La Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación (creada el 21 de octubre de 1943 por el gobierno de facto del general Pedro Pablo Ramírez), a través de su Dirección General de Prensa, mostraba para mediados de 1945 un amplio repertorio de trabajo, que se evidenciaba de este modo1 : Una Sección Mesa de Entradas, Contralor y Archivo que recibió 1.104.645 ejemplares entre diarios, periódicos, revistas y folletos, al amparo del decreto del Poder Ejecutivo N° 18.408 del 31 de diciembre de 1943.
Ese material fue distribuido entre dependencias oficiales afines a la temática impresa en aquellos, y el resto se destinó al archivo y al recorte de noticias necesarias para la confección de carpetas especiales. Una Sección Recortes que solamente en siete meses –enero a julio de 1945– confeccionó 277.408 recortes de noticias de carácter informativo, publicadas por los distintos diarios de la capital, del interior y del exterior. Los mismos fueron debidamente clasificados, confeccionándose con ellos innumerables carpetas, tanto para el archivo de la Dirección General de Prensa como para enviar a las altas autoridades de la Nación y funcionarios administrativos que las solicitaran. Una Sección Archivo que con 94.894 unidades archivadas –en el mismo lapso de tiempo antes citado– expresa claramente la importancia que se le asignó al trabajo efectuado.
Las numerosas publicaciones recibidas, debidamente clasificadas y, del mismo modo, todas las informaciones emanadas de la Dirección General de Prensa y de los distintos ministerios, fueron archivadas separadamente por Capital Federal, Provincias y Territorios. Dentro de esa primera clasificación, los rubros caratulados con biblioratos propios, fueron: “Editoriales y Comentarios. Noticias de carácter informativo. Cablegramas publicados en la prensa. Recortes de diarios del interior. Recortes de diarios de colectividades. Originales de Información. Agencias noticiosas. Diarios y revistas. Material fotográfico. Antecedentes de publicaciones”. Una Sección Dibujo, encargada, entre otros menesteres, de la confección de rótulos en carpetas, biblioratos y libros, y de la confección de carteles para las distintas dependencias y portadas de sobres. A esto súmese un Taller de Encuadernación en formación –mayo 1945– que comienza a realizar libros y folletos propios. Por otro lado, funcionaban a pleno las impresiones mimeográficas; los esténciles tirados (de informaciones, síntesis de diarios y comentarios personales) alcanzaron la cantidad de 16.458 y las copias obtenidas 83.822, que sumadas a las 194.461 correspondientes a trabajos para las direcciones generales de Propaganda y Radiodifusión, sumaban 278.283, una cantidad que refleja fielmente la magnitud de la tarea realizada.
De vital interés resulta la Sección Contralor, que entre sus variadas funciones tiene una de suma importancia: el envío de recortes con informaciones publicadas por los diarios del interior a las distintas secretarías de Estado, sobre asuntos de la especialidad de las mismas. Solamente entre mayo y julio de 1945 se enviaron 82.618 recortes. Pero la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación cobrará una dimensión enorme y, a su vez, inigualable para aquella época, cuando Juan Domingo Perón la considere un 1 República Argentina, Ministerio del Interior, Subsecretaría de Informaciones, Dirección General de Prensa, “Memoria del ejercicio Enero a Julio de 1945 de Mesa de Entradas, Contralor y Archivo”. De Perón a Apold. Obra de gobierno y difusión 8 vehículo apto para comenzar a construir una imagen positiva de su gestión al frente de otra Subsecretaría, la de Trabajo, y luego en su función ejecutiva como presidente de la República.
La fórmula era sencilla por demás y práctica en grado sumo: Perón llevaba adelante una inmensa tarea que se traducía en logros y obras que debían ser conocidas por el grueso de la población, y el medio de hacerlas conocer fue esa repartición nacional que había comenzado a actuar con anterioridad, en octubre de 1943, como expresé al comienzo de este escrito. La persona indicada para hacer funcionar la maquinaria publicista al tope fue un periodista, Raúl Alejandro Apold2 , a quien se le confió en el primer mes de 1947 uno de los ámbitos más importantes de la Subsecretaría como era el de la Dirección General de Difusión. Luego, su eficiencia en el cargo le valió en marzo de 1949 hacerse cargo de la totalidad de la Subsecretaría recién citada. La labor al frente de ese organismo la cuenta el mismo Apold cuando dice:
“A esa Subsecretaría le di la agilidad y el ritmo que necesitaba. Cuando asumí, en lugar de cambiar los directores, preferí dar el ejemplo trabajando 16 horas diarias. Me asignaron un presupuesto que en 1955 llegó a 40 millones de pesos, de los cuales, 25 millones cubrían los salarios del personal y el resto servía para atender los gastos generales de funcionamiento. Nuestro personal superaba los mil agentes, distribuidos en las distintas direcciones generales: Prensa, Difusión, Publicidad, Espectáculos Públicos, Archivo Gráfico, Registro Nacional y Administración. Este mecanismo cubría dos imprentas, en una de las cuales se imprimía además el Boletín Oficial. Yo tenía autorización para firmar gastos que no excedieron los 20 mil pesos; los otros necesitaban un decreto. Ese presupuesto era fiscalizado por la Contaduría General de la Nación, que funcionaba en el mismo edificio”3 .
Dicho edificio estaba situado en Avenida de Mayo 850, donde los mil agentes contratados se distribuían en tres turnos para cubrir así las 24 horas con una labor sostenida y ardua. Las partidas presupuestarias se invertían para editar publicaciones oficiales: en su gran mayoría folletos referidos a obras y planes de gobierno (resoluciones, decretos y leyes aprobadas), a eventos oficiales –nacionales e internacionales– que ameritaban su difusión y a cuidados cuadernos fotográficos que exaltaban las bellezas naturales del país y sus atracciones turísticas, que ahora en base a la redistribución del ingreso a favor de las clases menos pudientes (que llevaba adelante el gobierno peronista), podían ser visitadas por el grueso de la población, en calidad de turistas.
Asimismo, había un lugar preponderante para la desgrabación, impresión y distribución de la gran mayoría de los discursos de Perón y Evita, cuyos ejemplares luego llegaban y se repartían en cantidad por las dependencias estatales y las unidades básicas partidarias. También, la labor desplegada brindaba información día a día a los diarios y revistas nacionales afines al gobierno. Es interesante destacar la perspicacia e inteligencia puesta de manifiesto por Apold, quizás adelantándose con sus teorías a muchos comunicadores y sociólogos dedicados a la comunicación de masas. Como se sabe, en aquellos tiempos el cine –ir al cine– era el espectáculo preferido por la gente, y antes de la película elegida, siempre se pasaba un noticiero fílmico con las novedades, que incluían las obras de gobierno concretadas y la acción del primer mandatario y su esposa, entre otros temas de interés general. Eso le permitía a Apold cumplir cabalmente con su trabajo y expresarlo de este modo:
“La posibilidad de injertar motivos difusores y de propaganda es prácticamente ilimitada. Ningún espectador ‘cierra los ojos’ en determinado lugar de una película, para no ver determinada escena. La podrá mirar con mayor o menor simpatía, con más o menos voluntad, pero en el último análisis, la mira siempre. [Además] en un recinto cerrado y a oscuras, la vista va inexorablemente a la luz, sin que haya voluntad de evitarlo”4 . 2 En esos momentos Apold tenía 63 años, era director del diario Democracia y había sido funcionario público desde 1922, cuando el gobernador radical José Luis Cantilo lo nombró director de Publicaciones del Ministerio de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires. Luego fue cronista deportivo en el diario yrigoyenista La Época y cronista en el matutino El Mundo, en donde su radio de acción se extendió desde la Casa de Gobierno hasta ministerios militares, ámbito donde conoció a Perón. 3 “El zar de la propaganda”, Primera Plana, n.° 241, 8 de agosto de 1967. 4Silvia Mercado, El inventor del peronismo. Raúl Apold, el cerebro oculto que cambió la política argentina, Buenos Aires, Planeta, 2013. 9
De todos modos, es necesario aclarar que ciertos apodos que Apold se ganó en vida en mérito a su acción desplegada –“mago de las comunicaciones”, “zar de la propaganda”– se relacionaban directamente con la obra del gobierno nacional y popular que representaba. Él, con una modestia que asombra, lo tenía muy claro: “Yo en realidad, no tuve ningún mérito, el mérito fue la acción de gobierno. Uno debería ser mago para comunicar realizaciones de un gobierno que no hace nada, pero el gobierno de Perón hacía tantas cosas que yo no tuve ningún mérito”. Sin embargo, esa impronta indeleble en la gestión que llevó a cabo y que es visible hasta el día de hoy, permanecerá para siempre, si logra saberse, dilucidarse, que la famosa frase “Perón cumple, Evita dignifica” fue ciento por ciento de su autoría5 . Luego del golpe de Estado que derrocó al gobierno democrático de Juan Domingo Perón en 1955, Apold fue sometido a proceso por comisiones investigadoras y por la justicia ordinaria, que buscaban irregularidades en el manejo de los fondos públicos a su cargo.
“Entre las acusaciones figuraba la de malversación de los montos destinados a la impresión de libros y folletos y también lo que por entonces se conoció como ‘el negociado del celuloide’, referido a supuestas maniobras dolosas en la importación de película virgen para la incipiente industria filmográfica argentina. Sin embargo, Apold fue absuelto de todos los cargos que se le formularon y desde entonces hasta su deceso vivió completamente retirado de toda actividad pública”6 . Según una denuncia de la autodenominada “Revolución Libertadora” (que gustaba caracterizar a Raúl Alejandro Apold como el “Goebbels argentino”), se consignaba que el Estado había confeccionado, solamente entre 1954 y 1955, es decir, en el último año de gobierno del general Perón, 5.787.640 folletos, 6.633.100 láminas y postales, 4.642.500 volantes, 1.535.900 afiches, 804.400 carteles y 2.000.000 de estampillas7 .
A Apold la muerte lo sorprendió un 21 de enero de 1980 en Mar del Plata a la edad de 84 años. Para entonces vivía en Capital Federal, en un pequeño y modesto departamento sobre la avenida Díaz Vélez y Pringles, cercano al monumento al Cid Campeador; usaba para movilizarse por la ciudad un automóvil Fiat 1500; no tenía ahorros acumulados y llegaba con lo justo a fin de mes. Vivía de su jubilación. La Biblioteca Nacional Mariano Moreno da a conocer a sus lectores, investigadores, archivistas, historiadores, estudiantes de diseño y gráfica, e interesados en general, la más completa recopilación de folletos realizados por el primer gobierno de Perón. Precisamente, la temática elegida y exhibida está en relación directa con todos aquellos principios y enunciados que hicieron al peronismo único e irrepetible.
Desfilan así, ante nuestros ojos, los dedicados a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, los que atañen al nuevo concepto en boga entonces y de gran predicamento hasta la actualidad: Tercer Mundo y Tercera Posición. El campo y el agro, los deportes y la religión tienen del mismo modo sus espacios bien ganados. Lo mismo que la política, el partido y la doctrina peronista, motores de disputas y dialécticas permanentes. El enorme predicamento que supo construir y conservar el sindicalismo también se pone de manifiesto en un caudal de folletos que dan fe de su peronismo primigenio. Y también hace su presencia la economía en todas sus variables, demostrando así cómo va cambiando cada día la realidad en beneficio de las mayorías. Eva Perón con luz propia, la justicia social y la salud de nuestro pueblo también tienen aquí cabida porque fueron pilares de un cambio positivo para nuestra sociedad. Como se solía decir en aquellos años, vamos a los papeles…
Roberto Baschetti
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1 República Argentina, Ministerio del Interior, Subsecretaría de Informaciones, Dirección General de Prensa, “Memoria del ejercicio Enero
a Julio de 1945 de Mesa de Entradas, Contralor y Archivo”.
2 En esos momentos Apold tenía 63 años, era director del diario Democracia y había sido funcionario público desde 1922, cuando el gobernador radical José Luis Cantilo lo nombró director de Publicaciones del Ministerio de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires. Luego
fue cronista deportivo en el diario yrigoyenista La Época y cronista en el matutino El Mundo, en donde su radio de acción se extendió desde
la Casa de Gobierno hasta ministerios militares, ámbito donde conoció a Perón.
3 “El zar de la propaganda”, Primera Plana, n.° 241, 8 de agosto de 1967.
4Silvia Mercado, El inventor del peronismo. Raúl Apold, el cerebro oculto que cambió la política argentina, Buenos Aires, Planeta, 2013.
5Otros recordados logros de su periplo publicista al servicio del peronismo, estuvieron representados en el Salón de Exposiciones de la Secretaría de
Prensa, con temas tan atractivos como disímiles: Perón y el campo; Eva Perón y su obra social; Alas Argentinas; Perón y el deporte. En 1951 organizó
una exposición sobre la obra de gobierno que se extendió por la calle Florida, desde Avenida de Mayo hasta Charcas, siendo la sensación del momento.
6“Falleció Raúl Apold”, Clarín, 22 de enero de 1980.
7 Para una mayor y completa información al respecto, consultar la imprescindible “Nómina de las impresiones efectuadas por la Secretaría de Prensa y
Difusión entre 1946 y 1955”, escrita por José Luis Trenti Rocamora en el Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos (SEBA), n.° 10, 2000.
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