Chile a 50 años del triunfo de la Unidad Popular
El gobierno que encabezó el compañero Allende fue, en nuestra historia, el único esfuerzo efectivo por transformar la vida de los chilenos.
Hay buenas razones para conmemorar los cincuenta años del triunfo de la UP. Fue un acontecimiento de resonancia mundial, como lo sería tres años después su derrota en 1973. Pero esta última abrió un tiempo de saqueo de la propiedad pública y de violación de los derechos humanos, mientras la victoria del 4 de septiembre de 1970 liberó esperanzas y permitió la expresión plena de la voluntad popular transformadora. El gobierno que encabezó el compañero Allende fue, en nuestra historia, el único esfuerzo efectivo por transformar la vida de los chilenos y acercarse al objetivo de “dar vuelta la tortilla”, como auguraba una querida canción heredada de la Guerra Civil Española.
Ningún gobierno en América Latina ha realizado, en sólo tres años, una obra de magnitud tan notable. Recuperó la propiedad y los ingresos generados por el cobre, erradicó el latifundio improductivo que ahogaba a la agricultura y mantenía en la pobreza al campesinado, incorporó al sector bancario y a decenas de empresas industriales, pilares estratégicos de la economía, al área de propiedad social. Aumentaron los salarios, avanzó sustancialmente la participación de los trabajadores, mejoró la condición social de los sectores pobres, se estableció un sistema nacional de alimentación escolar y se fortalecieron la educación, la salud y las políticas de vivienda. Chile se definió como una nación soberana, estableció relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países del mundo, sin discriminación, y adhirió a los principios del Movimiento No Alineado.
La derrota de este proceso único, revolucionario y democrático, fue posible por nuestras equivocaciones y por la decisiva colusión entre la derecha chilena y los intereses geopolíticos estadounidenses. La intervención foránea, descarada e intensa, se ejerció a través de las transnacionales norteamericanas y de las agencias del gobierno de los Estados Unidos. Allende se comportó como héroe y defendió sus ideas, nuestras ideas, con su vida.
Voluntad unitaria, vínculo entre lucha política, social y cultural
¿Cómo había llegado a la Presidencia? Hay que examinar ese trayecto porque quizá en el largo proceso que culminó en la victoria de septiembre se puedan identificar factores que fueron decisivos y que pudieran serlo una vez más en el tiempo que viene. Posiblemente, ya que hay claras diferencias entre el mundo actual y aquel en que Chile se hallaba inserto hace medio siglo. Ni calco, ni copia, dijo Mariátegui. De eso se trata, pero la UP sigue siéndonos un motivo de inspiración.
El camino de la victoria fue pedregoso y tuvo avances y retrocesos. Unirse era complejo y ese empeño debió por momentos sortear amargas disputas. Vivíamos en un mundo bipolar, América Latina se remecía por el impacto mayúsculo de la Revolución Cubana, los caminos abiertos no eran precisos ni indiscutibles.
Aquel que definieron Allende y sus partidos fue un sendero institucional con fuerte movilización de masas. Se fundó en la solidez de organizaciones políticas de perfil clasista surgidas en el primer tercio del siglo XX y que a partir de los años cincuenta hallaron un camino común. A la par se desplegaron un movimiento sindical unitario y numerosas organizaciones populares, de trabajadores, pobladores, campesinos, mujeres, jóvenes, intelectuales y artistas vinculados con la dirección política que ejercían los partidos. El movimiento popular fue una argamasa y un imán. Fuerza políticas y protagonistas sociales afines se fundieron en un solo vector de lucha. Como tal protagonizó grandes momentos de la contienda social, muchos de ellos dramáticos, y se condujo en la refriega con firmeza y sin concesiones que lo debilitaran. En cuatro campañas presidenciales Allende ejerció un liderazgo indiscutido, no solo por su talento y decisión política sino también porque se definió a sí mismo como expresión de un colectivo y no por sobre él.
Diversos factores incidieron en el triunfo de septiembre de 1970. Pero los dos señalados fueron claves: voluntad unitaria para ejercer la dirección política, vínculo estrecho entre la lucha política y la social y cultural. A partir de esos elementos hubo veinte años virtuosos que condujeron al triunfo.
En los meses que corren, el 18-O evidenció las miserias del modelo y la emergencia de una voluntad popular de cambio profundo. Más tarde, la pandemia desnudó la realidad injusta y desigual que viven los chilenos. Se podría comparar este tiempo con el de los años siguientes a la crisis mundial de 1929, cuando florecieron en Chile nuevas energías sociales que abonaron el aluvional crecimiento socialista y el auge comunista. En la actualidad resurgen potencialidades dormidas, pero aún no sabemos cómo se concretarán en la realidad política. Ojalá emerja un nuevo proyecto que una fuerzas, potencie acuerdos y respete diferencias legítimas.
Ese proyecto será mucho más futuro que pasado, pero las inequívocas señas de identidad de nuestra izquierda deberán ser la brújula y el sello.
ex ministro de Allende, candidato a presidente, coautor de Memoria de la Izquierda chilena (2003) y Con viento a favor, del Frente Popular a la UP (2017)
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