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7/20/2020

sin garantía de cambio de rumbo

AGENDA POST-CUARENTENA
Por Arturo Laguado Duca

Después de casi cuatro meses de cuarentena el gobierno se vio obligado a flexibilizar el aislamiento social preventivo y obligatorio. Aunque los estragos del Covid-19 no han cesado, ni la economía ni la población soportan más confinamiento. El juego mendaz de la oposición, encarnado en sus dirigentes partidarios, contribuyó al desgaste de la política de aislamiento que tan buenos resultados diera en el control de la pandemia y redundara en el crecimiento de la imagen positiva del presidente.
Paralelamente, con lo que parece una inevitable flexibilización de la cuarentena, la discusión con los acreedores de la deuda en dólares está llegando a su fin. Aunque todavía es incierto el resultado de la negociación -lo más probable es que se llegue a una suerte de ‘empate’ de las expectativas en torno al 55% del VPN- en agosto deberá cerrarse.
Una nueva agenda
Después del revés judicial que significó el intento de intervención de la cerealera Vicentín y el traspié político que implicó la renuncia a su estatización, Alberto Fernández parece dispuesto a pasar de una agenda centrada en la salud a otra que enfatice lo económico. Con ella podría retomar la iniciativa política, recientemente perdida con el affaire Vicentín.
El alcance de muchas de las medidas económicas futuras depende del alivio financiero que resulte del acuerdo con los bonistas: extensión del IFE, el ATP, el incremento de las jubilaciones o de la AUH. Así y todo, por lo anunciado hasta ahora, se puede entrever un plan con una fuerte orientación neodesarrollista, aunque con innovaciones, como la tradicional preocupación justicialista por el mantenimiento del empleo. Ciertamente, dadas las actuales condiciones mundiales, y a diferencia del desarrollismo clásico, el gobierno no se ilusiona con la afluencia a gran escala de la inversión extranjera directa en el corto plazo.
El punto de partida del plan de reconstrucción económica es el sostenimiento del empleo con base en la obra pública y las Pymes. Para estas últimas se prevé que una generosa moratoria impositiva complementada con un ambicioso plan de obra pública -comenzando por los municipios de las provincias del sur-, serían suficientes para que recuperasen su dinamismo[1].
El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, es explícito sobre la hoja de ruta. En un primer momento el ATP, la construcción orientada hacia vivienda social y la obra pública, se plantean como el camino para que las empresas vuelvan a producir. Luego, la economía post pandemia se vería motorizada por los hidrocarburos, la agroindustria -centrada especialmente en comida para humanos y no para animales- y la economía del conocimiento. La combinación de estos tres ejes “puede hacer que la economía y las exportaciones crezcan”[2]. Combinando estos elementos con beneficios impositivos a parques industriales se lograría el doble objetivo de incrementar exportaciones y producción. El crédito blando y un apoyo especial a las economías regionales[3], completaría el plan post pandemia.
Los aspectos políticos del desarrollo
Todo parece indicar que el plan de salida de la pandemia coincidiría con el lanzamiento del Consejo Económico y Social donde se tejerían acuerdos de largo plazo con el sector empresarial y la CGT[4].
Es conocido que uno de los énfasis de la gestión de Alberto Fernández es la búsqueda de consensos para lograr la reconstrucción del país. Si, en un futuro próximo, el Consejo Económico y Social será el espacio para debatir y construirlos, la conmemoración del Día de la Independencia funcionó como un ensayo general.
Alberto Fernández aprovechó la celebración del 9 de julio para mostrarse con todos los gobernadores -a excepción del de San Luis-, los dirigentes de las centrales sindicales y el llamado Grupo de los seis, que reúne a los hombres de negocios más poderosos del país. En la misma mesa, además del del presidente y los mandatarios provinciales, se sentaron los dirigentes del capital y del trabajo, todos ellos socios necesarios para un proyecto de desarrollo nacional.
Invitados necesarios pues es sabido que los representantes de los principales actores económicos nacionales son agentes insoslayables en un proyecto de desarrollo capitalista. Al menos eso afirman la mayor parte de las teorías del desarrollo.
Sin embargo, como bien advirtió Zaiat en un artículo que tuvo amplia repercusión en la escena política oficialista, las características objetivas de las elites económicas nacionales generan ciertas dudas sobre su real disposición a apoyar un proyecto de desarrollo nacional dado que sus intereses “están cada vez más alejados del destino del mercado interno, operan en áreas monopólicas o con posiciones dominantes y están subordinados a la valorización financiera de sus excedentes, los cuales en gran parte son dolarizados y fugados.[5]
Si bien la imagen de presidente consensualista salió fortalecida de la conmemoración de la independencia, para reconstruir una Argentina sobre unas bases diferentes a aquellas que han incrementado la pobreza y la desigualdad, la presencia del Grupo de los seis junto al presidente, no es garantía de cambio de rumbo.
En otras palabras, si Alberto Fernández quiere contar con una burguesía nacional -para usar una expresión de antaño- no tiene más remedio que construirla pues, como ha demostrado la experiencia política reciente, el capital concentrado no sólo tiene intereses que no coinciden con el enfoque mercado internista de la política económica del gobierno, sino que muchos de estos hombres son también lideres ideológicos del proyecto aperturista tendiente a la apropiación privada de la cosa pública[6]: aunque destacan entre ellos Rocca y Ratazzi, no son los únicos.
Por tanto, si el lanzamiento del pacto social coincide con el de un proyecto de reconstrucción nacional que busca sentar las bases de un desarrollo políticamente sostenible, es importante que el presidente tenga en cuenta las limitaciones que le imponen las características de sus socios.  No se trata, claro está, de cerrar los canales de diálogo con los representantes del gran capital, menos cuando la crisis económica mundial los obliga a voltear su mirada hacia el manto protector del Estado. Pero para que este diálogo sea equilibrado, sería prudente que en la misma mesa se sentaran otros actores que pudieran hacerles contrapeso.
Aspectos objetivos y subjetivos de la reconstrucción
Como ya se mencionó, el plan de reconstrucción económica tiene fuertes rasgos neodesarrollistas. Lo que implica aspectos positivos, pero también algunos desafíos.
Actualmente hay acuerdo entre la mayoría de los especialistas de que el fracaso del proyecto desarrollista fue más político que económico. Enfrentado con las clases dirigentes y separado de los sectores populares, el desarrollismo salió de la escena política casi sin dolientes.
El siglo pasado, el discurso desarrollista confió en que sus éxitos económicos en el mediano plazo legitimarían su accionar y lograrían el respaldo popular. El devenir histórico demostró lo errado de esa lectura. Incapaz de construir una narrativa que concitara el apoyo popular -en su lugar optó por confiar en las “leyes científicas del desarrollo”[7]– y enfrentado con las elites de poder liberales, cuyo modelo de país no era muy diferente del que pregonan actualmente, su experimento se agotó sin pena ni gloria. Su tibio institucionalismo no fue suficiente para protegerlo de los afanes desestabilizadores de la derecha.
Esta experiencia histórica debería servirle de advertencia al presidente Fernández de los riesgos de confiar en que un plan consistente de reconstrucción del país, devastado por el macrismo primero y por la pandemia después, garantizará alianzas sólidas con esas clases dirigentes. Las acciones recientes de los líderes de Juntos por el Cambio parecen augurar un oposicionismo constante e irreductible. Nada diferente se puede esperar de la SRA o de dirigentes empresariales representados por Techin o Clarín, al decir de Zaiat, con intereses imbricados con el capital financiero y los paraísos fiscales. El enfático rechazo a que se graven las grandes fortunas, así sea por una única vez, puede ser un indicador de lo que se puede esperar.
Sería aconsejable que los consensos dejaran oír también otras voces que no acompañaron a presidente el 9 de julio: cooperativas, pymes, economía popular, etc., además de actores populares que trasciendan a la CGT. En ese sentido, parece poco afortunado que uno de los temas con que se iniciará el pacto social sea el referido a la reforma laboral[8].
Es muy destacable la capacidad que ha mostrado Alberto Fernández para sentar a distintos interlocutores a la mesa. Pero, si no queremos que la nueva normalidad se parezca demasiado a la anterior, será necesario afectar intereses de las clases dirigentes. Mas aun cuando la caída del PIB por habitante retrocedió casi 50 años -igual a 1974[9]– y la distribución del ingreso, mucho más[10]. En esa situación, los acuerdo con las elites pueden ser insuficientes y la legitimación vía movilización popular puede ser determinante para impulsar medidas con amplio apoyo de la ciudadanía como, por ejemplo, el impuesto a las grandes fortunas.
Siendo importante buscar el consenso con la oposición y los grupos económicos, su precio no puede ser la desconexión del movimiento popular o su reducción a un espacio secundario en los espacios de diálogo. Construir una narrativa del desarrollo que no olvide a estos sectores sería un paso importante hacia un país “con más igualdad, con más equilibrio social y que distribuya mejor el ingreso”, tal lo expresó el presidente ante el Grupo de Puebla.
[6] Íbid.
[7] Cfr. Laguado Duca, Arturo. La construcción de la cuestión social en el desarrollismo argentino. Ed. Espacio, Bs As.: 2011.
[10] Al respecto, afirma Agustin Salvia, del Observatorio de Deuda Social de la UCA: “La Argentina post-pandemia tiene más grietas sociales y peores que las que teníamos antes. Tuvimos la oportunidad de resolver la grieta política y no se hizo. Hemos incrementado las deudas sociales a partir de esta pandemia” en https://www.ambito.com/pobreza/aseguran-que-la-argentina-pospandemia-tendra-mas-grietas-sociales-y-una-nueva-capa-n5116546

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