Hugo Presman sostiene en esta nota que la marcha del 17 de agosto, convocada fundamentalmente por Juntos por el Cambio, fue una manifestación más del odio antiperonista pero que más allá de lo pintoresco de la composición y lo heterogéneo de los reclamos, la cantidad y extensión territorial de las manifestaciones revela que la derecha y franjas de clase media, le han tomado el gusto a la calle, y este es un hecho que el gobierno nacional no debería minimizar.
Por Hugo Presman*
(para La Tecl@ Eñe)
Una oposición feroz y los medios dominantes desorbitados practicando el periodismo de guerra, todo ello en medio de una pandemia que ha arrodillado al planeta y herido seriamente a la economía de la inmensa mayoría de los países, convocó en forma imprudente desde el punto sanitario, como en fechas patrias anteriores, a manifestarse en el obelisco y en distintas ciudades del país. Lo hacen con la bandera argentina y bajo el pretexto de homenajear a la versión Billiken de San Martín. Si conocieran al verdadero Libertador, actuarían posiblemente como lo hacía su contemporáneo Bernardino Rivadavia, con el que se despreciaban mutuamente porque igual que ahora expresaban dos proyectos antagónicos, más aun sabiendo que probablemente San Martín fuera hijo de Rosa Guarú, una india. Sería, seguramente, un negro de mierda. Los que hoy sostienen que está en peligro la democracia, que vamos a una dictadura, o que ya estamos; que se persiguen periodistas; que vienen por todo, etc., son muy parecidos a los que piensan igual pero que van a radicarse en otros países para ser presuntamente libres.
San Martín y otros motivos que invocan son meros pretextos, porque el peronismo los enerva, Cristina Fernández les despierta un odio de una intensidad que es una remake del que despertaba Evita. Pero el odio necesita banderas que lo edulcoren, porque el odio solo no es políticamente correcto. Y así protestan contra una cuarentena reducida a menos de una docena de restricciones en la Capital, mucho menos aún en la mayoría de las provincias, y con consignas tales como “la dignidad”, “la libertad”, “la independencia de la justicia”. Están acompañados por marginales mentales, una pléyade que engloba a los anticuarentenas, a los antivacunas, a los que sostienen que la tierra es plana y el virus no existe, contra el 5G; contra un nuevo orden mundial, al que denominan “orden satánico” donde asoman otra vez los judíos como victimarios. Hasta las religiones, que no han sido nunca una avanzada de nuevos tiempos, han tomado en serio la pandemia. Los musulmanes suspendieron la movilización anual de millones de creyentes a La Meca. En nuestro país, la Iglesia Católica suspendió la marcha anual tradicional de San Cayetano. Pero para Patricia Bullrich y Elisa Carrió, dos de las máximas autoridades de Juntos por el Cambio, junto a Estaban Bullrich, Luis Brandoni, Fernando Iglesias, Lucas Llach, Hernán Lombardi, entre otros, convocaron a la marcha. Y desde sus vacaciones en la Costa Azul el ex presidente Mauricio Macri alentó la convocatoria junto al poder económico que lo defiende y lo protege. El secretario de salud de Macri, Adolfo Rubinstein, dijo que no era aconsejable la manifestación, que era riesgosa, pero no tuvo la valentía necesaria de manifestarse en contra. Prefirió actuar como militante radical y no como médico. Horacio Rodríguez Larreta adoptó la misma posición, modelo Poncio Pilatos, poco recomendable para alguien que pretende ser candidato a presidente, aunque quincenalmente promueve y suscribe políticas sanitarias iguales a la del gobierno nacional con apenas algunas diferencias de matices. Lo mismo sucede en las provincias gobernadas por Juntos por el Cambio como Mendoza, Jujuy o Corrientes, alrededor de siete millones de personas.
Hagamos alguna comparación con una marcha paradigmática. Sobre aquel 17 de octubre de 1945, muchos años después, Ernesto Sábato afirmó que a las masas las movía el resentimiento. Arturo Jauretche le respondió que no se engañara, que a la multitud no la movía el resentimiento sino la esperanza. En cambio, en estas marchas, en plena pandemia, a los pies y a los pasajeros de los autos los moviliza fundamentalmente el odio.
Que Cristina vaya presa. Se sacan banderas con fuerte olor a naftalina, espantapájaros como Venezuela o Cuba, o el comunismo. Pancartas variadas como: “Donde están los derechos humanos de Nisman”; “Justicia va sin K”; “Volvieron por todo, vamos por ustedes”; “Cristina, la más grande delincuente”; “Google tiene razón”; “Argentina sin Cristina”; ‘La patria está en peligro”; “No toquen al procurador Casal”; “No a la reforma judicial”; “Basta de chorros sueltos y ciudadanos presos”; La tiranía me obliga”; y los exóticos: “No queremos bozales”; “No vacuna, no mascarilla”; “Ensayos clínicos, dióxido de cloro ya”; El virus existe, la pandemia no”"La multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras que perder privilegios provoca rencor". Arturo Jauretche pic.twitter.com/2uJ7RG6vSj
— Perón, el legado. (@LegadoPeron) July 27, 2019
Separemos a todos aquellos que se manifestaron, aunque no fueron visibles como en anteriores protestas, que se encuentran dentro de las actividades excluidas sin posibilidad de trabajar o reducidos a su mínima expresión. Más allá de lo pintoresco de la composición y lo heterogéneo de los reclamos, la cantidad y extensión territorial de las manifestaciones revela que la derecha y franjas de clase media visceralmente antiperonistas, le han tomado el gusto a la calle y es un hecho que sería un craso error minimizar, y ésta última ha sido la más importante de las tres que hicieron. El gobierno tiene las manos atadas al respecto, porque no puede convocar a tomar la calle al sostener la necesidad de la cuarentena. Pero más allá de ello, el gobierno viene enhebrando una cadena de errores que alimenta el avance opositor.
Volvamos al San Martín verdadero. El que decía: “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar… Un día se sabrá que esta patria fue liberada por los pobres y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros que ya no volverán a ser esclavos de nadie”
Como gobernador de Mendoza, estableció contribuciones especiales, regularizó impuestos y fijó gravámenes para el sostén del ejército. Usó criterios diferenciales según rango y fortunas en base a negociaciones concertadas con los cabildos. A ese San Martín, uno de los grandes inspiradores de la Patria Grande, los que se movilizaron, seguro no lo llevarían como bandera. Ni siquiera su imagen en un billete o en una moneda .
Una de las consignas fue: “Hagamos la patria que quería San Martín”. El que reivindican es una estatua de bronce. En cambio, por el homenaje al pensamiento y el accionar del San Martín verdadero, como inspiración para el accionar de un gobierno, firmo al pie.
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*Coconductor del programa radial EL TREN, con más de 17 años en el aire. Contador Público recibido en UBA. Fue profesor de Economía Política en la Facultad de Ciencias Económicas de la misma Universidad. Es Periodista. Sus trabajos son publicados en diversos medios nacionales e internacionales. Es autor del trabajo de investigación “25 años de ausencia” y participó con trabajos en los libros “Damián Carlos Álvarez Pasión por el libro” e “Insignificancia y autonomía”. Debates a partir de Cornelius Castoriadis.
Además es coautor del libro “Bicentenario de la Revolución de Mayo y de la Emancipación Americana».
Excelente artículo. Te felicito.
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