4/19/2016

#papelespanamá: habituación, desinterés, olvido y consentimiento

Los ciudadanos de Islandia fueron de los más activos en sus protestas. En la imagen, uno de ellos saca la tarjeta roja al primer ministro, que dimitió solo 45 horas después de que saltara el escándalo.
Los ciudadanos de Islandia fueron de los más activos en sus protestas. En la imagen, uno de ellos saca la tarjeta roja al primer ministro, que dimitió solo 45 horas después del escándalo.

Hay una peligrosa tendencia tras cualquier escándalo: que lo asimilamos hasta convertirlo en ruido. Si usted ya ha caído en esa trampa, necesita leer esto.


Dentro de algún tiempo, alguien medirá cuánto tardó el escándalo de los Papeles de Panamá en formar parte de la normalidad de los ciudadanos de todo el mundo. Sabremos entonces lo que usted sospecha hoy: que tras el impacto con el que la mayor filtración de la historia del periodismo nos desesperanzó hace poco más de dos semanas, los contribuyentes dejarán de asombrarse por cada nuevo nombre que conozcan, dejarán de indignarse por constatar lo que ya sabían y dejarán de plantearse si pueden hacer algo frente a realidades sistémicas que, por definición, les superan.

La misma noche en la que se conoció la filtración, una periodista de la revista Time escribía en su análisis de los hechos una frase que no descartabauna reacción sin precedentes por parte de la población. Pocos días después, el economista Thomas Piketty titulaba “Actúa ahora. No esperes a otra crisis” su tribuna en The Guardian. Y la semana pasada, el mismo periódico preguntaba a sus lectores cómo se sentían tras la noticia y destacaba una declaración: “Si solo la gente corriente paga impuestos habrá una revuelta”.

Hay más ejemplos, pero estos tres hablan, con elocuencia, de algo que los medios que han trabajado en las filtraciones ya sabían –y quizá temían– antes de que lanzar la noticia: que tras el bombazo inicial, la mayor parte de los ciudadanos, incluido usted, aislará “los papeles” de su contexto y su significado, los archivará en la categoría general “corrupción” de su cerebro y allí se difuminarán a pesar de lo que implican, que no es poco según César González Antón, director de informativos de La Sexta. “Aquí había un pacto y ese pacto se ha roto. Antes la gente lo sospechaba pero ahora lo sabe con certeza. El trato del capitalismo era: si te va bien por los motivos que sean puedes ganar mucho y a cambio solo tienes que contribuir más. Mossack Fonseca nos dice que ese pacto se ha roto”. El periodista asegura para Vanity Fair que los datos de audiencia de la cadena avalan el seguimiento estable de los espectadores por el caso, aunque admite que unas informaciones generan más interés que otras “Es cierto que hay personajes abrasados como Rodrigo Rato, que no habrá sorprendido a nadie. Pero no es comparable al inmenso interés que han generado perfiles como el de Almodóvar, Imanol Arias o la dimensión que ha tenido que apareciera Soria”.

Al poner el ejemplo de Rato, el propio González Antón ilustra la clave de ese ciclo natural por el que las noticias dejan de impactarnos y por tanto, de obtener nuestra atención. En 2016 a nadie sorprende encontrar al expresidente de Bankia en los papeles, ¿pero qué hubiera pasado de haberlo sabido en la época en la que era el artífice de aquel milagro español o cuando fue nombrado presidente del FMI? Pues algo muy distinto a lo que ocurre ahora que está usted inmunizado ante los impactos que genera su nombre.

EL PATRÓN DE COMPORTAMIENTO: DE LA HABITUACIÓN A LA CULPA

El patrón con el que las personas responden tras conocer secretos a voces como que las élites económicas tienen a su servicio mecanismos legales para esquivar el pago de los impuestos que les corresponden es un conocimiento de psicología básica: “Cuando expones a una persona al mismo estímulo se habitúa y deja de emitir una respuesta. Ocurre en todos los aspectos de la vida y se ve a la perfección con noticias como estas. Tras la sorpresa y la rabia iniciales las noticias se convierten en previsibles y las ignoramos. Están ahí, pero pasan a ser ruido”. Lo explica el psicólogo Luis García Villameriel, que es rotundo al hablar de este efecto habituación. “Por eso se dice, y con razón, que todo lo que no pase dos semanas antes de las elecciones no cuenta. Porque se olvida. ¿Cuántos casos llevamos? ¿Cuántas semanas pasan sin que no sepamos de un nuevo caso de corrupción? Estamos presensibilizados a este tipo de noticias”.

Esta presensibilización está relacionada con el modelo de indefensión aprendida que el psicólogo estadounidense Martin Seligman demostró en los años setenta cuando aseguró que si se somete a un individuo a estímulos negativos constantes ante los que no puede reaccionar se instalan en él la depresión y la frustración. Esa persona dejará de actuar porque ha aprendido a comportarse pasivamente. "Por eso los modelos clásicos de control social hacen eso, golpean sistemáticamente a una población para que se instale en ella la resignación”, indica García Villameriel.
Vuelva a pensar un momento en los papeles de Panamá y en qué sensaciones le producen. ¿Ira? ¿Vergüenza? ¿Hartazgo? ¿Frustración?¿Agotamiento? ¿Indiferencia? Si se reconoce alguna de estas emociones siga leyendo porque hay más… y es todavía peor. Existe otro efecto psicológico muy conocido que se denomina “reducción de la disonancia” y tiene el peligro de que usted no solo ignore sino que justifique cualquier conducta incorrecta. “Cuando llegan muchas noticias en la misma dirección, tendemos a pensar que todo el mundo hace lo mismo, así que la respuesta es que nos adaptamos a lo que no es normal y cambiamos nuestra forma de pensar. Pasamos a justificar conductas como la corrupta porque la percibimos como “normal” cuando no lo es en absoluto” explica el Doctor en Psicólogía Social Guillermo Fouces.

Pero la tercera perversidad que esconde esa interiorización de la anormalidad no es solo que ignoremos o justifiquemos las averiguaciones. Es que además corremos el riesgo de caer en el colmo de la alienación, la culpabilidad propia: “Nos habituamos de tal manera a –en este caso– la corrupción, que comenzamos a justificar nuestros propios comportamientos. Por ejemplo, si hacemos algo mal, no ayudamos a alguien o tenemos alguna conducta que va contra las normas esa habituación y esa reducción de la disonancia nos llevarán a intentar reducir nuestra tensión diciéndonos que otro en mi lugar hubiera hecho lo mismo, si no pillan a aquel tampoco me van a pillar a mí. Y acabamos justificando lo injustificable porque nos identificamos”, relata Fouces.

LOS EFECTOS: LA PÉRDIDA DE INTERÉS, EL OLVIDO Y EL CONSENTIMIENTO

Hace pocas semanas, se hizo viral la carta de un brasileño que apuntaba queel origen de la corrupción es tan humano como el pestañeo. Miles de personas la compartieron entonando un mea culpa que ahora podríamos llamar reducción de la disonancia y sin pararse a pensar que esa carta, seguramente bienintencionada, es el argumento perfecto para equiparar, por abajo, la corrupción sistémica dando argumentos formidables a quienes, desde arriba, no creen que su conducta esté fuera de la norma. Pero es que además lo hace sobre la base de la idea falaz, injusta y maliciosa de quetodos, usted también, somos corruptos en potencia.

¿Ha caído usted en esa trampa? ¿Cómo se siente ahora? ¿Querría no saber nada más de los Papeles de Panamá ni de la corrupción? ¿Hiperventila, acaso? ¿Le parece el mundo un lugar oscuro, movido por hilos que ni siquera ve y en el que no hay cabida para la decencia? ¿No quiere seguir leyendo? Eso parece...

Han pasado apenas dos semanas desde que los conocimos quedan todavía unas cuantas hasta que los 11 millones y medio de documentos filtrados den de sí todo lo que darán. Y aunque con cada nuevo titular la dimensión de estar ante un entramado global que beneficia a quien más tiene en perjuicio del resto se ensancha, el interés ciudadano por la noticia merma: en ese supuesto medidor del pulso social que es Twitter hay que bajar hasta el puesto 18 para encontrar el nombre de Rodrigo Rato un día después de que se conociera su participación en sociedades offshore y hasta el 29 para encontrar la etiqueta #corrupción. Ni rastro, por cierto, de una almohadilla sobre los Papeles de Panamá.

¿Le extrañan menos, ahora, esas llamadas públicas a la respuesta ciudadana que recontábamos al comenzar este artículo? ¿Cree más o menos en las teorías conspirativas que aseguran que el único interés detrás de los papeles es que Estados Unidos quiere perjudicar a Panamá para disfrutar, en exclusiva, de los capitales que llegarán a sus paraísos fiscales? ¿Se trata de un caso claro de tensión bipolar y el magnate George Soros ha destapado los papeles para atacar a Putin?

Antes de contestar recuerde qué ocurrió en la FIFA. El caso Obiang. El Banco Espírito Santo. Mubarak. Bankia. Gurtel. Los Eres. Filesa. Rumasa. Banesto… Relatos de corrupción que en su momento parecieron puntos de inflexión internacionales o locales y no lo fueron, como es posible que ocurra con las filtraciones de Mossack Fonseca, a menos que usted no se inmunice... y siga informándose.

1 comentario:

Paula Bach dijo...

Contra el acostumbramiento, el consentimiento, la falta de indignación o las falacias bien señaladas en la nota como que "todos los humanos somos corruptos en potencia", es bueno refrescar el lugar y el rol de los paraísos fiscales y la cuestión impositiva durante las últimas décadas. Dejo aquí un artículo sobre el asunto que escribí hace unos días: http://www.laizquierdadiario.com/Panama-Papers-y-los-secretos-de-la-ganancia