Artemio López afirma en este artículo que en el escenario actual de enfrentamiento frontal a través del trípode judicial-mediático-político, la oposición asume posiciones abiertamente destituyentes, y en ese sentido la advertencia de Eduardo Duhalde gana consistencia: No hay asonada militar disponible en la Argentina, pero sí se están creando las condiciones necesarias para un golpe en sentido ampliado, un coup d’Etat con fachada institucional.
Por Artemio López*
(para La Tecl@ Eñe)
El “flash” del ex senador-presidente (MC) Eduardo Duhalde, advirtiendo sobre la inminencia de un golpe de Estado, sorprendió, pero no tanto.
Existe un “estado de ánimo” particular que recorre a la oposición que como sabemos no se expresa solo ni principalmente en la coalición Juntos por el Cambio.
En efecto, cuando pierde elecciones la derecha conservadora argenta se repliega en los aparatos de medios y judicial, como garantía de continuidad de sus intereses, sus exigencias y su confrontación con el proyecto popular – democrático electoralmente triunfante.
Esta contradicción entre proyectos antagónicos está siempre sobre determinada , y hoy la contradicción dominante se instala en el aparato judicial asociado a los medios de difusión opositores, subordinado a los cuales se ordena y organiza la oposición política, nucleada fundamentalmente en la coalición de derecha conservadora Juntos por el Cambio.
De los aparatos judicial y de medios surge la “línea” de la oposición que, aunque no tiene “intelectuales orgánicos” activos que construyan su discurso e impulsen su práctica, tiene jueces y periodistas que cumplen esa estratégica función.
Descripto brevemente este escenario combinado de oposición – aparato judicial, de medios y coalición política-, volvamos a lo sugerido por Duhalde. En una perspectiva conceptualmente ampliada un golpe de Estado (calco del francés coup d’État) es la toma del poder político de un modo repentino por parte de un grupo de poder, vulnerando las normas legales de sucesión en el poder vigente con anterioridad.
Como vemos, de ninguna manera el coup d’Etat se reduce a una asonada militar. El fragote puede asumir diversas formas, incluso la de un formato aparentemente “constitucional”, vía acefalía u otros recursos bastante habituales en la región.(1)
Para darle consistencia a la percepción de inminencia del sentido ampliado de la noción de golpe de Estado, la oposición inscribe ahora mismo páginas memorables. Por ejemplo, el reaparecido radical Ernesto Sanz, advertía la semana pasada que en apenas ocho meses de gobierno la oposición ya le estaba “soplando la nuca” al peronismo gobernante al tiempo que se preguntaba “¿Cuánto tiempo demora esto en explotar?”
La peronista Patricia Bullrich, tras finalizar la marcha del 17 A, advertía que ellos ya “están preparados para gobernar”, y en el mismo sentido el liberal Ricardo López Murphy sugería “Lo de ayer fue un aviso. Si no prestan atención a los vientos, tendrán tempestades”.
Replica así la oposición todo lo dicho por el “periodismo de guerra” (Julio Blanck dixit) de los medios opositores (la mayoría), los que descargan su furia contra toda medida desplegada por el gobierno, editorializando también las protestas en la calle, a las que – ¡ay! – con su editado intentan asignar “efecto multitud”, aunque se trate en rigor de concurrencias módicas.
Por otra parte, un segmento del poder judicial, del que no se excluye parte de la CSJN, despliega su batería contraria a las demandas oficialistas condensadas en su proyecto de “Reforma judicial”, preservando sus intereses corporativos bajo la invocación de una supuesta transparencia que solo ellos observan.
En este escenario de enfrentamiento frontal a través del trípode judicial-mediático-político, la oposición asume posiciones abiertamente destituyentes, atacando con furia a un gobierno que lleva apenas nueve meses de gestión en medio de una pandemia inédita en la historia reciente.
En el sentido que damos en este artículo, la advertencia de Eduardo Duhalde gana consistencia: No hay asonada militar disponible en la Argentina, pero sí se están creando las condiciones necesarias para un golpe en sentido ampliado, un coup d’Etat con fachada institucional.
La estrategia elegida para esta etapa de preparación golpista es la archi conocida teoría del “doble comando” o “doble agenda”, donde la autoridad presidencial quedaría lesionada, al ser construida por los “periodistas de guerra” apenas como una réplica grosera de los deseos de la vicepresidenta.
Disuelta la autoridad presidencial y como la historia reciente lo demuestra, se abre una coyuntura política incierta, donde cualquier aventura golpista está disponible, incluso con fachada institucional alterando la línea sucesoria natural.
Un verdadero coup d’Etat como el que nos advirtiera Eduardo Duhalde, quien, por cierto, de golpes institucionales sabe bastante.
Referencias:
1- El Coup d’Etat con fachada institucional se verificó mas de una vez durante la crisis de fines de 2001, tras la caída de Fernando de la Rúa y que culminó con la llegada de Eduardo Duhalde. En el medio, ocuparon el cargo el desplazado prontamente Adolfo Rodríguez Saá y los fugaces Ramón Puerta y Eduardo Camaño. En el mismo sentido las destituciones de Lugo, Dilma y Evo Morales asumieron también formatos de Coup d ‘Etat en el sentido que damos en esta nota.
2 comentarios:
Comparto totalmente lo escrito por tí ARTEMIO. Lo vengo divulgando entre compañeros, pidiendo que tomemos conciencia de esta realidad o nos pasará lo mismo que a Bolivia. PERONISTAS A LAS COSAS
Estimado Artemio
Coincidimos en la lectura del accionar golpista.
Agrego que EEUU està dirigiendo: el Comando Sur y la Cia operando en el Norte, y la DEA manipulando las policìas. SE NOTA MUUUUCHOOO.
y EL EMBAJADOR YNAKI DE VOCERO DEL LAWFARE.
ES GOLPE Y GUERRA SIGLO XXI.
jUAN
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