Buenas: Todo lo que afirmamos puede ser negado por otro. Y es correcto que así sea. Don´t worry, be happy.— Artemio López (@Lupo55) July 14, 2020
Un acuerdo, dos miradas
Detlef Nolte
Gerhard Dilger
¿Qué puede suceder con el Acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea? ¿Es beneficioso para ambas partes o es un tratado que perjudicará a los países sudamericanos? Dos perspectivas disímiles para fomentar el debate.
Un acuerdo, dos miradas Perspectivas divergentes sobre el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea
A un año de la firma del tratado comercial entre la Unión Europea y el Merdado Común del Sur (Mercosur), persisten los interrogantes sobre el futuro del acuerdo. El proceso que lleva a su ratificación es largo pero, además, hay numerosas dudas sobre los beneficios que podrían tener para los países del Mercosur. Mientras que algunos analistas afirman que el tratado operará como un motor de la economía, el intercambio y hasta como un propulsor del cuidado del ambiente para los países de la Unión Europea y del Mercosur, otros afirman que el acuerdo prtende «vampirizar» las relaciones de Europa con los países sudamericanos.
En este artículo, dos destacados intelectuales y analistas con diferentes visiones sobre el acuerdo, dan su perspectiva.
Detlef Nolte (investigador asociado del Instituto GIGA de Alemania)
El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) es criticado como un «proyecto neocolonial» o «tratado vampiro». Desde esta perspectiva, después de la firma del acuerdo, la Unión Europea explotará y exprimirá a los países del Mercosur. Es cierto que el acuerdo producirá ganadores y perdedores en ambos lados, pero según un estudio de la London School of Economics (comisionado por la UE), se ampliará el comercio en general y aumentará la prosperidad en ambas regiones, aunque de manera modesta. Es importante aprovechar las oportunidades y no solo referirse a los riesgos. Los cuerdos comerciales no impiden una política gubernamental proactiva para mejorar la competitividad de las empresas nacionales (incluyendo más fondos para la ciencia y el desarrollo de nuevas tecnologías) y para promover sus exportaciones. Especialmente, cuando el acuerdo otorga largos períodos de transición a ciertas industrias.
Es necesario superar el parroquialismo nacional, tanto en América del Sur como en Europa para poder mirar el acuerdo desde una perspectiva geoeconómica y geopolítica. América del Sur y Europa deben posicionarse en un mundo marcado por una confrontación cada vez más fuerte entre China y Estados Unidos. Hay que defender el multilateralismo y un sistema international basado en normas y reglas vinculantes para todos (por ejemplo, en el área de comercio y estándares medioambientales). Los estados sudamericanos tienen que cooperar para tener una voz en la política internacional y para defender su autonomía. El Mercosur necesita el anclaje externo de la UE. De lo contrario, existe un mayor riesgo de que el bloque económico se desmorone.
China, y no la Unión Europea, es el socio comercial más importante del Mercosur, así como su comprador principal de materias primas. Esto es especialmente cierto para la carne de vaca y productos agrícolas como la soja, cuyo cultivo se vincula con la deforestación en la Amazonia. China es también el principal exportador de productos industriales que compiten con los productores nacionales en los países del Mercosur. El ex presidente uruguayo José «Pepe» Mujica, uno de los lideres intelectuales de la izquierda latinoamericana, ha sostenido repetidamente que Europa debe equilibrar la influencia de China en América Latina y ha respaldado explícitamente el acuerdo Mercosur-Unión Europea.
La UE es el segundo socio comercial más importante del Mercosur, por delante de Estados Unidos. Y las empresas europeas son los inversores extranjeros más importantes de la región. El acuerdo permite que la UE se afirme geoeconómica y geopolíticamente en América del Sur contra China y Estados Unidos, para defender un sistema de comercio mundial abierto y basado en reglas. El acuerdo permite que se apliquen normas medioambientales europeas en América del Sur, al menos para los productos que se exportan a la UE.
Los acuerdos comerciales pueden proporcionar una palanca política que se debe utilizar cuando sea necesario. Es más fácil proteger la selva amazónica si Brasil si los otros países del Mercosur forman parte de un acuerdo que incluye un compromiso para implementar las medidas del Acuerdo de París para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (incluyendo una reducción de la deforestación). El acuerdo facilita la expansión y profundización de las redes de protección ambiental entre América del Sur y Europa, a la vez que permite perforar el reclamo de una soberanía absoluta sobre el medio ambiente en territorio nacional. La protección del medio ambiente y el comercio no son mutuamente excluyentes. Europa tiene peso como potencia comercial y la Unión Europea tiene un poder de gestión que debería usar. Pero desde una perspectiva europea también hay límites claros para un acuerdo. Si un gobierno se niega a cumplir con sus obligaciones internacionales o destruye su sistema democrático no habrá acuerdo con ese país.
Gerhard Dilger (director para el Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo)
Bajo el lema de «Europa Global», la Comisión Europea busca desde 2006 hacer más competitivas a «sus» empresas e imponerles a la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay una política comercial neoliberal. Entre otros, en la recolonización de Brasil parece haber cobrado impulso renovado el Acuerdo de Asociación entre el Mercosur y la Unión Europea.
Pero este acuerdo, anunciado exactamente hace un año, por Jair Bolsonaro, Mauricio Macri, Emmanuel Macron y Angela Merkel, no favorece a las mayorías en ambos lados del Atlántico. Si llegara a firmarse y ratificarse, el triunfo sería sobre todo de las corporaciones transnacionales y su lógica de lucro.
En la división internacional del trabajo, América Latina desempeña fundamentalmente el papel de proveedor de materias primas. Tras los intentos de emancipación de la región en los primeros años del siglo XXI, parece que la idea es volver a atar a nuestros países a ese rol de manera permanente.
En el mejor de los casos, los que acá se beneficiarían de la reducción gradual de barreras aduaneras son el agronegocio y los sectores de las importaciones y de los transportes. Los pequeños agricultores, los trabajadores y los pueblos indígenas, pagarían la consolidación del sistema con más vulneraciones de sus derechos y destrucción de sus medios de vida. Un desarrollo productivo nacional sería más difícil que nunca.
Es probable que la liberalización del comercio agudice el deterioro salarial y el recorte de puestos de trabajo. La Comisión Europea anunció que las empresas europeas se ahorrarían 4 mil millones de euros al año en impuestos. Además, esperan nuevas oportunidades de negocios en el sector de las telecomunicaciones y la tecnología de la información.
¿Será que las autopartes también se van a enviar en barco al otro lado del mundo? A la postre, junto a una expansión del comercio mundial ecológicamente nefasta, la Unión Europea insiste en una protección de patentes más estricta, lo cual socavaría la posibilidad de los consumidores sudamericanos de acceder, por ejemplo, a medicamentos genéricos.
En materia de compras gubernamentales, que a menudo sirven para fortalecer a los productores locales, los negociadores pretenden que las empresas de la Unión Europea compitan en igualdad de condiciones. Sin embargo, no están previstas sanciones por corresponsabilidad en materia de delitos ambientales o violaciones de los derechos humanos. Con los gobiernos de derecha de Brasil, Paraguay y Uruguay, la UE tiene el camino allanado. Es escandaloso que el exterminador de los derechos humanos y de la Amazonía, Jair Bolsonaro, y sus amigos militares que están en el gobierno, sean socios estratégicos de una Europa que se precia de democrática. Alberto Fernández, el presidente argentino, defiende posiciones más soberanas pero necesita el apoyo político de los europeos en las renegociaciones de la deuda.
A este y otros tratados de libre comercio, Susan George –dirigente de la Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (ATTAC) – los ha calificado de «tratados vampíro». Son acuerdos que, si se dan a conocer públicamente, mueren al instante. Y es que rara vez resisten el debate democrático. Esta es una de las razones por las que los detalles del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur solo se revelan a cuentagotas. Si la Unión Europea quiere mostrar que es digna del Premio Nobel de la Paz que recibió en 2012, debería despedirse del espíritu neoimperial que también caracteriza a este tratado.
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