1/28/2021

el año que se paró el planeta

 Utopía para una realidad distópica

Por: José Salvador Cárcamo (*)


El año 2020, quedará en nuestra memoria como el año que se paró el planeta. Es algo que anticipábamos en Bioeconomía y desarrollo(1) -junto a Marta Tenewicki- como el “punto umbral”, concepto elaborado por Manfred Max Neef en la década del 90 del siglo pasado. Este concepto señala que “todo crecimiento económico adicional se traduce en un deterioro de la calidad de vida”; a este “punto liminal” han llegado algunos países e hiperconsumidores, por tanto, nuestra propuesta en aquel entonces a nivel global era el crecimiento nulo o decrecimiento, para iniciar una política global de redistribución de recursos y de la riqueza hacia aquellos países y sectores sociales que no lo han alcanzado. No imaginamos en aquel momento la perversidad del sistema capitalista para impulsarlo en un futuro: Qué decrezcan los desheredados de la tierra que son la mayoría, y continúen enriqueciéndose como contrapartida una minoría sintetizada en la plutocracia financiera.


Pero ¿realmente se paró el planeta el 2020?

La huella ecológica desde mediados de la década del 70 del siglo XX alcanza un valor mayor que uno y crece año tras año, alcanzando la cifra de 1,6 planetas en la actualidad, es decir, que estamos usando un 60% más de recursos de lo que los ecosistemas de nuestra nave espacial, la biosfera, pueden regenerar en un año. A consecuencia del Covid-19, la huella ecológica global de 2020 se contrajo un 6,5% en comparación con el año 2019.

Para explicar lo anterior se definirá “el día del exceso de la tierra” (2). Este, se calcula a partir de la suma de todas las demandas de consumo del mundo y los recursos naturales disponibles para solventarlo, comparándolo con la capacidad de respuesta que tienen los ecosistemas para reponer esos recursos; a partir de ese día la humanidad exige a la naturaleza un equivalente superior a la capacidad de regeneración de la Tierra de todo el año en referencia. En el año 2019 “el día del exceso de la tierra” fue el 29 de julio, y en el 2020 el 22 de agosto, es decir, durante los días posteriores a esa fecha, el mundo esta consumiendo a crédito los recursos futuros provistos por los ecosistemas, al utilizar en términos tecnocráticos, un “capital natural” y “presupuesto ecológico” superior a lo previsto para esos años. Lo anterior se repite en forma acumulativa, año tras año desde hace décadas, con el deterioro progresivo de nuestro planeta. En este marco de explotación y ataque virulento a la biosfera, las pandemias son un resultado lógico, a lo que hay que sumar la expoliación del capital financiero a la producción y el trabajo humano. El 18 de julio de 2020 en el homenaje anual a Nelson Mandela, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres señaló “encarar la pandemia de la desigualdad requiere un nuevo contrato social para una nueva era” y resaltó “más del 70 % de la población mundial hace frente en su vida a una desigualdad cada vez mayor en términos de ingresos y riqueza. Las 26 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad de la población mundial...entre 1980 y 2016, el 1 % más rico del mundo absorbió el 27 % del crecimiento acumulado total de los ingresos” (3). En los países con desarrollo humano muy elevado, más del 50 % de los jóvenes de 20 años están en la enseñanza superior. En los países de bajo desarrollo humano, esa cifra es del 3 %. En 2019, aproximadamente el 87 % de la población de los países desarrollados (PD) utilizaba Internet, frente a tan solo el 19 % en los países en desarrollo (PED).

Este es el contexto del brote del coronavirus. Surge de una naturaleza, madre tierra, pachamama, saqueada irresponsablemente durante siglos a partir de las revoluciones industriales del capitalismo, bajo la falsa suposición de que nuestro planeta cuenta con recursos ilimitados. Por la quema irresponsable de combustibles o energía fósil (carbón, petróleo, gas) surge el efecto invernadero; por la explotación minera irresponsable se contaminan fuentes de agua dulce, etc.; por la deforestación irresponsable se destruyen los habitats de virus que viven en las plantas y animales, los que al perder su morada natural buscan otros sitios para sobrevivir, produciéndose la zoonosis, es decir, la transmisión de enfermedades de animales a seres humanos . De esta forma se tiene el caso de una variada gama de virus, como el hantavirus (transmitido por ratas), dengue (mosquitos), el ebola (por animales infectados en la selva), el chikungunya (mosquitos), el zica (animales y mosquitos), las series derivadas del SARS como el de la covid 19, etc.

Con respecto a la disminución de la huella de carbono o emisiones de dióxido de carbono atribuibles a la quema de combustibles fósiles de la especie humana durante la pandemia, sus efectos son imperceptibles, pues los gases de efecto invernadero se concentran en la atmósfera, y para que tenga efectos perceptibles esa disminución tiene que ser permanente a lo largo del tiempo y durante décadas. Los tiempos de la biosfera son diferentes al del homo sapiens. Además, los incendios de bosques están generando CO2 a un ritmo similar al de la modesta reducción antropogénica de emisiones resultante de la pandemia(4).



Nuevo contrato social y nuevo acuerdo global

De acuerdo al Banco Mundial (5) nos enfrentamos a la recesión mundial más profunda desde la Segunda Guerra Mundial, y es la primera vez desde 1870 que tantos países experimentan un colapso tan amplio de sus ingresos per cápita. La pandemia ha puesto al descubierto la precariedad de los sistemas de salud, las desigualdades estructurales, el débil sistema de protección social -tendencia profundizada con las políticas neoliberales predominantes desde 1980 a nivel global-, la degradación ambiental, la crisis climática, la irracionalidad del sistema financiero al servicio de la especulación, la codicia y la concentración del capital, la falsedad de que los mercados libres pueden ofrecer asistencia sanitaria a todos, la fantasía de que el trabajo de cuidado no remunerado no es trabajo, la mentira de que vivimos en un mundo post-racista, cuando crece la xenofobia y el odio al migrante, el mito de que somos todos iguales en esta nave espacial llamada tierra, donde algunos viajan en primera clase, y otros, la mayoría, sin un pedazo de tierra para vivir y proveerse de alimentos, aferrándose para no caer de una nave que va en rumbo de colisión.

La lucha contra la desigualdad ha sido la fuerza impulsora en favor de la justicia social, del fin del apartheid, de los derechos laborales, de la igualdad de genero, del acceso a la educación y salud, etc. La desigualdad creciente esta asociada a la inestabilidad económica y social, la corrupción moral, las crisis financieras, el aumento de la delincuencia y la mala salud física y psíquica de la población. La salud, el agua, la educación, el trabajo decente, el acceso a una vivienda digna y la seguridad social no son mercancías que se vendan a quienes puedan pagarlas, sino derechos humanos básicos que tenemos todas las personas. Este nuevo contrato social debe reducir la desigualdad atacando las fuentes de la misma, el modo de producción capitalista, que en términos materiales y estructurales, se expresa en el colonialismo e imperialismo, y en términos valóricos en la codicia y avaricia.

Las condiciones que debe incluir este nuevo contrato social podemos resumirla en los siguientes puntos. Se aclara que la enumeración no implica un orden de prioridad:


Condiciones del nuevo contrato o acuerdo

1. Reformar la Organización de Naciones Unidas (ONU) y las instituciones que surgen del sistema de Bretton Woods. La desigualdad se expresa en la cima de esa organización e instituciones globales. En el caso de la composición y el voto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidad, cinco países de un total de 194, tienen el derecho de vetar la aprobación de cualquier resolución. Con respecto a los organismos internacionales de crédito, El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, un país, Estados Unidos, tiene el voto de oro y puede vetar cualquier crédito dirigido a un país, como también, otorgar crédito a un país o gobernante con fines no productivos o corruptos, como por ejemplo, financiar la fuga de capitales y/o una campaña política para una reelección presidencial.
2. Pasar de una economía enfocada en el crecimiento del PBI a otra que diferencie entre sectores que deben crecer y requieren inversión (educación, salud, energías limpias, diversificación de la matriz productiva, agricultura orgánica, banca para la producción y el trabajo, etc.), y sectores que deben decrecer radicalmente (complejo militar-industrial, producción vinculada a la energía fósil, publicidad engañosa, banca especulativa y fuga de capitales a paraísos fiscales, etc.)
3. Establecer una Renta Básica Universal (RBU) para todo ciudadano y un fuerte impuesto a los elevados ingresos y a la riqueza.
4. Reducción de la jornada de trabajo.
5. Promover el acceso a los bienes públicos mundiales como la salud pública, la educación o acceso al conocimiento y la cultura, los bienes y servicios ambientales proporcionados por la naturaleza, los sistemas internacionales de comunicación y transporte, los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad económica y financiera, la paz y la seguridad.
6. Avanzar hacia la soberanía alimentaria. Transformar la agricultura transgénica y comercial (agronegocios) a una de carácter regenerativo. Basada en la conservación de la biodiversidad y sustentable, con condiciones de empleo y salarios agrícolas dignos.
7. Implementar los instrumentos jurídicos y económicos que castiguen la actividad especulativa financiera global y el “carry trade” (6), de tal forma que las divisas generadas por el comercio exterior así como los saldos monetarios en poder de los bancos se destinen al incentivo de las actividades productivas y educativas, de nutrición y sanitarias, de cloacas y vivienda, de descanso y ocio de la población, y no a la especulación. En lenguaje técnico sería invertir en “capital humano” combatiendo las externalidades negativas.
8. Cambiar a un ritmo sostenido y acelerado la matriz energética, reemplazando la utilización de recursos derivados de la energía fósil, por otros que estimulen el uso de energías limpias y renovables. Para ello promover que las economía regionales y locales usen la tecnología necesaria para alcanzar ese objetivo.
9. Detener la depredación de nuestros ambientes naturales a consecuencia por ejemplo de la producción de soja transgénica y la actividad minera a cielo abierto, recuperando cada uno de los ecosistemas dañados de manera de reducir la huella ecológica y atenuar el cambio climático.
10. Extender en forma descentralizada la necesidad de reutilizar y reciclar la totalidad de los desechos que genera la economía, reduciendo drásticamente los niveles de contaminación por la acumulación de basura sin tratar.
11. Contraer el ritmo de producción (decrecimiento) ajustándolo a las necesidades actuales de la población, lo que implica el uso de recursos agotables y renovables, medido y adecuado para tal fin. Esto en términos de solidaridad intergeneracional, de la generación presente con la generación futura.
12. Implementar en los centros urbanos espacios de huertas orgánicas, destinadas a la producción de frutas y verduras con el fin de satisfacer las necesidades de sus habitantes, convirtiendo las ciudades en lugares más agradables, sanos y autosustentables.
13. Asegurar los ambientes naturales a los pueblos originarios, por las enseñanzas y prácticas del “buen vivir”, sumak kawsay o suma qamaña, que pueden brindar a la humanidad. En su relación armónica con la madre tierra, han mostrado ser mejores “administradores” en el mantenimiento y uso de las células verdes o semillas que las empresas multinacionales (p.e. Monsanto y Bayer), preservando la biodiversidad sin la mercantilización del proceso de fotosíntesis.
14. Incentivar a partir de lo anterior las formas cooperativas, colaborativas y comunitarias de producción, en desmedro de las competitivas.
15. Condonación de las deudas externas de países en desarrollo (PED), como de la deuda interna, especialmente de trabajadores y de las micro, pequeñas y medianas empresas.
16. Desarmar la guerra y la actividad especulativa financiera para construir la paz y acabar con la ruina moral de la codicia que conduce a la desigualdad, el hambre y la pobreza.
17. Establecer un impuesto sobre el carbono, para desalentar las emisiones de gases de efecto invernadero haciendo pagar a los contaminadores en proporción a sus emisiones pero también contemplando las emisiones históricas o deuda de carbono de los países desarrollados. Los recursos obtenidos deben orientarse a cambiar la matriz energética.
18. Desarrollar medios de comunicación libres e independientes y plataformas de redes sociales responsables que fomenten un debate saludable. Esto es necesario para entregar información fidedigna a la población enfrentando así la desinformación y las falsas noticias (lawfare), consecuencia del monopolio y concentración de los medios de comunicación.
19. Reformar la Corte Internacional de Justicia de Naciones Unidas, como también de los países, para que impulsen mediante leyes los puntos anteriormente señalados.
20. Impulsar una Reforma Constitucional en los países, para hacer realidad los puntos anteriormente señalados.

Perdedores y ganadores

La crisis global originada por el Covid tiene perdedores -una mayoría- y ganadores -una minoría-, desde ese punto de vista constituye un “gran ajuste global”. Rememorando lo que “predicaban” mis profesores de economía – egresados de la escuela de Chicago- de la Universidad de Chile en la década de 1980, citando al “sumo sacerdote” Milton Friedman, “sólo una crisis real o imaginaria produce cambios reales. Cuando esa crisis ocurre, las acciones que se toman depende de las ideas que hay alrededor”.

Analicemos los cambios o el “gran ajuste global” para los perdedores. De acuerdo al “Informe Mundial sobre Salarios 2020-2021” (7) publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “se advierte un ensañamiento de la crisis en los empleos de menor cualificación y menor remuneración, con caídas adicionales de casi un 20% en los salarios si no se mantienen las medidas de apoyo a los ingresos, que sirvieron en meses pasados para mitigar las caídas de remuneración". Lo anterior fue acompañado de precarización del trabajo, contracción del empleo, aumento del desempleo, y el retiro de una parte de la fuerza de trabajo de la población activa.

Pasemos al lado de los ganadores. De acuerdo a datos de Forbes se estima que los diez individuos con más dinero del mundo ganaron alrededor de 400 mil millones de dólares durante los últimos meses. Presentemos a algunos de ellos:

Jeff Bezos, fundador y CEO de Amazon, su fortuna a principios de 2020 era de 117 mil millones de dólares, ahora ronda en los 187 mil millones de dólares.
Bernard Arnault, dueño del conglomerado LVMH de marcas de indumentaria, su fortuna a principios de 2020 era de 69 mil millones, ahora ronda en los 145 mil millones de dólares.

│ Jeff Bezos

Elon Musk, el empresario de los autos eléctricos, su fortuna a principios de 2020 era de un poco menos de 30 mil millones de dólares, ahora ronda en los 140 mil millones de dólares.

Bill Gates, cofundador de Microsoft, de acuerdo a Forbes su fortuna a principios de 2020 era de 100 mil millones de dólares, ahora ronda en 120 mil millones de dólares.
Mark Zuckerberg, dueño y fundador de facebook, su fortuna paso de 70 mil a 100 mil millones de dólares. Citado a declarar por el Congreso de Estados Unidos por prácticas ilegales y monopólicas, con instagram y whatsapp.

Completando el resto de la lista: Larry Elison, Warren Buffet, Larry Page, Steve Ballmer y Sergey Brin.

De acuerdo a la teoría económica hay cuatro fuentes del crecimiento económico: los recursos naturales, el trabajo, la acumulación de capital (que es trabajo acumulado) y el cambio tecnológico. Se analizo al principio de este texto la visión errónea sobre los recursos naturales y la biosfera de la economía tradicional. Lo mismo ocurre con respecto al trabajo y al capital, donde se tiene a trabajadores empobrecidos y perdedores, y dueños del capital enriquecidos y ganadores.

Señalaba Aristóteles: "Si cada herramienta pudiera ejecutar por sí misma su función propia, como las obras maestras de Dédalo que se movían por sí mismas…. el jefe del taller ya no tendría necesidad de ayudantes, ni el amo de esclavos” y lo complementa Paul Lafargue (8) “nuestras máquinas con aliento de fuego, con miembros de acero, infatigables, con fecundidad maravillosa e inagotable, desempeñan dócilmente ellas mismas su trabajo”. La acumulación de capital y el cambio tecnológico, no es más que trabajo acumulado cristalizado en la maquinaria, trabajo concreto y abstracto, trabajo manual e intelectual, en el caso del capital. La tecnología se refiere a un conjunto de conocimientos y técnicas aplicadas a la producción. La desigualdad surge de que la gran mayoría de la población vive de un salario, y una minoría plutocrática vive de las rentas que genera la tierra, y el trabajo humano por medio del capital (físico y humano) y la tecnología . Esa minoría goza de los los placeres del ocio, y la mayoría del malestar del trabajo asalariado para sobrevivir. La sociedad global tiene los recursos para implementar una renta básica universal acompañado de una reducción de la jornada de trabajo, para así avanzar hacia una sociedad más justa. No avanzar en esa dirección implica mayores dolores y rebeliones.

Es ahora

No se puede esperar que las elites mundiales decidan cual será el nuevo orden económico mundial e impongan a los pueblos, a las grandes mayorías, el papel que deben cumplir. Es hora que esas mayorías, los pueblos, recuperen la soberanía sobre la economía a nivel local y regional. Es urgente reducir la brecha de desigualdad social, gravando fuertemente la riqueza acumulada y asegurando ingresos a toda la población.

La crisis global del capitalismo que se manifiesta en el calentamiento global, la reducción dramática de la biodiversidad, la escasez de agua potable y aire puro, la degradación del suelo y avance de los desiertos, la desaparición de áreas naturales, la desigualdad, pobreza y hacinamiento. Es en este contexto anti-naturaleza y anti-vida del capitalismo que surge el virus. Todos participamos de una forma o de otra de este ecocidio, pero los actores principales son los trillonarios, billonarios y millonarios con sus hábitos y consumo suntuoso. Por lo tanto, retiremos la culpa de la humanidad pobre, que colabora mínimamente y es víctima del mencionado sistema (9).

En octubre del 2008 la FAO (10) anuncia que para acabar con el hambre en el mundo se requiere de 30 mil millones de dólares. En forma simultanea la acción concertada de seis bancos centrales del mundo (EE.UU, Unión Europea, Japón, Canadá, Gran Bretaña y Suiza) inyectaban hasta septiembre de 2009, 17 trillones de dólares, para salvar a la banca privada. Citando a Manfred Max Neef, “nunca hay suficiente para los que no tienen nada y siempre hay suficiente para los que lo tienen todo. No hay suficientes recursos nos han dicho para superar la pobreza, pero sobran los recursos para satisfacer necesidades superficiales”. Si se dividen los 17 trillones de dólares destinados a salvar a banqueros especuladores, por los 30 mil millones de dólares para acabar el hambre, se obtiene el resultado de un mundo sin hambre durante 600 años (11).

Frente a esta realidad capitalista de distopía, la respuesta posible es la utopía, es decir, construir una economía a escala humana, donde el problema de la hermana tierra y de un ruiseñor es mi problema. El problema de mi hermano es también mío, de lo contrario repetimos lo que señala Caín a su padre, después de haber asesinado a Abel, “Soy acaso yo el encargado de mi hermano”. Al contrario decimos ¡Si lo soy! Somos amorosamente responsables de nuestro hermano y hermana, de su hambre y sed de justicia que también es mía, en comunión con la madre tierra y el agua nuestra de cada día, respirando y agradeciendo a ese sol y luna presentes.


Notas:

1- Cárcamo, J.S. (2012). Bioeconomía y Desarrollo en América Latina y el Caribe. Editorial Acercándonos Ediciones, Buenos Aires. ISBN 9789871750207.
6- Bicicleta financiera.
8- Lafargue, Paul (1883). El derecho a la pereza. Diario L'Egalité.
10- FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)
11- Max Neef, Manfred y Smith, Philip B. (2011). La economía desenmascarada. Del poder y la codicia a la compasión y el bien común. Icaria ISBN 978-84-9888-557-6, España.


(*) Economista, profesor e investigador. UBA/UNM/UCES

1 comentario:

Grace dijo...

No es de mi agrado como piensa en algunos casos Artemio lopez ,pero debo reconocer que esta nota tiene muy interesantes frases a tener en cuenta