Consiguieron que nosotros, las víctimas de este modelo, nos sintiéramos culpables. Una mierda. Nos disciplinaron. ¿Cómo invertir este disciplinamiento en favor de la sociedad? Hay que estatizar todo lo que sea un servicio para el pueblo." Amado Boudou https://t.co/PwoM4yVQbB pic.twitter.com/DygQb87JvX— Artemio López (@Lupo55) November 5, 2019
Hernán de Goñi, director periodístico
El diálogo telefónico de Alberto Fernández con Donald Trump se reflejó en la mejora que tuvieron ayer las acciones argentinas en Wall Street. La conferencia de prensa que el presidente electo dio ayer en México también impactará en los mercados, pero con sentidos más dispersos. Por un lado, el presidente electo apuntó a bajar las expectativas iniciales que provoca todo cambio de gobierno, al reconocer que los problemas no desaparecen y que muchas de las decisiones que deberá poner en práctica ese día obedecerán a realidades heredadas. Aunque evitó ser directo ante una pregunta sobre la continuidad del cepo cambiario, Fernández se limito a decir que el "10 de diciembre no es una fecha mágica".
Su declaración tendrá un rebote previsible entre los agitadores de la grieta. Pero en el fondo, Alberto está ratificando que la falta de dólares que padece la Argentina es grave, y que deja en un manto de incertidumbre la cobertura de los vencimientos de deuda de 2020. Nadie en el sector empresario hubiera esperado otra definición. Mucho menos en el mundo financiero. Si bien es cierto que el control de cambios volvió de la mano de Cristina Kirchner en 2011, ratificarlo implica un costo político de cara a la sociedad. También representa la vocación del futuro gobierno de tomar decisiones duras si la situación lo amerita.
Donde Fernández abrirá algunas dudas es en el sector energético, ya que la ratificación de que irá por una desdolarización de las tarifas creará ruidos en el mercado bursátil, así como en las casas matrices de muchas de las compañías que tienen planes de inversión en la Argentina.
Todo depende de cómo resuelva la brecha entre el costo de los servicios públicos, el valor de las tarifas y los ingresos de los asalariados. Los argumentos que vuelcan los economistas que respaldan la posición de Fernández no implican una pesificación estricta como la ejecutada por Mauricio Macri cuando congeló los combustibles. Están más alineados con un sendero de aumentos que respete más la evolución del poder de compra de los salarios que del dólar. Puede resultar razonable si acotado a un período de transición, lo que otorgaría alguna previsibilidad. Pero hay que remarcar que contrasta con la idea de otros asesores de explotar al máximo el potencial de Vaca Muerta, para que su flujo de divisas resuelva el faltante de dólares y de inversión.
Divorciar el costo de producción de la energía del costo que se le cobra al consumidor fue una de las peores herencias del kirchnerismo. Porque la brecha la pagó el Estado con déficit y la energía faltante fue cubierta con importaciones, lo que agravó además la pérdida de divisas. Alberto Fernández sabe que el alza de las tarifas catalizó el malhumor social contra Macri que le costó la presidencia. Lo que le falta es encontrar una fórmula para que este tema no se vuelva un agujero en su gestión.
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