7/20/2020

sobre la posición inversora positiva neta de argentina

Financiarización en Argentina, análisis crítico




Rolando Astarita 

 Una de las tesis más populares en la izquierda es la referida a la financiarización. La misma dice, en trazos gruesos, que las finanzas impusieron su hegemonía sobre el capital productivo a finales de la década de 1970. Desde entonces, las finanzas realizarían una sistemática punción de plusvalía sobre el capital industrial, agrario o mercantil, provocando la caída, en el largo plazo, de la acumulación. A resultas de este proceso, habría una tasa de rentabilidad constantemente más elevada de las actividades financieras por sobre las productivas. Y el neoliberalismo sería la expresión política de esa hegemonía financiera. De ahí que la contradicción dominante en la sociedad estaría planteada entre las finanzas y los pueblos; o entre las finanzas y la producción. La contradicción entre el capital y el trabajo pasaría a segundo plano.

En oposición a ese enfoque, en una nota de 2010 (aquí;) sostuve que no existían pruebas de que el capital financiero hubiera obtenido, a partir de 1980, una tasa de ganancia permanentemente más alta que el capital no financiero. Las finanzas figuraban entre los sectores de rentabilidad más elevada, junto a otras actividades muy rentables. Por caso, informática y servicios de salud en los 1990; petróleo y construcción de viviendas, en los 2000. Pero además, si se incluía la crisis de 2008-09, datos recogidos por el BIS mostraban que la rentabilidad en el sector financiero había sido, a partir de 1995, más volátil que en el sector no financiero, pero no sistemáticamente más elevada. Hasta el día de hoy no encuentro que alguien haya respondido con datos esa nota.

Un Informe McKinsey 2020

Recientemente la consultora McKinsey publicó un informe, “The Great Acceleration”, elaborado por C. Bradley, M. Hirt, S. Hudson, N. Northcote y S. Smit (aquí), que refuerza lo expresado en 2010. El trabajo compara las valorizaciones bursátiles de las diferentes ramas de la economía en EEUU como índices del beneficio de largo plazo implicado en el mercado (los precios bursátiles están fuertemente vinculados a las ganancias de las empresas) y muestra que con la actual crisis se acentuó la distancia en la valorización bursátil entre las ramas de mejor desempeño, y las de peor desempeño. O sea, las empresas que estaban a la cabeza de la lista antes del estallido de la crisis, aumentaron la distancia con respecto a las peores: entre diciembre de 2018 y mayo de 2020 el quintil superior de compañías aumentó su beneficio económico implicado en la valorización del mercado en 336.000 millones de dólares. Las del quintil inferior, en cambio, lo vieron disminuir en 303.000 millones. Las seis primeras ramas fueron semiconductores, farmacéuticas, productos personales, software, tecnologías hadware y medios. Las seis peores bienes de capital, seguros, bancos, finanzas diversificadas, servicios públicos y energía.

Pero no se trata solo del último período de crisis. Entre 2015 y 2018 las ramas con beneficios promedio más elevados fueron semiconductores, medios, software, farmacéuticas, tecnologías hardware y productos personales. Las seis últimas fueron seguros, servicios públicos, finanzas diversificadas, telecomunicaciones, bancos y energía. O sea, tres ramas del sector financiero –seguros, finanzas diversificadas y bancos- entre las de peor variación en la capitalización.

Una vez más presento datos que no encajan en la tesis de la financiarización. Sospecho, sin embargo, que me van a responder de nuevo con el silencio. Lo cual es muy conveniente para seguir con el relato “políticamente correcto” de la izquierda “políticamente correcta”. Agrego: en algunos ámbitos académicos a esto le llaman “ciencias sociales”.

Cuestiones desde la teoría

Con “valorización financiera” se quiere significar la prevalencia de las ganancias financieras por sobre las productivas. Aplicada la noción a la Argentina, se sostiene que desde hace varias décadas los grandes empresarios no invierten productivamente y priorizan la valorización financiera de sus capitales. En términos marxistas, se dice que canalizan la plusvalía hacia las finanzas, donde realizarían pingües ganancias. Por lo cual se plantea la pregunta de cómo lo hacen sin volver al sector productivo. Es que si, por ejemplo, los capitalistas colocan sus fondos en depósitos bancarios, los bancos deberán otorgar créditos a tomadores de dinero para que “lo hagan trabajar”; esto es, para que contraten mano de obra que genere valor y plusvalor. De lo contrario, el banco no podrá pagar intereses, y el dinero puesto a plazo fijo no se puede valorizar.

Sin embargo, la tesis de la valorización financiera dice que esta ocurre en detrimento de la inversión productiva. ¿Cómo se valoriza entonces el dinero colocado en plazos fijos, si no hay generación de plusvalía? Alguien podría responder: se valoriza porque el Banco Central emite dinero para entregárselo a los bancos, para que estos paguen a los depositantes. Pero es claro que este esquema es insostenible en el tiempo, como lo mostró la crisis de las Lebac; o el nivel de pasivos remunerados que de nuevo está creciendo, con las Leliq. El problema de fondo: no hay forma de generar valor imprimiendo dinero (relacionado a este asunto, véase más abajo los rendimientos promedio a largo plazo de los depósitos a plazo). Si los plazos fijos rinden interés, en algún lado debe producirse el valor correspondiente.

Naturalmente, el mismo problema surge si se dice que la clase capitalista coloca los fondos líquidos en bonos de empresas. En ese caso, debería haber empresas que emitieran los bonos. Si los emiten,es porque esperan obtener rentabilidad. Lo cual nos lleva de nuevo a la necesidad de la inversión productiva. Algo similar ocurre con las acciones. Las que cotizan en Buenos Aires son de empresas que pertenecen a la misma clase dominante que supuestamente solo busca valorizar sus activos comprando acciones, no dirigiendo empresas. Claro que esas acciones se valorizan, o pagan dividendos, cuando hay ganancia. Y para eso deben explotar trabajo productivo. Pero, de nuevo, nos han dicho que la clase capitalista gana dinero por medio de las finanzas, no aplicándose al trabajo de explotar trabajo. ¿Cómo se explica este embrollo? Entonces sale un argumento de la galera: “ganan dinero especulando, sin producir”. Pero especular es comprar barato para vender caro. Y si todos los capitalistas financieros intentan comprar barato los papeles para venderlos más caro, nadie podrá hacer diferencia.

Llegados a este punto, otro argumento dice que “la clase capitalista argentina gana canalizando la plusvalía hacia la deuda pública”. Por supuesto, algunos inversores pueden hacer diferencias prestando al Estado. Sin embargo, ¿cómo puede ser esta la forma de enriquecer a la clase capitalista de conjunto? Si el Estado tiene que devolver el principal, además de pagar los intereses de la deuda, debe percibir impuestos. Pero para pagar impuestos es necesario generar valor y plusvalor. En definitiva, siempre terminamos en el mismo lugar. Lo cual es lógico: vivimos en una sociedad basada en la explotación del trabajo. Y esto no se puede eludir hablando generalidades sobre la valorización financiera. Hay que explicar cómo y por qué ocurre. Vayamos ahora a los datos.

La magnitud del sector financiero 

Si la clase capitalista canaliza sus plusvalías hacia las finanzas, ello debería manifestarse, entre otros indicadores, en el peso del crédito en la economía. Pero eso no ocurre. La relación depósitos bancarios / PBI, en Argentina, en 2015, era apenas el 23%. Un nivel menor que el promedio de América Latina (en Chile era 73%; en Brasil 66%), para no hablar de los países adelantados. En cuanto al ratio crédito / PBI, en Argentina, era 16%. Más bajo que en el promedio de América Latina, y los países capitalistas adelantados. Además, en los 1980 era el 26% del PBI. O sea, con la burguesía argentina volcando sus capitales al sector financiero, disminuyó el ratio (datos Presidencia de la Nación). En lo que respecta al capital accionario, la capitalización bursátil / PBI era, en diciembre de 2015 (o sea, antes de la gran caída de los precios entre 2018 y 2019) de apenas el 18%. En Chile es 112%, en Brasil 46%; en los países capitalistas avanzados es aún mayor.

Nos queda la deuda pública en manos del sector privado. En el promedio de 2019, el 27% eran tenedores privados. Unos 120.000 millones de dólares de deuda. No dispongo de datos sobre cuánto estaba en manos de inversores argentinos, pero es una realidad que una porción sustancial es de fondos extranjeros. De manera que tampoco se puede afirmar que los capitalistas argentinos acumulan plusvalía adquiriendo bonos de la deuda púbica. Al menos, no en el volumen necesario para absorber dosis importantes de plusvalía.

¿Qué valorización? 

Además del tamaño, está el rendimiento de las colocaciones financieras. Según la consultora Fernando Marull y Asociados, el rendimiento promedio de un bono soberano entre 1990 y 2020 fue del 3% anual (se calculó un bono teórico de US$100 con intereses anuales del 8% y se lo ajustó por los canjes 2005 y 2010, asumiendo una quita del valor presente de 45%). En cuanto a los depósitos bancarios: un plazo fijo en pesos, de hace 30 años, equivalente a US$ 100, hoy se reduce a US$ 53. Para las acciones el resultado es peor: la misma inversión, 30 años después, vale US$36.

Pero además, no se trata solo de los rendimientos promedio de largo plazo, sino también de las profundas oscilaciones que han tenido, y tienen, los activos financieros. Lo cual ha generado picos de ganancias, pero también enormes pérdidas. Oscilaciones que, dicho sea de paso, tienen poco que ver con “gobiernos neoliberales agentes del capital financiero” o “gobiernos nacionales con sentido popular y productivista”. Para dar algunos ejemplos:

Bajo el gobierno de De la Rúa las acciones argentinas sufrieron pérdidas anualizadas del 36% (el cálculo es en dólares; también lo que sigue). Los bonos, bajo ese gobierno, cayeron 27%. Con Néstor Kirchner la suba anualizada de las acciones fue del 26%; la de los bonos (índice IAMC) fue 13%. El rendimiento de los plazos fijos fue 3%. En la primera presidencia de Cristina Kirchner el rendimiento de las acciones fue 3%, siempre anual; los bonos soberanos rindieron 10%; los plazos fijos negativo 4%. En su segunda presidencia los plazos fijos tuvieron un rendimiento negativo del 10%. Los bonos soberanos una ganancia de 10% anual; las acciones 12%. Con el gobierno de Macri, y hasta febrero de 2019, los plazos fijos tuvieron rendimiento negativo del 9% anual; los bonos negativo 2% (Mariano Otálora, El Cronista, 7/04/2019). Pero si se toma todo 2019, el Merval cayó 30% y las empresas argentinas que cotizan en Buenos Aires y Nueva York perdieron 11.000 millones de dólares de capitalización bursátil Los bonos Bonar 2024 y Bonar 2020 (los más operados en dólares) experimentaron pérdidas del 57% y 53%. El carry trade ese año perdió 16%; en 2018 había perdido 29%.

Capital financiero y capital en general

Estos resultados no deben extrañar: la economía argentina estuvo sometida a profundas recesiones en los últimos 40 años, y esto se tradujo en rápidas y violentas desvalorizaciones; como también períodos de bruscas recuperaciones (por eso tampoco se puede decir que la inversión productiva se mantuvo permanentemente deprimida).

Lo más importante para lo que nos ocupa ahora es que dada la magnitud de las oscilaciones de la acumulación, fue imposible que el sector financiero estuviera a salvo de bruscas desvalorizaciones de los activos, así como empinadas recuperaciones durante algunos períodos de tiempo. Los capitales bancarios, los capitales dinero que se prestan a interés, y similares, están atravesados por las mismas contradicciones fundamentales que afectan a cualquier otro tipo de capital. Más aún, el escaso desarrollo del sector financiero – en particular, la baja incidencia del crédito – es una expresión de la debilidad del proceso de acumulación del capital en Argentina, en las últimas décadas. Una idea que está en Marx, pero opuesta, de nuevo, al enfoque de la financiarización y la tesis de la “valorización financiera”.

Por último, señalamos que un cuadro de fuertes oscilaciones de los rendimientos, y en muchos casos pérdidas importantes, no es la mejor situación para que la clase capitalista canalice los fondos líquidos. La alternativa entonces son las colocaciones en el exterior, sea en depósitos bancarios – incluidas las cuentas en paraísos fiscales -, en propiedad inmobiliaria, y tal vez una parte en inversión directa en el extranjero. Esto se expresa en la posición inversora neta de Argentina positiva. Así, en el primer trimestre de 2017 los activos de argentinos en el exterior era de casi 305.000 millones de dólares (INDEC; la cifra real posiblemente sea mayor); los pasivos, de nuevo en números redondos, 273.000 millones. En neto era positivo en casi 31.600 millones. Naturalmente, esos activos en el exterior se valorizan, o no, según los estándares internacionales que se aplican a todo capital financiero.
 
Profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires.


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