La disputa por el Banco Interamericano de Desarrollo y la cuestión continental
En estos días se define la batalla por el BID, que es parte de una guerra más amplia. Posiblemente, se sume un nuevo capítulo regional en este declive cada vez más agresivo de Estados Unidos.
Por: Gabriel E. Merino
Que Mauricio Claver-Carone, hombre fundamental de Donald Trump para América Latina, haya afirmado que hicieron todo lo posible para apoyar electoralmente a Mauricio Macri y evitar el retorno del peronismo al gobierno confirmó lo que fue muy evidente: el FMI financió la campaña de su tocayo por orden de Trump.
Fueron casi 50.000 millones de dólares desembolsados, que se escurrieron en gran medida en la fuga de capitales y deberán pagar el conjunto de las y los argentinos. Y representó el préstamo más grande de la historia del FMI. El otorgamiento sólo fue posible por el empecinamiento político del gobierno de Donald Trump, lo cual indica el nivel de disputa regional y la importancia estratégica de la región para Washington, donde no importó mucho la opinión de sus aliados europeos y asiáticos, grandes aportantes del Fondo.
Pero la pregunta que debemos hacernos es por qué hizo Claver –Carone semejante confesión pública y, además, buscó que resuene en cada rincón del continente Americano.
Este miembro del Consejo de Seguridad Nacional de la administración Trump y representante de la derecha anti-cubana del estado de Florida, es el protagonista de un cambio central de la política estadounidense para América Latina. Por primera vez en la historia –hay elementos fundacionales en el espíritu trumpeano, en línea con la profunda crisis de hegemonía estadounidense— EE.UU. pretende imponer al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Con ello pondría fin a la tradición según la cual dicho cargo lo ocupa un Latinoamericano, más allá de la enorme influencia de Washington que posee un 30% del poder de decisión, seguido por Argentina y Brasil con un 10,75% cada país, México 6,91%, Venezuela 5,76%, Japón 5%, Canadá 4%, y Chile y Colombia 2,95% cada uno, entre los principales.
El mensaje de Claver fue prácticamente una amenaza para el gobierno argentino y otros gobiernos de la región. En primer lugar, afirmó a los cuatro vientos que EE.UU. va a enfrentarse abiertamente a todo aquel que no se subordine completamente a su política hemisférica. En segundo lugar y, poniendo como ejemplo lo que se hizo con el gobierno de Mauricio Macri, promete fondos a los que sigan su mando (la clásica “zanahoria”), para endulzar apenas el retorno a la política del Gran Garrote –la tristemente célebre Big Stick policy.
El BID cuanta con un monto anual de 13.000 millones de dólares para otorgar préstamos. Con el control absoluto de esta institución, las fuerzas nacionalistas-americanistas buscan contar con una caja para hacer política regional de forma unilateral, sin mediaciones, ni trabajosas negociaciones que la amañen. Especialmente cuando China se convertido desde hace unos años en el principal socio comercial en Sudamérica y otorga mayor margen, con su presencia y poder económico, a las tendencias díscolas de Washington en la región. Además, tiene en cartera millonarias inversiones para aumentar dicha presencia.
Veamos algunos números de este enfrentamiento estratégico, elaborados para el trabajo “Guerra comercial y América Latina”:
América Latina es la segunda zona que recibe más Inversión Extranjera Directa (IED) desde el gigante asiático con un 14 por ciento del total, luego de Asia. Desde el año 2003 hasta 2017 ha invertido más de US$ 110.000 millones, y más de la mitad fue en los últimos cinco años de dicho período. La IED china estimada pasó de un monto promedio anual de 1.357 millones de dólares entre 2001-2009 a 10.817 promedio en 2010-2016, y la participación ponderada relativa de la misma como parte de la IED regional pasó de 1,67 a 6,30 por ciento. Los 13.000 millones de dólares disponibles anualmente para prestar desde el BID podrían equiparar el poder de fuego chino con más de 10.000 millones de dólares de IED anual en América Latina, que prometen incrementar aceleradamente en los próximos años.
El país que recibió más inversión desde China fue Brasil, en los sectores minero, energético, infraestructura y en la construcción de ómnibus eléctricos, entre otros –traduciéndose en la política, lo que se observa en las fracturas evidenciadas en el gobierno de Jair Bolsonaro con respecto a Beijing. En segundo lugar y con amplia diferencia respecto al monto se encuentra Perú, luego Argentina, Cuba y Jamaica.
Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de América Latina y el Caribe, sin embargo, vale destacar que aproximadamente 2/3 del comercio de Estados Unidos con la región es con México. Por su parte, China planea aumentar su comercio a 500 mil millones de dólares hacia el año 2025 y la inversión hasta 250.000 millones de dólares.
Frente a esta situación, quien fue hasta 2018 el Jefe del Comando Sur, el almirante Kurt Tidd, señaló ante la Comisión de Servicios de las Fuerzas Armadas del Senado de Estados Unidos en febrero de 2018, que dicha presencia significaban una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos y que era preocupante la influencia de China en América Latina. Y es justamente Claver-Carone quien, dentro del Consejo de Seguridad Nacional, se encarga de los asuntos hemisféricos y se ha involucrado en el programa “Crecimiento en las Américas”, que tiene como objetivo atraer capital estadounidense para invertir en infraestructura de Latinoamérica, en un intento por contrarrestar a China.
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El argentino Gustavo Béliz, Secretario de Asuntos Estratégicos y persona importante en el gobierno de Alberto Fernández, era otro de los candidatos fuertes para presidir el BID, pero que se quedó sin chances electorales reales frente a la fuerte jugada de Trump. Washington cuenta con una decena de gobiernos aliados como el de Brasil, el de Colombia, el gobierno de facto de Bolivia (apoyado desde el golpe por Estados Unidos), la desopilante figura de Juan Guaidó que votaría por Venezuela, además de Jamaica, Ecuador, Paraguay y Uruguay, entre otros (el MERCOSUR, bien gracias).
Una de las razones por las que Trump decidió avanzar con la jugada fue que el gobierno de Bolsonaro no apoyó la candidatura del Béliz, como si lo hizo México. Brasilia propuso candidatos propios, sin articulación alguna con Buenos Aires y México. Según trascendió, la promesa de Claver-Carone es darle el segundo puesto del BID a Brasil.
El canciller argentino Felipe Solá sostuvo una posición fuerte en términos diplomáticos y fue directamente al nudo de la cuestión: “La figura de Claver-Carone no es cuestionada desde el punto de vista técnico, es cuestionada desde el punto de vista político. Porque expresa el ala más dura de la ideologización de la política de Estados Unidos de su mirada hacia América”.
No lo hizo en soledad, sino que expresa alianzas más amplias e importantes: las fuerzas globalistas y las elites multilaterales angloamericanas, las fuerzas continentalistas europeas comandadas por Alemania y Francia, y distintos aliados regionales.
En este marco de alianzas, surgió una jugada importante en contra de la candidatura de Claver-Carone: la idea de posponer las elecciones a realizarse el próximo 12 y 13 de septiembre. Especialmente teniendo en cuenta que las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre pueden modificar la estrategia de Washington para América Latina en el caso de que pierda Donald Trump. Biden es más proclive a restaurar el multilateralismo unipolar de las fuerzas globalistas y del establishment tradicional del Departamento de Estado, con mayor respeto por las mediaciones de las elites locales.
Tanto la Unión Europea como Chile (cuyo gobierno es afín a las fuerzas globalistas), junto con México, Argentina, Costa Rica y Nicaragua, apoyaron públicamente la propuesta de posponer la elección. Una forma de hacerlo de hecho es impidiendo que se forme el quórum. En números significa impedir que haya un 75% de los votos, con lo cual estos países deberían reunir el 25%. Argentina, México, Chile, Costa Rica y Nicaragua suman el 22,68% de los votos. La clave es que los países de la UE que votan por separado y no como entidad regional, se sumen en contra de Estados Unidos. Es decir, Alemania, Italia, España, Francia y Portugal deberían afirmar por separado su apoyo a la idea de postergar la asamblea hasta marzo de 2021. Sería un acontecimiento inédito desde la Segunda Guerra Mundial un posicionamiento así en el patio trasero de Washington.
Por eso el neoconservador Luis Almagro, secretario de la Organización de Estados Americanos y representante clave para los intereses estadounidenses en la región y grupos afines, salió a cruzar rápidamente al representante de la Unión Europea: “La región es independiente, soberana y va a tomar sus decisiones con madurez, decisiones que deben ser por una mayoría, no una minoría”. Por su parte, Claver-Carone fue mucho más lejos y habló de un “intento de secuestro” de las elecciones.
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Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro de Estados Unidos y hombre del gigante financiero Goldman Sachs (que siempre aporta cuadros importantes al americanismo neocon), señaló que la nominación de Mauricio Claver-Carone al BID “demuestra el sólido compromiso del presidente Trump con el liderazgo estadounidense en las instituciones importantes de la región, y con fomentar la prosperidad y la seguridad en el hemisferio occidental”.
Este mensaje diplomático de un actor central del poder estadounidense, se articula con las afirmaciones más crudas de Kurt Tidd mencionadas anteriormente o con la declaración del ex Secretario de Estado de Trump y ex CEO de la petrolera Exxon Mobil, Rex Tillerson, quien afirmó que la Doctrina Monroe “es tan relevante hoy como el día en que fue escrita", antes de partir a una gira por América Latina.
También reafirmó dicha doctrina Trump ante la ONU en septiembre de 2018: “Aquí en el hemisferio occidental, estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras expansionistas”. No es que en algún momento la doctrina haya dejado de operar, pero su reafirmación explícita y pública debe leerse como una advertencia imperial sobre la región. Además, parece emerger un corolario Trump de la doctrina.
Estas palabras y los movimientos que se analizan, tienen estrecha relación al declive relativo de Estados Unidos en el mapa del poder mundial. Una crisis de hegemonía que, por otro lado, se corresponde con el ascenso de China, Asia Pacífico y otras potencias contra hegemónicas que apuestan a un mundo multipolar. A su vez, la captura del BID está en relación al tipo de respuesta que ofrecen las fuerzas nacionalistas-americanistas de Estados Unidos expresadas por Donald Trump frente al declive: una estrategia unilateral que busca romper toda institución multilateral que no sirva directamente a sus intereses unipolares, y aprovechar su fortaleza relativa en la región para imponerse y reconstruir su hegemonía. En América Latina ello implica una geoestrategia ya conocida: reforzar la doctrina Monroe, según la cual América Latina (el hemisferio occidental) es un área de influencia exclusiva para Estados Unidos, es decir, es su patio trasero o periferia estratégica, desde la cual afirmar su posición mundial.
El problema es que esto hace ruido hasta en los "círculos rojos" latinoamericanos –en las clases y en los grupos de poder tradicionales—, que entre otras cuestiones tienen grandes negocios con China y muchos de sus integrantes prefieren una dependencia negociada y una subordinación geopolítica administrada, es decir, con mediaciones y márgenes propios. Recordemos, en este sentido, las afirmaciones del vicepresidente de Brasil, frente a los posiciones anti-chinas de Bolsonaro y su núcleo de tendencias para-coloniales: la relación entre China y Brasil "Es un casamiento inevitable. Tenemos una asociación estratégica que está vigente desde 2009, y tenemos que profundizarla, con la característica de que China es un país oriental y Brasil es un país occidental".
Por otro lado, las fuerzas más autonomistas de la región no se encuentran derrotadas y han reemergido en países importantes como Argentina y México, a pesar de los “esfuerzos” de Estados Unidos para evitarlo.
En estos días se define la batalla por el BID, que es parte de una guerra más amplia. Posiblemente sume un nuevo capítulo regional en este declive cada vez más agresivo de Estados Unidos.
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