. Es por ello que cuando éste se ve arrasado el sujeto se diluye, se pierde en el pánico. Esto requiere que cada comunidad amenazada en su trama vaya inventando, encontrado y descubriendo los modos de preservar aquello que se encuentra en los fundamentos de la construcción de subjetividad, el lazo social.
Anne Dufourmantelle (3), comentando un texto de Jaques Derrida, señala: “Una familiaridad nueva sucede al espanto provocado en nosotros por la irrupción de lo ‘completamente otro’. Si el cuerpo es embargado en sus reacciones instintivas más arcaicas por el encuentro con lo que no reconoce inmediatamente en lo real, ¿cómo podría el pensamiento realmente pretender aprehender lo otro, lo completamente otro, sin asombro? (…) El pensamiento es por esencia una potencia de dominación. No para hasta encauzar lo desconocido a lo conocido, hasta fragmentar su misterio para hacerlo suyo, aclararlo. Nombrarlo.” Entonces, si logramos recuperar la capacidad de pensar dónde el pánico hace estragos; nombrarlo para que la extrañeza no intimide y restablecer los lazos sociales amenazados, el espanto irá cediendo hacia otras formas no paralizantes de enfrentar lo desconocido.
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Schopenhauer (1851c), citado por Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo. Pg 96. Ed. Amorrortu, BsAs 1979.
S.Freud, ibid, pg.92.
Anne Dufourmantelle en La Hospitalidad (pg. 32) (J.Derrida). Ediciones de la Flor, Argentina 2000.
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La autora es psicoanalista. Ex Coordinadora del Equipo de Salud Mental (CELS). Ex Asesora Centro Ulloa. Secretaria de DDHH-Nación.
premio al cover mas pedorro que jamas se escuchó
ResponderBorraruna asquerosidad asquerosa