Cinco apuntes: Pandemia, humanidad y Estados organizados – Por Eduardo Rinesi
Eduardo Rinesi plantea en este artículo que saldremos de la presente crisis con una concentración de riquezas mucho mayor que la ya muy pronunciada que teníamos antes del estallido de la pandemia, y sostiene que necesitamos Estados nacionales democráticamente organizados y gobernando en pos del bien común de sus ciudadanías, Estados que articulen sus esfuerzos en términos que los vuelvan más potentes y menos dependientes de los grandes poderes del planeta.
Por Eduardo Rinesi*
(para la Tecl@ Eñe)
1.
Al mismo tiempo que se hace evidente para todos que de esta crisis sanitaria que atraviesa el mundo ninguna sociedad nacional habrá de salir sin más Estado, también se multiplican las evidencias de la impotencia de estos instrumentos con los que cuentan esas sociedades para dar cuenta de un problema que los desborda por todos los costados. No solo porque el virus que hoy ataca al mundo ha revelado una enorme capacidad para burlarse de todas las fronteras nacionales, sino porque las causas del problema del covid-19 (que ya se ha dicho que es menos el problema que tenemos que el síntoma de ese problema más profundo, que tal parece que es el conjunto de desequilibrios ecológicos causados por los modos en los que hoy se producen los animales que consumimos los humanos y los forrajes que consumen esos animales) también escapan sin remedio de las soberanías de esos Estados nacionales. ¿No es este un motivo suficiente para volver a postular la necesidad de que los pueblos de América Latina, a través, claro, de los gobiernos de sus Estados nacionales, retomen la ruta de una cada vez más gritonamente necesaria integración política regional que permita planificar acciones coordinadas a una escala mucho mayor que la de cada uno de nuestros países?
2.
Pero incluso mucho más allá de los límites de América Latina: ¿no es evidente hoy, no se nos vuelve evidente, a cada uno y cada una de nosotros, nuestra común pertenencia a una unidad mucho más amplia todavía, en la que quizás nunca fue tan ostensible nuestra inscripción primera y primordial, y a la que en una nota anterior para La Tecl@ Eñe proponía yo nombrar con la vieja palabra humanidad? Es pomposa, cierto. Parece lejana. ¿Pero no es en cambio la más cercana que tenemos para representarnos la identidad de la situación de cada uno y cada una de nosotros con la de millones de hombres y mujeres chinos, rusos, turcos, africanos, británicos, mexicanos y brasileños a los que todos los días vemos por televisión enfermarse y morir, temer y esperar exactamente igual que lo hacemos nosotros mismos? Quizás nunca antes en la historia la humanidad haya sido menos una abstracción y más una experiencia, una evidencia fenomenológica inmediata. Si eso es así, ¿no habría que dar un paso más y preguntarnos qué camino deberíamos recorrer los millones y millones de hombres y mujeres que habitamos el planeta para que esa humanidad pudiera convertirse en otra cosa: en un sujeto en condiciones de tomar en sus propias manos su destino colectivo?
3.
Porque si la humanidad no puede volverse el sujeto de su propia vida colectiva, el destino que le aguarda es el de consolidarse en el sitio del puro objeto de las manipulaciones que los dueños del poder económico del mundo le tienen reservado. En el sitio de la gran, homogénea y unitaria población sobre cuya vida se seguirán desarrollando las experimentaciones a gran escala sobre las que todos los días nos informa la televisión a propósito, verbigracia, de la esperanza, a la que esa misma población es sometida, de tener en unos cuantos meses la bendita “vacuna” que se nos presenta como el fin de todos nuestros males. ¿En serio debería regocijarnos que sea de nacionalidad argentina no sé qué gerente de no sé qué multinacional que habla todos los días por la televisión sobre las pruebas de la vacuna que se prepara para paliar los efectos del síntoma del problema que tenemos, que no es el covid 19 (ya se dijo), sino las causas que lo producen, causas de las que, al menos en esos mismos programas de televisión, nadie habla? De lo que se habla y de lo que no se habla nos dice algo sobre el modo en que esos grandes sujetos de la historia, que son las empresas que dominan el mundo, preparan la salida del género humano de la crisis sanitaria que atravesamos.
4.
El cosmopolitismo por el que bregamos no es un cosmopolitismo sin Estados ni con Estados débiles. Al contrario: es un cosmopolitismo que deben construir los pueblos a través de la organización democrática de sus Estados y de la comprensión de que los gobiernos democráticos de esos Estados no pueden por sí solos (ni menos que menos disputando unos con otros ni negociando uno por uno con empresas más poderosas que ellos mismos) resolver el problema que enfrentamos. Menos rutilantes que las esfinges de las grandes empresas farmacológicas, informáticas y financieras que dominan el planeta, las universidades de nuestro país, de nuestra región y de todo el mundo, deben hacer honor a la aspiración a la universalidad que su misma denominación promete y ponerse a trabajar juntas, mucho más allá tanto de los intereses de esas grandes corporaciones planetarias a las que muchas veces las grandes universidades del planeta también están asociadas o subordinadas como de las fronteras de los Estados que las sostienen y financian, para ofrecer a esos Estados, a los pueblos del mundo entero, a la humanidad a la que deben buscar esclarecer y beneficiar con los resultados de sus afanes investigativos, un horizonte menos miserable que el que hoy la acecha.
5.
Si hay algo que no hay nadie que no diga hoy sobre los modos en los que habremos de salir de la presente crisis es que lo haremos con un mundo con una concentración de riquezas mucho mayor que la ya muy pronunciada que teníamos antes del estallido de la pandemia. La vana ilusión de que el coronavirus iba a enfermar de muerte al capitalismo revela todo su candor cuando vemos a las grandes corporaciones del mundo dar cuenta de la crisis sanitaria en términos que no hacen más que potenciar y profundizar la lógica con la que siempre impusieron sus designios. Frente a eso, y para resumir, necesitamos una opinión pública mundial informada y crítica, necesitamos Estados nacionales democráticamente organizados y gobernando en pos del bien común de sus ciudadanías y necesitamos que esos Estados democráticamente organizados articulen sus esfuerzos en términos que los vuelvan más potentes y menos dependientes de los grandes poderes del planeta. Este es un mal momento para las luchas democráticas en los países de nuestra región, pero no deja de quedar como saldo de esta crisis la necesidad de avanzar en la realización del viejo sueño de una América Latina unida en favor de la libertad de sus ciudadanos y de la soberanía de sus pueblos.
*Filósofo y politólogo
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