2/14/2016

panorama económico : sopa ( habría que, tendría que, necesitaría que ...)


Por Ignacio Ostera

La devaluación y la suba de tarifas frenaron el consumo. El contexto externo, lejos de ser favorable, afectará a sectores clave como la industria automotriz.


En estos casi dos meses que Mauricio Macri lleva en la Casa Rosada, la economía estuvo lejos de ser una fuente de buenas noticias. Más allá de la quita de retenciones que favoreció al sector agropecuario y a las exportaciones industriales, el resto de las medidas estuvieron lejos de representarle un rédito político: la devaluación que ocurrió tras la liberación del cepo, sumado al ajuste de tarifas, llevó a la inflación a un nivel más alto del que había dejado Cristina Kirchner. Lo único a destacar de estas últimas medidas es que la liberación del cepo fue menos traumática que lo esperado –no provocó una corrida cambiaria–, y que la inflación, tras el fuerte salto de diciembre, parece haber aminorado su marcha más allá de que siga en aumento.

Tampoco hubo, por el momento, signos de mejora en el nivel de actividad ni en el empleo, sino todo lo contrario. De acuerdo con el Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, hubo 8.000 despidos solamente en el sector público –en el marco del recorte de “ñoquis”– y casi 23.000 en el sector privado.

Los rubros más afectados son aquellos vinculados con la obra pública, el petróleo, autos y, en menor medida, alimentación. En la construcción, casi 15.000 personas se quedaron sin trabajo en Chaco, Tucumán y Santa Cruz, por el corte que hubo en el gasto público una vez que pasaron las elecciones.

En el caso de las petroleras, metalúrgicas, automotrices y autopartistas, en buena medida las desvinculaciones se explican por el contexto externo, mucho más complejo que el que bendijo a Cristina con el “viento de cola”. El precio del crudo se ubica en su mínimo en más de diez años, apenas flotando por arriba de los 30 dólares el barril, como consecuencia de la sobreoferta del mercado internacional y de la desaceleración de China. Y pese a que en Argentina el Gobierno subsidia a las empresas para que cobren más de 60 dólares el barril, las compañías están a la expectativa, con las inversiones paradas. La tregua a la que llegaron la semana pasada los sindicatos del sector con empresarios y el gobernador de Chubut, Mario Das Neves, fue por apenas seis meses. “El Gobierno está en una disyuntiva y espera el momento para hacer converger el precio local del barril con el valor internacional”, razonaba un especialista en el tema.

Con su caída, el petróleo arrastró consigo otras industrias vinculadas, como la siderurgia y la metalurgia. Pero, sin dudas, el sector más castigado durante los últimos dos años fue el automotor, que se desplomó cuando cayó Brasil, y, como el gigante sudamericano, sigue sin levantar vuelo, pese a que el impuesto específico que pesaba sobre el rubro, sancionado a fines de 2013, fue dado de baja ni bien asumió el nuevo presidente.

Lo cierto es que los datos del sector de enero fueron para el olvido: se produjeron 17.800 unidades, el valor más bajo desde febrero de 2009 –cuando había impactado en el país la crisis subprime–, en tanto que las ventas tuvieron el peor resultado en diez años para ese mes: sólo se patentaron 56.600 vehículos.

Por su parte, las exportaciones de autos se desplomaron un 50% y a Brasil llegaron sólo 2.800 unidades provenientes de Argentina, cifra que no se veía desde el 2003.

“Brasil no va a recuperar su nivel de demanda en cuatro o cinco años”, sentenció el director de Abeceb.com, Dante Sica. El consultor recomienda “mirar a otros países de América latina, como Chile, Perú, Colombia o Venezuela, donde Argentina puede vender y ampliar sus fronteras”.

Brasil podría contraerse un 3,8% en el 2015 y el FMI avizora una nueva caída del 3,5% para el 2016. Con Argentina, el organismo multilateral es más benevolente, aunque tampoco augura una expansión: vaticina una baja del 1%, más grande que la del 0,8% que pronosticaba en octubre.

En ese sentido, la directora del Fondo, Christine Lagarde, habló de la “dura y nueva realidad” de las naciones emergentes. “Las tasas de crecimiento están bajando, los flujos de capital se han revertido y las perspectivas a medio plazo se han deteriorado de manera aguda”, dijo. Lagarde señaló que los mercados emergentes registraron 531.000 millones de dólares en salidas de capital netas en 2015, comparadas con los 48.000 millones en entradas netas en 2014.

Detrás de esos movimientos está la Reserva Federal de Estados Unidos. En diciembre, la FED realizó su –tan anticipado por los mercados– primer ajuste al alza en las tasas de interés en casi una década. Y si bien éstas siguen siendo bajas en términos históricos, la expectativa revirtió el flujo de capitales que hasta el año pasado beneficiaba a los emergentes. La salida de estos fondos desató una “guerra de monedas” entre los países en desarrollo, también golpeados por el descenso del valor de las materias primas.

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