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9/13/2020

se rompió la burbuja consensualista


Jorge Giles afirma en esta nota que si la pandemia dejó al desnudo la desigualdad social, la reciente sublevación policial desnudó la real anatomía de nuestra democracia; ya no hay dudas: Rodríguez Larreta es Macri después de Macri, así como el gobierno nacional de Fernández-Fernández y el gobierno provincial de Kicillof- Magario, son la clara expresión política institucional del proyecto nacional, popular y democrático. Giles sostiene que si no se profundiza la transformación democrática hasta construir la hegemonía cultural de un nuevo país y una nueva sociedad, la democracia deberá seguir en fase 1.

Por Jorge Giles*
(para La Tecl@ Eñe)






1.– Si la pandemia dejó al desnudo la miserable desigualdad social, la reciente sublevación policial dejó al desnudo la real anatomía y fisiología de nuestra democracia. Se rompió la burbuja consensualista que impuso la primer cuarentena contra el coronavirus, esa que nos hizo universalmente “amigos”; ahora, cada cual se mostró en su verdadera naturaleza. Nótese que al gobierno lo respaldaron de inmediato y sin ninguna ambigüedad: el PJ y el Frente de Todos, la CGT, la CTA, los Movimientos Sociales, los artistas populares, los Científicos, los Curas villeros y muy contados opositores. Quienes no se pronunciaron, o lo que es peor, apoyaron explícitamente el levantamiento policial fueron, desde Mauricio Macri, el poder empresario y cierta jerarquía eclesiástica que brillaron por su ausencia, hasta quienes apoyaron abierta o veladamente la insubordinación contra las instituciones, como los grandes medios de comunicación hegemónica, Carrió y variados sectores de la patronal rural en distintas ciudades del interior bonaerense, por ejemplo.

2.- El cerco policial contra la Quinta de Olivos fue la expresión violenta institucional más alta contra un gobierno democrático en los últimos 30 años. Flaco favor le haríamos a la democracia y al gobierno de la democracia, si escondemos la basura facciosa debajo de la alfombra en nombre de la “gobernabilidad”. La gestión de las relaciones de fuerza da cuenta de la habilidad política de los gobernantes para sortear escollos y seguir avanzando. En esa gestión confiamos nuestra suerte; pero ello no invalida la imprescindible necesidad política de identificar al adversario, denunciarlo, acorralarlo en sus mentiras, debilitarlo en sus picardías. La exposición del Ministro Wado De Pedro fue, en este marco conceptual, brillante.

3.- Separar la sublevación policial de otros hechos destituyentes es, de mínima, un grosero error de análisis político. Hay que concatenar todos los sucesos que van desde la agitación anticuarentena, la salvaje oposición en el Congreso, la embestida feroz contra la intervención de Vicentin, la condena absoluta al reordenamiento institucional de la justicia federal, la dilatación del tratamiento del aporte extraordinario de las grandes riquezas, las amenazas a Legisladores Nacionales y el ataque despiadado contra la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, hasta la invitación permanente a romper la distancia social obligatoria. Todo tiene que ver con todo. Ocurre que esta vez fueron muy lejos: con armas de guerra en la cintura y con camionetas y patrulleros, osaron cercar la Residencia presidencial y encima, osaron rechazar la cordial invitación al diálogo que funcionarios de Presidencia les ofrecieron. Es muy grave lo sucedido. El gobierno nacional y el provincial tomaron las medidas que creyeron convenientes y hay que confiar en ellas. Pero la ciudadanía tiene el deber de guardar en la memoria todo lo sucedido a modo de protocolo para enfrentar futuras ocasiones semejantes.






4.- Quedó claro que la derecha no sabe perder en democracia. Muchos se confiaron en que, como habían aprendido a ganar en democracia, en consecuencia, habrían aprendido a jugar con los códigos éticos, políticos e institucionales de la democracia. Pero no. No es así. Siguen la vieja “ley” que determina que la concentración espuria de la riqueza requiere mayor concentración de poder político y viceversa, y así hasta el infinito. Al campo popular le corresponde romper con este círculo vicioso. O sucumbir en el intento. 

5.- Con un gobierno democrático que decide desde la política y no desde los factores de poder concentrado, el Estado de Derecho siempre estará amenazado y cercado por esos factores. Esto es Argentina. Sin pretender escandalizar las almas modositas de algunos políticos de corte noventista, hay que aceptar y acostumbrarse a que las transformaciones a favor de los sectores populares siempre cabalgan sobre la épica. En esta encrucijada no valen de mucho las buenas costumbres del “Por favor pase Usted, faltaba más, pase Usted primero, yo espero mi ocasión”. Además, la historia enseña que la mimetización política con el adversario nunca dejó buenos réditos para los gobiernos populares. Nosotros somos lo que somos y ellos son lo que siempre fueron. Es así desde 1810. Cuando se impone la mimetización, es porque empezamos a desandar caminos. Esta vez no sucedió y por eso ganó la democracia. Celebremos pues.

6.- Así como la pandemia y las primeras cuarentenas globales dejaron ver el trasluz del planeta, con su fauna al descubierto, la sublevación policial desnudó a todos los actores principales en su verdadera naturaleza. Ya no hay dudas: Rodríguez Larreta es Macri después de Macri, así como el gobierno nacional de Alberto y Cristina y el gobierno provincial de Axel y Verónica son la clara expresión política institucional del proyecto nacional, popular y democrático. Las cartas están echadas sobre la mesa. Y si el poder real quiso ensayar esta revuelta para orejear esas cartas, les habrá quedado claro que la democracia argentina está fuerte, vigorosa, activa, movilizada y capaz de resistir cualquier escollo que se le oponga, por poderosos y blindados que sean los golpistas. Nos queda la enseñanza de que así como se “adelantó” felizmente la cuarentena en marzo para ganarle la carrera al virus, con más hospitales y más respiradores, en política habrá que adelantarse con agenda propia contra quienes remiten su oposición salvaje al mero ejercicio de la ley de la selva. Y habrá que seguir insistiendo: la falta de un escudo protector comunicacional eficaz sigue siendo una asignatura pendiente. Hacer sin comunicar es dejar que comuniquen los que nada hacen a favor de la sociedad y la democracia.

7.- Seguimos en pandemia y mal que nos pese, seguiremos en pandemia por mucho tiempo más. Lo decimos porque estamos convencidos que ningún análisis de la coyuntura, ninguna medida para pulsar las relaciones de fuerzas, ninguna apreciación política, puede prescindir de este marco catastrófico de la pandemia y sus consecuencias. En ese marco nos seguiremos moviendo en esta etapa. Lejos de desesperar o impacientarnos, seamos conscientes que el gobierno triunfante por una amplia mayoría en las elecciones de hace apenas 10 meses, ya produjo importantes cambios en el escenario político y social. Haga usted la lista. Es larga. Pero seguimos en pandemia y entonces, todo pensamiento crítico deberá tener su primera incubadora en la terapia intensiva de nuestros hospitales, junto a los héroes de la salud y no en las mesas de arena de una “normalidad” que ya no existe. Estemos alertas y cuidándonos solidariamente. Y lejos de ceder a las usinas de poder de la derecha, la transformación democrática se deberá profundizar hasta construir la hegemonía cultural de un nuevo país y una nueva sociedad. Mientras eso no suceda, la democracia deberá seguir en fase 1.




*Periodista y escritor. Su último libro publicado es «Mocasines, una memoria peronista», editado por la cooperativa Grupo Editorial del Sur (GES)

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